Agatha y los desquiciados

2. Perdida y asustada.

Estaba sentada sobre mi cama, era la noche imperial y por eso armé un castillo de sabanas, utilizaba todas las que había en el armario. Me tocaba asegurar la puerta porque mi tía siempre se molesta cuando es la noche imperial. Me pongo una corona y agarro una espada, juego hasta que me canso y me quedo dormida.

Me sentía muy molesta. Quería trabajar, debía hacerlo por mi edad, pero mis tíos me lo impedían. Mi tío me decía que cuando me graduara empezaría a trabajar en su negocio, pero yo quería trabajar antes. Seguro no me deja porque le da miedo que me pase algo o haga un pésimo trabajo donde esté. Había discutido recién con ellos por esto, debían dejarme trabajar. Brandon trabaja como mesero en un restaurante alemán, Jordan y linda no trabajan, sus papas ganan demasiado bien, no les es necesario hacer algo. Aaron escribe novelas y le va muy bien. Novelas anónimas por supuesto. Entonces me salí por el balcón, até torpemente unas sábanas y las usé como soga, la que tenía la perdí jugando al secuestro con Linda. Estas no sirvieron de mucho porque se rompieron a mitad del trayecto. Caí de espaldas del segundo piso hasta los arbustos. Me dolió muchísimo, tanto que quedé paralizada unos segundos, inhalé varias veces antes de gritar lamentándome por ser tan idiota.

- ¡Ah! Satanás, ¿qué ha pasado? Antes no me hacías esto. -Reclamé mirando el césped. Saqué cuidadosamente mi bicicleta y me fui.

Me detuve a las dos calles, ¿adónde iba? Miré los direccionales, pero no sé ubicarme, no sé dónde es norte o sur, ni los nombres de los vecindarios, no puedo memorizarlos. Miré las casas, estaban oscuras por la hora, solo se escuchaba el sonido del viento y este movía mi cabello. Entonces seguí manejando por mucho tiempo, como unas doce o trece calles, no estoy segura. Esas casas no las había visto antes, ni esos coches, ni esos semáforos. Vi a una pareja bajarse de un autobús, iban discutiendo. De una de las casas salía una señora muy anciana, lleva unas bolsas y se veía triste. ¿Dónde estaba? Traté de calmarme, pero en esos momentos me es imposible. Mis manos empezaron a temblar, se me fue la respiración, las voces de la pareja retumbaban en mis oídos, pero ellos ya no estaban y los escuchaba muy claro. Aléjate de ella, aléjate de ella. Piensa Agatha, piensa. Mi tía siempre me dice que cuando me pierda la llame, pero no quería, no quería. Saqué mi teléfono y busqué en mis contactos. Escuché voces. Seguro iban a robarme, iban a robarme, iban a robarme. Agarré mi bicicleta, corrí hasta un parque oscuro que estaba en frente. La arrojé a unos matorrales y me metí ahí también. Le marqué a mi tío, pero no contestó, le marqué a la policía, pero creyeron que era una broma porque me era muy difícil explicar lo que me sucedía. Respira, respira. Miré el primer contacto que tenía. Aaron, Aaron, Aaron, él debía ayudarme o no le hablaría más porque sería malo conmigo si no lo hiciera y los amigos deben ser buenos con sus amigos, así debe ser y esta vez no podía ser la excepción. Le marqué un par de veces y no contestó, me empecé a desesperar y rompí en llanto. ¿Por qué nadie me ayudaba? Luego sonó mi teléfono, era Aaron regresando la llamada.

-Buenas lunas Gata. – Me dijo en su tono calmado habitual.

-Aaron, Aaron, ven por mí. – Le dije con voz temblorosa.

- ¿Te perdiste de nuevo?

- Sí…

- ¿Dónde estás? Dame la dirección.

- No sé cuál es, sabes que no se de eso, Aaron.

- Mira en el GPS y me la envías por texto, enseguida voy por ti, pero cálmate y no hables con nadie, ¿me entiendes?

- Sí, ven ya por favor, me van a robar.

- Quédate ahí donde estás.

Luego de unos veinte minutos que parecieron eternos, apareció alguien detrás de mí. Ese no era el, no era, era un ladrón y me iba a robar.

- ¡Aléjate! -Grité.

- ¿Qué? ¿Por qué?

- No me vas a robar. – Dije y sujeté mi bicicleta con todas mis fuerzas.

- Mírame bien Agatha, soy Aaron. -Me dijo y lo miré, vi a un muchacho blanco y alto, delgado, de cabello castaño largo, ojos verdes y cejas gruesas. ¿Era Aaron? Llevaba puesta una sudadera gris de futbol americano y nos jeans negros, era él.

- Aaron… creí que me moriría.

Me llevó en su auto hasta mi casa, no quería entrar, pero él me convenció de hacerlo. Entró conmigo, saludó a mis tíos, ya los conocía de casi toda una vida. Lo saludaron alegremente.




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