Agatha y los desquiciados

22. El psiquiatrico

Después de que él me explicara todo me sentí aturdida y mi nariz empezó a sangrar de nuevo. A mi cuerpo le encanta crear hobbies fastidiosos, ojalá pudiera matarlo. Aparte me temblaban las manos y a veces sentía que me miraban por detrás, pensé que sería un doctor acosador, pero no es así.

No quería dejar que me sucediera de nuevo, pero no tuve opción. Iba a estar por unos días en el lugar que más odiaba en el mundo, ese con el que tuve pesadillas por varios meses y que, de solo recordarlo, hace que me quiera arrancar la piel, aunque no sabría cómo hacerlo. En la película Mártires lo hicieron, la vi hace muchos años, pero me traumó tanto que aún no dejo de pensar en ella y pensé que se podría asemejar a las cosas que me harían en el hospital cuando esté de regreso. Pobre chica mártir, ojalá eso no haya ocurrido en verdad.

Me dieron una habitación espaciosa, tenía aire acondicionado, una cama con sábanas blancas y frías, las paredes eran azules y el piso de madera, también había una televisión con muchos canales, incluyendo los que son de películas de terror, ese canal no lo pondría en ningún momento. Me dieron unos cuadernos, marcadores y pinturas de todos los colores, también juegos de mesa.

Había una especie de rutina. En la mañana me hacían bajar a desayunar junto a los demás pacientes. Luego me ve el psicólogo por una hora, luego una terapeuta. Almuerzo con los demás y en la tarde, nos habla otra psicóloga, hace algo grupal o así lo llama. Me dan pastillas tres veces al día.

 El hospital tenía tres niveles. En el primer piso está la sala de estar que es enorme, bastante enorme. Ahí hay estantes con libros, hay mesas para sentarse a leerlos, ponen periódicos del día y revistas, hay una televisión enorme en que ponen programas educativos, como documentales y cosas horrorosas así, cosas que jamás podrían interesarme. No tolero leer un libro completo porque me cansa la vista y me aburre, siento que se me va la vida en ellos porque no entiendo las palabras raras que a veces usan esos escritores para hacerse los interesantes y que crean que son superiores a la raza humana. Los documentales no son aburridos, son interesantes, pero los que ponen aquí, tratan de agricultura, animales y ese tipo de cosas. Me siento como campesina al escucharlos, por eso no me siento a verlo, y también porque me da calor. Es que, si fueran documentales de otro tipo de cosas, como guerras o historia, sería todo tan diferente.

También en el primer nivel hay una cocina que no nos dejan pasar a los pacientes, yo logro escabullirme ahí dentro en las madrugadas para comer flan, postres de chocolate o galletas. Hay un comedor con diez mesas, cada una con cuatro sillas. Está la recepción, que es donde una señora recibe a la gente que llega, aunque no sé qué función cumple ella, ya que muy poca gente viene y por último está el área de deportes. Hay una cancha de futbol vieja y una piscina en que no nos dejan entrar.

En el segundo nivel, están todas las habitaciones, que son muchas y hay varios baños. En el tercer nivel no sé qué hay.  Alejandra, la chica que está en la habitación junto a la mía, dice que ahí está el ático, donde guardan los archivos, expedientes y cajas, dice que sale el diablo vestido de mujer en la madrugada. Ella asegura que se viste como una mujer atractiva para seducir y llamar la atención de cualquiera. Espero que esto no sea verdad, que sea un sueño de ella.

Ella es bastante ruidosa, salta sobre la cama todas las noches y se escucha en varias habitaciones por el sonido de los resortes, a veces sube el volumen de la televisión hasta el tope y tienen que mandarle a bajarlo. Alejandra aparte de esos hábitos, es genial. Hablamos de muchas cosas y me entiendo bien con ella. Tiene veinticinco años. La internaron porque tiene un trastorno obsesivo- compulsivo, está obsesionada con los ruidos, le gusta escuchar sonidos que ella provoca. Por eso salta en la cama y le sube el volumen a la televisión, también está obsesionada con los gérmenes, pide que aseen su habitación a diario y no tolera ver nada sucio. Ella se complicó en el momento en que creyó estar sucia y empezó a bañarse con cloro. Ahí sus papás decidieron internarla.

En la otra habitación que queda junto a la mía, hay un hombre que creo que tiene unos cuarenta. Es alto, delgado hasta los huesos. Tiene unos tatuajes en los brazos y en la espalda, de palabras en japonés. Conozco esos tatuajes porque a veces se quita la ropa durante el almuerzo. Él dice que es héroe de guerra, que participó en la guerra de corea, pero eso no tiene sentido por dos razones: La guerra de corea fue en los cincuenta y, además, él ni siquiera es coreano. Tiene tremenda cara de indígena, no puede decir eso. Él tiene tendencias exhibicionistas, se desnudaba en baños públicos de los centros comerciales, en baños de estadios o de escuelas nocturnas. Fue arrestado dos veces por esto y multado en varias ocasiones. La última vez se desnudó y masturbó en una iglesia adventista, delante de un grupo de niñas que estaban en el baño y por esto lo arrestaron, la juez lo mandó a un tratamiento psiquiátrico por presentar un alto grado de demencia. Él es vulgar, dice groserías todo el día y me desagrada. Muy poco lo dejan salir de su habitación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.