La Reina Roja y La Reina Blanca le habían dicho que habría una fiesta en su honor.
Jamas imaginé ser Reina y ahora estoy en mi primera fiesta como Reina. Alicia dio saltitos de emoción.
La puerta se abrió de par en par y Alicia entro en el salón, de pronto varías voces empezaron a cantar:
Al mundo del espejo Alicia le decía:
¡En la mano llevo el cetro y sobre la cabeza la corona!
¡Vengan a mí las criaturas del espejo, sean ellas las que fueren!
¡Vengan y coman todas conmigo, con la Reina roja y la Reina blanca!¹
Catherine estaba en el salón cuando Alicia entro. Y vaya, ni ella siendo tan temida había hecho callar a tantas criaturas con solo entrar en una sala. Cath sonrió.
Se encontraba en el palco superior, observando a Alicia de frente, solo hacia falta alzar la mirada y la veria a los ojos.
Pero Alicia estaba observando todas y cada una de las maravillas a su alrededor como para verla, mientras se dirigía a su asiento entre las reinas Blanca y Roja. Estaría justo debajo de su palco.
–Te has perdido la sopa y el pescado– dijo la Reina Roja a Alicia –¡Qué traigan el asado!–.
Y así lo hicieron los camareros.
Catherine saco un frasco de entre los pliegues de su vestido. El líquido Espeso resplandecía en su interior, Melaza.
Este líquido podía ser medicinal, si, pero también podía ser todo lo contrario. Y eran las hermanas las que decidían lo que sería.
Y este era El brebaje de la Locura.
Catherine dejó caer el brebaje desde lo alto, cayendo sobre la pequeña Alicia. Y solo tardo unos segundos para que Alicia conociera los efectos.
La niña se levantó de su silla y alzo la vista, sus ojos se encontraron por un instante, hasta que Cath aparta la mirada.
Pum... pum… … pum.
El pecho comenzó a palpitarle, se llevó ambas manos hacia donde alguna vez estuvo su corazón y se fue de la sala.
El tiempo se acaba...
Pronto recobró la compostura, y se disponia a ir por Alicia, la cual, por su puesto ya estaría inconsciente, soñando locuras.
Pero el sonido de una melodía de piano la detuvo.
Provenía del salón al otro lado del pasillo, el cual, estaba aparentemente sin uso.
Dudo un poco, pero finalmente entro.
Aquí las luces eran rojas, y habían rosas y enredaderas del suelo al techo. No había piano, y aun así, pudo seguir escuchando la dulce música.
Cerro los ojos y se dejó guiar por el sonido. Pero al dar un par de pasos dentro del salón, la puerta se cerró con un estruendo.
Tic Tac, el tiempo se acaba.
…
¹ Este canto es un Fragmento de “A traves del Espejo” de Lewis Carroll.