Un viernes como cualquier otro me encontraba en aquella terraza, mi refugio y escape a todas las burlas de mis compañeros, estaba sentada en el filo con los pies al aire y con mis manos en la baranda tan sumida en mis pensamientos, pero, de repente sentí que me observaban y voltee a ver, atrás mío estaba el chico del otro día, me quede observándolo por un rato hasta que pregunte- ¿qué haces aquí? - el me dio una media sonrisa y me dijo encogiéndose de hombros- es un país libre, no veo porque no pueda estar aquí.
- No quería sonar grosera, lo lamento- se lo dije volviendo a mi posición normal, al instante por el rabillo del ojo lo veo hacer lo mismo, la verdad quisiera salir corriendo, pero extrañamente mi cuerpo no reacciona a las órdenes de mi cerebro, y así nos quedamos unos largos minutos sin hablar, solo con el sonido de los autos al pasar, llega un momento en donde no aguanto más y decido romper el silencio diciendo- gracias por lo del otro día - lo digo poniendo mi mirada sobre él y me percato de que ya me estaba mirando, pero ni siquiera se mueve para disimular lo que estaba haciendo, solo levanta su mano y acuna mi mejilla diciendo- no hay problema - yo me quedo petrificada, mi corazón esta como loco, parece que se quiere salir de mi pecho, como es que se acuerda de lo que dije exactamente antes de salir corriendo del baño.
Este chico es extraño y no me gusta como reacciono a sus acercamientos, así que me alejo lo más que puedo y me levanto súper rápido, quiero salir corriendo, pero tan pronto estoy de pie y doy unos cuantos pasos, el me agarra el brazo y me gira con una rapidez que me marea un poco hasta que encuentro su mirada muy cerca a la mía y dice- ¿porque huyes? ¿Acaso me tienes miedo? - ¡carajo! claro que tengo miedo, pero no se lo digo, al contrario, lo que sale de mi boca es una completa mentira - claro que no, yo solo, tengo que irme - él no me suelta, solo me queda viendo muy fijo y me pone cada vez más nerviosa, hasta que dice - ¿a dónde tienes que ir? Falta media hora para que toquen el timbre - me quedo helada sin saber que decir, no soy buena mintiendo, y parece que él lo sabe, ya que suelta una risa baja que me estremece - no sabes mentir princesa-.
Princesa ¡JA!, la sola mención de esa palabra me deja un mal sabor de boca y me trae malos recuerdos, solo mi papá me llamaba así y cuando él se fue sin mirar atrás, todo lo que tenía que ver con él, a mí me llena de rabia, así que lo reflejo en lo que digo a continuación - No vuelvas a llamarme así niño bonito - y me suelto de su agarre bruscamente, me doy la vuelta y comienzo a caminar, cuando estoy cerca de las escaleras me doy vuelta para dejarle claro que no lo quiero cerca - y no te acerques más a mí, te lo advierto - bajo corriendo hasta llegar al curso, tomar mi mochila y esperar en la puerta de salida hasta que toquen el bendito timbre.
Es increíble como la mención de una sola palabra, me hace querer matar al que se me acerque, y no es el hecho de la palabra, si no del peso de los recuerdos aglomerados de cuando mi papá me llamaba así y me prometía que siempre estaría para mí, que siempre me amaría como a la niña de sus ojos. Todo fue mentira. ¡Maldito mentiroso!
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Editado: 01.09.2019