Catherine tomo el espejo -aquel en el que alguna vez había admirado su delicado sombrero con forma de macarrón de rosa, que le había obsequiado Hatta en el festival- y lo volteo.
Al otro lado, en lugar de reflejarlos a ellos, se podía observar una cañada y en ella, un pozo de melaza a la luz dorada del atardecer.
Catherine cerró los ojos, tomo aire, y atravesó el espejo, como si se abriera paso por una catarata de agua cristalina. Al hacerlo miles de imágenes inundaron su mente: Alicia con una corona de reina, Jest en el árbol de limones, Mary Ann con una bandeja de té, Cheshire... Finalmente abrió los ojos. Estaba en la cañada.
La siguieron Cheshire, Haigha y por último Hatta, quien la miro como si no la reconociera, o más bien, como si después de tantos años al fin la viera con claridad.
Cuervo se negó a ir, alegando que, si volvía a ver a las hermanas, les sacaría los ojos una a una. Y Catherine no nesecitaba eso, Aún.
Las tres hermanas estaban sentadas alrededor del pozo, antes no estaban ahí, en lo que parecía una fiesta de té con los platos rotos del sombrero. Tétrico.
Catherine observo a sus anfitrionas. Lacie tenía los dedos manchados de tinta, y en el cabello podía verse la pluma que años atrás le había entregado Cuervo, creando una mancha oscura en su pálido cabello; Elsie llevaba puesto un sombrero negro de Joker, del cual colgaban los tres cascabeles de Jest, y Tillie llevaba una bufanda de... ¿Pelo de Cheshire?.
–Tengo demasiados– dijo Cheshire al ver la mirada de Cath.
Las tres hermanas voltearon al escuchar la voz del gato, tan rápido, que Catherine dió un paso hacia atras sobresaltada.
–Al fin llegaron– dijo Lacie –Los hemos estado esperando–.