Irina
Estoy predestinada a sufrir.
Puede que sea la manera menos frecuente de introducirse, pero nunca antes había tenido algo tan claro en mi vida.
Mi nombre es Irina, Irina Laura Horvat, y me gusta sufrir. Me gusta sentirme mal. Amo estar triste.
Vivimos en un mundo lleno de monstruos. En un hábitat en el que reina el desamparo. Hay tanta crueldad en este planeta, que me es imposible no pensar en querer desaparecer. Me gustaría abandonarlo todo temporalmente y volver cuando me sienta lista.
No todos somos psicópatas, pero a todos nos gusta ver sufrir a alguien. No todos somos asesinos, pero todos nos hemos matado a nosotros mismos alguna vez. O quizás nos han sido las acciones de otros las que nos han llevado a matarnos. Nuestras mentes son tan poderosas, pero al mismo tiempo tan frágiles. Somos capaces de hacer tanto daño, sin embargo, muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de ello y preferimos hacernos los heridos. No somos hipócritas por naturaleza, ni tampoco malvados, todo es un juego mental. Son todo mentiras. Somos víctimas de las acciones de nuestra mente. Todos tenemos propósitos ¿pero hasta qué punto seriamos capaces de llegar para cumplir nuestras metas? A este punto quería llegar, nuestro cerebro. Este es casi tan complicado como el mismo universo. El cerebro, la vida, el universo, todo son problemas sin ninguna solución, y probablemente su entendimiento completo nos lleve a nuestra propia condena.
Nacemos para sufrir y morimos en sufrimiento. Dejamos este planeta para caer en el olvido ¿Tiene algún sentido esta vida? ¿No tenemos algún otro propósito? Quizás no he muerto las veces necesarias para descubrirlo. Pero tengo pensado descubrirlo antes de que acabe conmigo.
Estos pensamientos no se han alejado de mi cabeza desde hace horas.
—¡Irina! — escucho de repente—. ¿Te encuentras bien? — Inquiere la misma voz femenina de antes.
—Quizás no fue buena idea traerla con nosotros— esta vez interviene la voz de un chico.
Fueron segundos lo que me tomaron volver a la realidad. Estoy en Aleph & Kris Coffee con Elena y su novio Darius. Fue Elena la que me invitó, en un principio yo no quise venir, pero no dejaba de insistirme. Ponía mi necesidad de vencer el miedo a socializar con otra gente como argumento para salir de casa, además de que es verano y no puedo quedarme encerrada todo el día en mi habitación.
Siendo sincera, no me encuentro bien, pero ella no sabe por qué. No estoy siendo yo misma, por mucho que trate de actuar como una persona normal, no lo consigo. Precisamente porque no lo soy. Mis pensamientos me están consumiendo y están apagando esa débil luz que tengo dentro de mí.
Me es imposible reconocer que soy una persona inmensamente feliz, ya que la mayor parte de mi vida la he pasado fingiéndolo para hacer sentir bien a los demás. Son los acontecimientos del pasado lo que me han hecho la persona que soy en el día de hoy, y mi pasado, es algo sobre lo que no me gusta hablar.
Los dos me están mirando perplejos, pero al mismo tiempo lo hacen de maneras diferentes. Lo que veo en el rostro de Elena es preocupación, sin embargo, el rostro de Darius expresa todo lo contrario. Esa mirada es tan familiar, me he tenido que acostumbrar a ella durante toda mi vida. Me mira como si fuera un ser de otro mundo, un extraterrestre.
—Irina, ¿seguro que estás bien? — vuelve a preguntarme Elena.
—Sí, ¿por qué lo dices? —hablo por primera vez en la noche.
—Llevabas unos buenos minutos mirando fijamente tu vaso— dice, todavía preocupada.
Vuelvo a desviar mi vista hacia el vaso. No recuerdo haberlo pedido.
—¿Quieres que volvamos a casa ya?
Yo asiento.
Darius se queja por unos segundos, pero Elena le da un flojo codazo en el vientre y él para. Le agradezco que se preocupe por mí.
Soy la primera en levantarse de la mesa, pero rápidamente me vuelvo a sentar cuando me doy cuenta de que aún no he consumido mi refresco. Rápida y bruscamente tomo el vaso en frente mío y bebo su contenido en un instante. Pues no iba a irme dejando sin consumir más de la mitad del refresco que ya había pagado. Bueno, en verdad no estoy segura de si lo he pagado o no.
Elevo la mirada, cuando mis ojos se encuentran con los de Elena y Darius, ambos me sonríen tímidamente. Los dos están de pie, esperando a que me levante yo también y que nos podamos ir.
Aleph & Kris Coffee se encuentra en Schwarberg, un pequeño pueblo situado a unos pocos kilómetros del nuestro, Nauschwarch. Siempre he tenido ese inmenso deseo de abandonar este sitio lleno de bestias egocéntricas y rencorosas. El pueblo está localizado en la Selva Negra, en el suroeste de Alemania. Definitivamente un hermoso lugar, con una increíble arquitectura y rico en tradiciones. No obstante, es la gente que habita en él lo que me hace querer huir de aquí.
El bosque es ese curioso lugar que le da a estos pueblos esa esencia de misterio. Nos hace preguntarnos si algo sucede detrás de esas casas monumentales. Porque definitivamente nuestros rostros esconden cosas, no sabemos lo que ocultan esas amables sonrisas, esas inocentes miradas. Todos son capaces de tanto, ¿qué les impide provocar una catástrofe? ¿Qué los frena de cometer el peor error de sus vidas? Detrás de este bosque se esconden muchos secretos. Muchos no saldrán a la luz. Pero las mentiras son la cara bonita de la verdad, y nadie tardará mucho en envenenarse en ese tóxico engaño.