After goodbye

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—Mamá, papá, si están viendo esto, es porque ya no estoy. Sé que no entenderán mis razones de inmediato, tal vez nunca, pero para mí fueron suficientes y me siento más tranquila. Durante mucho tiempo sentí que mi vida ya no tenía otro sentido que no fuera ser la esclava de mi hijo, por horrible que suene, y que este arrepentimiento constante que me perseguía no era justo con él ni conmigo. Sentía culpa por amarlo, pero por, a veces, en medio de la noche y el agotamiento, desear que dejara de respirar para poder vivir mi juventud. —Suspiró pesado y tardó un par de segundos en volver a hablar—. Jamás pensé que ser madre pudiera ser tan solitario y mucho menos pensé que mi hijo terminaría postrado de por vida. No iba a ser capaz de cuidarlo por siempre, lo saben, ¿verdad? Tampoco es que lo estuviera haciendo tan bien ahora… Es difícil…

El video se cortó justo cuando pareció que la voz de la mujer frente a la pantalla terminaría por romperse, e inmediatamente comenzó una nueva toma.

—No saben lo difícil que fue tomar esta decisión en un comienzo, pero ni mi economía, ni mi cuerpo ni mi corazón tienen la fuerza suficiente ahora. Seguir la profecía suena como un sueño en el que [pitido] y yo podremos descansar de lo injusta que ha sido la vida con nosotros. Y lamento mucho que sea a través de este video, pero sabía que nadie me entendería. Nadie puede entrar a mi cabeza y, sin hacerlo, lo único que verían sería a una mala madre, a pesar de todos los esfuerzos que he hecho. Esfuerzos que hice hasta el último momento para que mi niño no sufriera cuando cerrara sus ojitos por siempre. —Hubo una pausa y, aunque no podía ver la cara de la mujer hablando, estaba casi segura de que intentaba aguantar las lágrimas—. No tenía con quién conversar sobre el miedo, la culpa y el dolor que sentía todos los días, hasta que la profecía abrió el espacio con otras madres, con otras personas que vivían lo mismo que yo, y que al fin podían conversar con alguien más sobre lo que les estaba pasando. Y, aunque no todos decidieron irse, nadie nos juzgó, porque realmente nadie nos podía ayudar. Nos desearon suerte, nos desearon una feliz segunda vida y nos despidieron. Y yo me quedé con eso: con que podría llegar a una feliz segunda vida con [pitido]. Espero de todo corazón que ustedes también puedan encontrar la paz en esa idea.

El video de la mujer con el rostro borroso se detuvo y la imagen volvió a enfocarse en otra mujer que, lejos de ser anonimizada, veía todas las tardes, a esta misma hora. Se plantaba frente a los televidentes con rostro serio y con una voz triste, aunque, a la vez, severa.

—Este es el último registro de una de las muchas cuidadoras que decidieron quitarse la vida hace un año. Todavía no son claras las pérdidas totales, pero se han hecho manifiestos los dilemas que vivían muchas de las personas que decidieron dejar este mundo, llevándose consigo, muchas veces, a quienes tenían a su cuidado: principalmente familiares, personas mayores o hijos altamente dependientes, física y/o psicológicamente, en medio de situaciones económicas precarias que dificultaban el acceso a residencias o a cuidado médico constante cuando los servicios públicos no daban abasto.

Dejé mi desayuno sobre la mesa y me acomodé pensando que tal vez no había sido una muy buena idea prender la televisión para tener algo de ruido.

Me pasaba siempre, pero seguía siendo lo suficientemente terca para creer que podría ignorar los noticiarios mientras seguía con mi vida.

Pero no era tan sencillo.

—El caso se ha viralizado en las últimas horas cuando el video fue subido por la expareja de la mujer en medio de una demanda en su contra por parte de los familiares de su expareja, quienes reclaman que tuvo parte de culpa por la fatídica decisión de la mujer, debido a una deuda millonaria de pensión alimenticia que se mantenía impaga. Aunque en un inicio el sujeto identificado con las iniciales H.L. buscaba ensuciar la imagen de su expareja, el efecto fue completamente inesperado y ha levantado grandes debates en torno al abandono que han sufrido las personas cuidadoras, en su mayoría mujeres, sin apoyo estatal ni familiar frente a un trabajo no remunerado que les dificultaba y les sigue dificultando poder mantenerse a sí mismas. Más aún, la muerte de madres solteras en crisis levantó otra gran problemática: las medidas contra deudores siguen sin ser suficientes y la maternidad ha sido castigada y todavía precarizada, a pesar de ser tan anhelada en tiempos como estos, en los que la natalidad está cada vez más baja y más jóvenes han optado por una vida sin hijos. Ejemplo de esto es el movimiento…

Apagué la televisión y me apreté el arco de la nariz.

Era deprimente. A pesar del tiempo que había pasado, el mundo que había quedado después de los suicidios seguía siendo deprimente. Parecía que habían quedado algunas de las peores personas y que se encargaban de hacer cada vez más ruido con su indolencia, en vez de esforzarse por hacer un mundo un poco más amigable y empático para evitar una segunda ola, en caso de que el profeta volviese a aparecer.

La televisión tampoco ayudaba. Aunque había momentos de increíble lucidez, la mayor parte del tiempo se intercalaban invitados estúpidos que tenían tiempo de sobra para aparecer todas las mañanas esparciendo odio y alarmismo junto a periodistas que de pronto creían tener las herramientas necesarias para hacer análisis sociales profundos de manera pública.

Quizás era momento de apagarla para siempre y fingir que no estaba todo tambaleándose. Aunque no era como que antes hubiese estado mucho mejor.




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