–El Té, el te, ¡es la hora del té!– cantaba una vocecita a lo lejos.
–¡A cambiar de sillas!– gritaba otra.
Mientras Catherine avanzaba más hacia la casa, más fuerte se escuchaban las voces, y pudo distinguirlas. Hatta y Haigha.
La casa era pequeña, con una cerca de madera blanca que la rodeaba por completo, y casi oculta en medio de un laberintico bosque.
Catherine se colocó bajo un árbol y observo lo que sucedía en la fiesta de té.
Una larga mesa ocupaba la mayor parte del espacio. Toda ella repleta de postres y teteras. Cucharas y platillos. Y aun así, ¡Ningún invitado!
Solo Haigha y Hatta estaban sentados en la mesa.
–¿Recuerdas esa primera fiesta de té de Hatta a la que fuiste, Lady Cath?– pregunto Cheshire desde una rama sobre la cabeza de Cath.
–Si, lo recuerdo– respondio Cath con sequedad.
–Quien podría pensar que alguna vez fue el mejor anfitrión de fiestas de té de todo Corazónes– dijo Cheshire, aunque sin esperar una respuesta de Cath.
Catherine si podía. Ella había asistido a una de sus fiestas con Jest.
Recordaba aquella noche a la perfección. Recordaba a Jest en su habitación.
Cerró los ojos y sacudió la cabeza, muy pronto habría demasiado tiempo para fantasear con todo lo que quisiera, ahora tenia algo que hacer.