Agencia de Seguridad Civil: Ánimas

Capítulo 7: El campanario

—¿Qué les pareció la ciudad chicos?

Las cosas no habían ido como esperaban. Kevin por su lado no encontró ningún demonio que impresionara su cámara, y Mike no pudo aprender cuanto quería de ellos. Por otra parte, Marey y Alonso estaban frustrados. Por la sangre de ambos corría la rabia, cosa que Marey sabía disimular más que el chico lobo que aun apretaba sus puños. Por su lado, Santiago aún estaba preocupado por Tocino, no logró alcanzarlo en el tiempo libre que tenían, y solo volvió por la insistencia de Marla de que ya era hora.

—Me imaginé que les gustaría, se quedaron sin palabras —dijo Francis animado—. Sigamos aún hay muchas cosas que mirar.

—Podrías llevarnos a la torre más alta de la isla —comentó Marey. Quería salir de la isla de una vez y así evitarse cualquier problema, en especial los que los chicos pudieran ocasionar.  

—¿La torre más alta? —dijo intrigado el guía.

—Sí. Si recuerdo bien, lo único que se podía ver desde la playa era una gran torre blanca. Puede ser que desde ahí podamos tener una vista general.

—Está bien, supongo que tengo permitido llevarlos ahí —Francis levantó las manos al tiempo que otra burbuja de agua se creaba en la calle, subió de un salto—, porque soy el Ludenk guía.

—Bueno que les vaya bien, yo tengo que encontrar a tocino —comentó Santiago dando media vuelta. Miró la ciudad con detalle, tantos lugares donde un cerdo podría ocultarse.

—Oh yo ayudo al Gordis a buscarlo. Evitaremos que esos demonios lo hagan carnitas —Kevin se emocionó de al fin tener una aventura en aquella isla.

—¿Crees que los demonios sepan lo que son las carnitas? —preguntó Alonso acercándose con las manos sobre la nuca.

—No, pero podemos enseñarles —dijo Kevin con una sonrisa maligna.

—¡Nadie hará carnitas de nada! —gritó Santiago enojado—. Tenemos que encontrarlo y llevarlo de vuelta a casa.

—Está bien —respondió Marey con dudas—. Alonso, Kevin, no hagan nada estúpido.

—¿Tú crees que nosotros haríamos algo estúpido? —Kevin se quedó mirando a la chica con cara de ofendido mientras hacia su pregunta sarcástica.

—Sí, definitivamente —comentaron todos a la vez

—Nos conocen perfectamente, Kevin —Alonso se puso al lado de Kevin, mirando a todos—. No se preocupen. Prometo no hacer nada estúpido, al menos no en un buen rato.

—Si me entero de que ustedes hacen algo. Los voy a quemar vivos.

Después de aquella advertencia Marla, Mike y Marey subieron a la burbuja. Si era extraño viajar en ella, ver a otras personas haciéndolo era aún más. Kevin y Alonso se despedían con la mano en el aire, no dejando de sonreírles a sus compañeros, más esos rostros de confianza se acabaron en cuanto desaparecieron de su vista. Los dos chicos se giraron en direcciones contrarias. Santiago no parecía entender que estaban haciendo sus amigos, y menos a quien seguir.

—Na, na, na ustedes me ayudan a encontrar a Tocino —Dijo el de la barba mientras detenía a sus amigos por la camisa.

—Te vamos a ayudar, pero primero déjame encontrar alguna linda chica-Ludenk-rica.

—Es mejor si nos separamos Santi. Puedo buscarlo por otra parte —contestó Alonso—. El olor a cerdo se reconoce fácil.

—Está bien, yo iré con el negro al restaurante donde se perdió, tal vez haya regresado. Vamos, negro. ¡No te preocupes Tocino! Papá Santi está en camino.

Sin perder más tiempo Santiago arrastró a Kevin a toda prisa. Alonso tras un suspiro se fue por el otro lado en busca de la cruel y espeluznante mascota de Santiago, el rey cerdo Tocino, como había escuchado decirse a sí mismo al puerquito cuando tenía sus extrañas crisis de hechicero poderoso.

 

La mujer de vestido blanco acomodó su máscara una vez más mientras caminaba lentamente por los lúgubres pasillos de la base secreta de su socio. Había llegado apenas unas horas antes a la isla y nadie la había recibido, típico de su amargado compañero que desde el día que fueron derrotados no dejaba de esconderse de un lugar a otro. A Sanit le causaba gracia ver como los culpaba a ella y a Ryanace de su fracaso anterior.

Su visita en esa ocasión era obra de un plan que ambos estaban tramando para erradicar a la única amenaza aparente para el regreso de su amo Dunkel. La derrota de Ryanace fue una gran sorpresa, ninguno esperaba que pasara algo similar antes de la aparición de su amo. Por lo que Sanit, gracias a su contacto en ciudad Solé, pudo acercarse y conocer aún más a ese grupo de chicos y así saber cómo contrarrestarlos.

Abrió las grandes puertas del único salón de la guarida de su compañero. Una habitación con la altura de una casa de tres pisos y del tamaño de una nave industrial. Enormes recipientes de vidrio se levantaban desde el suelo hasta el techo, conteniendo en su interior un líquido rojizo que fluía de un tanque a otro. Caminó largos pasos hasta una mesa en forma de medialuna hecha de madera. El golpe del tarro sobre la mesa fue ensordecedor.

—Vaya anfitrión eres —dijo la de cabellos dorados en forma de queja.

—¡Nadie te invito maldita bruja! —gritó el hombre detrás de la mesa.

—Vamos, Bloodmon. Deberías tratar de ser un poco más amable con tus compañeros, eso te abrirá muchas puertas en la vida.



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En el texto hay: comedia, accion, aventura

Editado: 08.05.2023

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