Agatha y los desquiciados

19. Punto de quiebre

Las cosas habían cambiado mucho, todo, todo era diferente. No podía seguir engañándome, Aaron tiene a alguien más o su trabajo es extremadamente esclavizador, siendo que esto último es improbable porque es una editorial bastante reconocida. Hace semanas que no me toca, en que pasan días enteros sin siquiera escucharle la voz. Me da unos cuantos besos los domingos, pero… ¿el resto de la semana no podría llamarme al menos una vez al día? No sé si es que me volví invisible o se le olvidó que vivo con él. Jamie parece no notarlo ahora porque el domingo que él está, pasa todo el día jugando con él.

Le prometí a mis tíos no volver a hacerlo, pero lo siento, soy débil. Me hacía cortadas en el brazo izquierdo, igual que antes o simplemente cuando me siento muy mal, me golpeo en la cara o en alguna parte porque así me siento mejor. Tapaba las cortadas poniéndome siempre vestidos o camisetas con mangas largas.

Había pasado de tener alucinaciones y mareos, a tener una fuerte depresión, que es aún peor. Lloraba mucho y no lo podía evitar aunque quisiera, era horrible sentirme así y más que no tenía a las personas más cercanas a mí como antes así que era peor. Cuando tuve esta crisis, tenía a mis tíos y a Aaron conmigo, pero ya no tengo a nadie.

Y algo peor pasaba por mi mente, lo peor que podría hacerme. Ya no me siento capaz de cuidar a Jamie, lo adoro, pero es irresponsable de mi parte estar con él, así que ahora la niñera lo cuidaba, aun cuando yo estaba en el apartamento. 

El día de Halloween era un viernes, lo pasé en la mañana en clases y en la tarde trabajando. Cuando regresé vi que sonaba el teléfono local.

- ¿Hola?

- Agatha, soy Brandon. ¿Recuerdas que habíamos quedado en que averiguaríamos las andanzas de Aaron?

- Sí… por favor, no me digas que lo vieron con alguien. – Dije con la voz entrecortada.

- Estamos afuera de un bar que queda cerca de su trabajo. Entró ahí hace un rato, te llamo en un rato cuando veamos algo.

- Gracias, en verdad son buenos amigos.

Así que se va a pasarla a un bar todos los días mientras yo me quedo encerrada cuidando a su hijo. ¿Cómo pudo haber cambiado tanto de la noche a la mañana? En ese momento no me sentí triste sino muy molesta, más de lo que había estado en varios años. Esta vez sí que me va a escuchar. Esperé a que Brandon me llamara de nuevo y casi una hora después lo hizo.

- ¿Agatha?

- Sí, dime de una vez… sin rodeos.

- Estaba con un grupo de chicos que no sabemos quiénes son, entre ellos hay una chica que no se despegó de su lado. Los chicos se fueron y él se quedó solo con ella, por la forma en que se hablan y se miran es más que obvio que…

- Está bien, no lo digas por favor. Gracias.

No lo soporté, todo en mí se quebró. Empecé a llorar y me quería morir, ¿cómo pudo? Así sea que no haya pasado nada con esa chica, tiene que estarle pasando por la cabeza porque claro, ¿Quién preferiría estar un viernes con alguien que no le interesa? Es ilógico.

 Fui al baño y agarré todos los frascos de pastillas que encontré, no puedo soportarlo. Los destapé y cuando iba a tomarlas, Jamie se acercó.

- ¿Por qué lloras gati? – Así me decía él, me había cuidado de que él no me viera llorar, pero esta vez pasó.

- No es nada cariño, me golpee ahorita cuando cocinaba. – Le dije y las ganas de hacerme daño se disiparon un poco, no podía hacer esto delante de él. Sí pensaba hacerlo, sería en otro lado, como en la azotea, por ejemplo.

- Ven, es tarde. Vamos a la cama. – Le dije y un rato después se durmió, pero yo no iba a hacerlo. Otra vez me llené de rabia, necesitaba reclamarle, no le he reclamado estos meses, pero ya no más. No puede seguir humillándome de esta manera.

Caminaba impaciente por la sala, no me dormiría hasta que llegara. Entre más tiempo pasaba, más me molestaba. Alrededor de la una de la mañana, llegó. Entró como si nada y se sorprendió al verme esperándolo despierta.

- Gata, ¿qué haces despierta? – Preguntó confundido y me acerqué a él y le di una buena bofetada. Sé que no debo golpear a nadie, pero se lo merecía.

- ¡Eres un maldito! ¡te odio! ¡no quiero saber nada más de ti! – El me miró aún más confundido.

- ¿Qué es lo que te pasa? ¿por qué me dices eso?

- ¡Tú ya no me amas! ¡y no te atrevas a decirme que sí lo haces! Tú… - Dije y rompí en llanto por millonésima vez. – Tú te la pasas tomando todos los días y a mí ni me volteas a mirar, ni te preocupa como estoy, ni me tocas hace mucho… ¿desde cuándo dejaste de amarme? ¿por qué? ¿por qué?

- Yo… - Lo interrumpí.

- Solo te vas a ese bar o quién sabe adónde. Hoy los chicos te vieron con una mujer, ¿desde cuándo me engañas?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.