After goodbye

3

—Creo que reducir las pérdidas a un porcentaje es una muestra de la mirada sórdida y de la falta de humanidad de algunos de nuestros representantes actuales. Un año atrás, setenta y cinco porciento de la población global se podía considerar pobre, de clase baja, clase media y clase media-alta. Ese porcentaje, en números de personas reales, personas con familias y una vida por delante, son cinco mil novecientos miles de millones. De ellas, dos mil trescientos miles de millones de personas fueron tan ignoradas, maltratadas y humilladas que su desesperanza les llevó a recurrir al suicidio. No es inocuo, no es una simple decisión personal, y nos tiene sumidos a todos en una profunda crisis. Aquí hay culpables, y son los gobiernos, junto a todas y cada una de sus instituciones. Aquí hay culpables, y es nuestra forma de entender el desarrollo y el éxito. No podemos seguir así, no podemos esperar que una segunda llamada se lleve a otro gran e importante número de nuestra…

—Gracias por ayudarme, Eda —dijo de pronto Gail, llenando al fin mis oídos con algo más que el televisor de la cafetería y sacándome de mis cavilaciones enredadas.

Me sonrió con amabilidad, marcando pequeños hoyuelos en sus mejillas, y giró su portátil hacia mí.

—¿Qué opinas? —preguntó ansiosa, aunque todavía no había podido leer ni el título—. La verdad no sé mucho sobre automatización, pero estuve investigando para hacer este artículo, así que, si hay algo raro o impreciso, por favor dímelo. No me voy a enojar.

Acerqué el portátil hacia mí y sonreí con un dejo de ternura al ver a una adulta como Gail mirándome como si fuera una niña lista para recibir el elogio de sus padres por el dibujo que acababa de terminar.

—No deberían pedirte hacer artículos de este estilo —dije subiendo y bajando rápido por las tres páginas antes de comenzar a leer—. Estoy segura de que has estudiado bastante para esto y probablemente esté increíble, pero deberían tomarse un poco más en serio la divulgación científica. Y no lo digo por ti, sino porque puedo apostar que ni siquiera la persona que te lo pidió puede revisar que lo que escribiste esté bien.

—Bueno, me lo pidió Luca. —Hizo la inevitable mueca de asco de siempre al mencionar a nuestro jefe—. Quien probablemente ni siquiera sabe cómo hacer su trabajo, así que mucho menos sabe de esto.

Solté una risa.

—Creo que a estas alturas podemos decir con seguridad que no tiene la menor idea de lo que hace.

Suspiró con fuerza, empujando sus labios hacia afuera en el intento.

—Te prometo que estaba a punto de presentar mi renuncia cuando me ascendieron. Si no fuera porque, de todas las profesiones que sí requieren todos ahora, periodismo no es una de ellas, te juro que me habría ido igual. —Se encogió de hombros—. Pero, bueno, la verdad el dinero extra no me viene mal.

—No te juzgo, Gail, está bien. Creo que eres excelente en tu trabajo. Desearía que pudieras salir de ese asco de empresa.

Me miró con una sonrisa traviesa y alzó las cejas.

—Bueno, tú puedes. Y me puedes llevar contigo.

Meneé la cabeza y tomé un sorbo de café.

—No está dentro de mis planes, lo siento.

—¿Por qué no? —ladeó la cabeza levemente, moviendo su cabello platinado en el intento, y frunciendo el ceño—. No hay nada que te ate a la empresa y a ti sí que te pelearían.

—No es que haya algo que me obligue a quedarme, pero dentro de todo estoy bien. Y están Nico y tú.

—Que esté yo lo entiendo, ¿pero Nico?

Reí entre dientes.

—¿Por qué eres tan mala con él? Sé que te agrada, aunque lo molestes todo el día.

Soltó un ruidito meditativo mientras movía la cabeza de un lado al otro.

—Bueno, tiene momentos y momentos. Cuando no es un idiota sí me agrada. —Se inclinó hacia mí rápidamente y me miró directo a los ojos—. Pero no me cambies el tema, Eda. Sé que eres una experta en desviar la conversación y no lo permitiré.

Me encogí en el asiento, súbitamente incómoda al sentir que esta conversación era un eco de otra que ya había tenido muchas veces tiempo atrás. Y que nunca terminaba bien.

—Es sólo que, no lo sé, no tengo ninguna razón para buscar otro empleo —sinceré cabizbaja, revolviendo el café que ya no tenía ningún grumo que disolver—. Ayer estuve viendo departamentos y con mi sueldo ya puedo pagarme uno mucho mejor al de ahora. Para mí eso es suficiente. No necesito un auto ni grandes lujos. Estoy bien así.

—¿Y no hay algo que quieras hacer, además de trabajar?

La miré reticente.

—¿La verdad? No. No hay nada que me mueva en estos momentos, no hay nada que me haga buscar algo mejor. Estoy conforme. He estado conforme durante mucho tiempo.

Gail me miró con ojos preocupados y me quise golpear a mí misma por haber sido sincera.

Odiaba que me miraran así. No entendía por qué tenía que estar todo el tiempo buscando vivir diferente, por qué nadie entendía que estaba bien cómo estaba. No necesitaba nada más. Y lo que sí quería no era posible tenerlo.

—Eda, sé que lo hemos hablado antes, pero de verdad creo que necesitas comenzar a salir más.




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