No me siento como una joven normal, siento que no tengo rumbo, que estoy estancada, que simplemente lo que vivo día con día me consume. Estoy harta de que me digan todo va a estar bien, todo va a mejorar, ya todo pasara, todo ocurre por una razón.
¿Cuál es la razón válida, para que un padre abandone a su familia sin mirar atrás?, ¿que todo se torne caótico a nuestro alrededor?, ¿cuál es la razón por la cual tenemos que sufrir?...........................la verdad no entiendo la lógica en todo esto.
Esta y muchas más incógnitas se pasaban por mi mente, al observar los autos pasar en mi refugio escolar, era lo más tranquilo que encontraba, para poder pensar con tranquilidad, sin ser interrumpida, o al menos eso pensaba hasta que escuche pasos acercarse.
Estaba a menos de una semana de terminar el curso, las vacaciones estaban cerca, y este chico raro en lo que queda del curso no se volvió a acercar, de verdad lo agradecía, no me gustaba su cercanía, me mantenía en guardia; pero es que la vida de verdad es una perra ¡no me quiere nada!, él está allí parado a mi lado sin verme solo observando lo que yo.
Me gusta la soledad, pero, este chico parece no captar la indirecta, si quisiera compañía, me quedaría con esos idiotas de mi curso a que se burlen. Bueno no estaba de humor para lidiar con él, que haga lo que quiera.
-No entiendo aun, ¿porque te la pasas en esta terraza? - dijo el después de un largo silencio, la verdad no tenía ganas de hablar, sentía un nudo en la garganta, que si habría mi boca lloraría o gritaría y ninguna de las dos opciones eran buenas en mi caso, así que, no dije nada.
- Digo, existe algo llamado socializar, podrías probar y dejar de esconderte del mundo - no sé cómo lo hacía con tanta rapidez, pero me estaba irritando en sobremanera, con solo dos frases.
- La ley del hielo no me va a detener, aunque........- se quedó callado como pensando por un rato – pensé que eras más madura, pero bueno, las apariencias engañan no? - me gire lentamente y lo enfrente, estaba pisando terreno peligroso y, yo estaba a punto de explotar, pero extrañamente no era con él con quien quería descargar toda mi furia, después de todo solo era un chico.
Solo dije lo más tranquila posible - ¿qué quieres?, no te deje claro la última vez que nos vimos que no te quería cerca de mí - el me observo directo a los ojos lo que me pareció una eternidad, después de un rato hablo – dicen que los ojos son las ventanas del alma, y, tus ventanas están empañadas.
¡Ja este chico está jugando! - ¿Qué? Dios, me estas jodiendo, vienes con tus frases de libro, a juzgarme, a molestar, ¿porque no te vas? Déjame en paz, el único lugar en donde puedo estar tranquila por un rato, y tú apareces a ¿hacer qué? ¡ah! - me di cuenta que mi respiración estaba acelerada y sentí mis mejillas húmedas ¡mierda!, estaba llorando; respire profundo y dije lo siguiente más calmada – solo vete ¿sí?, déjame sola, ya tengo suficiente con lo que pasa en mi casa, lo que aguanto con los idiotas del curso y ahora, para colmo te tenga que aguantar a ti. Por favor solo, déjame sola - lo último se lo dije en un susurro tan bajo, que hasta pensé que no me escucho, estaba a punto de llorar y yo no lloraba en frente de las personas.
Estuve un rato parada en la misma posición, con la mirada baja, esperando escuchar sus pasos alejarse, pero no pasaba nada, hasta que, lo escuché, sus pasos, ¿pero? No se alejaron, ya cuando pude darme cuenta sus zapatos estaban en mi visión, tuve que levantar la cabeza y mirarlo, con sorpresa, estaba muy cerca, como cada vez que me lo topaba.
No me lo espere, de verdad que nunca me lo imagine, pero de la nada el, termino con la poquita distancia que teníamos entre ambos, y me abrazo, yo abrí mis ojos todo lo que podían con las lágrimas atoradas y entre sus brazos, me quería mover, alejarme, pero, el bendito nudo en la garganta se desato en un sollozo y las lágrimas no tardaron en aparecer, ya no pude más, desarme mis murallas en los brazos de un desconocido, su abrazo se tornó más apretado, y no se en que momento, termine rodeando con mis brazos su cintura llorando amargamente.
En medio de ese momento tan amargo para mí, lo escuche pronunciar unas palabras que de alguna manera me llenaron de un sentimiento raro, él dijo- llora tranquila, yo estoy aquí para ti- apreté más mi agarre en su cintura y en ese pequeño momento me permití ser débil, derramar toda mi alma, mostrarme frágil, y dejar a un lado esa mascara que me escondía y me protegía del mundo.
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Editado: 01.09.2019