Alonso se sentía al límite, no había querido armar un escándalo, pero ese demonio y ese sujeto se la pusieron difícil. El hombre del saco rosado golpeó en el rostro al Ludenk, partiéndole algunos dientes, dio la vuelta y arremetió contra Alonso. El moreno apenas mudo moverse a un lado, pero la fuerza del golpe lo arrojó a una pared. Volvió la vista al sujeto, había abierto un agujero en el suelo con su puño.
Los ojos de Alonso se tornaron blanquiazules, similares a los de su forma lobuna, brillando con ferocidad. Sus manos comenzaron a transformarse en garras cuando recordó a Marey y su promesa. Por más enojado que estuviera y el peligro que significara ese hombre debía hacer caso a la petición de la morena.
—Parece que es hora de que me divierta contigo, cachorro —El gran sujeto apareció frente a Alonso—.Espero no seas tan débil como en los reportes.
En un instante Alonso desapareció, dejando una apenas visible capa de polvo en el lugar que estaba. Segundos después las casas, edificios, comercios y demás frente al hombre volaron en pedazos. La destrucción no se detuvo. El Ludenk que había atacado a Alonso no respondía, estaba aterrado. Ese hombre que golpeó al chicolobo era intimidante, con una fuerza brutal y un poder sin igual, capaz de hacer temer hasta a uno de los Ludenks más respetados de la ciudad, ese era un Guardia.
El moreno se levantó del suelo adolorido. Su cuerpo quedó tan herido en un instante que no tuvo tiempo de entender como sucedió. En su rostro sentía la marca de la patada, le dolía mucho. Quedó sorprendido al darse cuenta de que tan lejos lo llevó ese ataque, había llegado a una parte de la remota selva, a las cercanías de la ciudad. Rápidamente se puso de pie, al dar un paso hacia adelante sus piernas perdieron la fuerza, cayó casi tan rápido como se levantó. Su cuerpo estaba hecho polvo, no tenía energías, temblaba con fuerza. Era una gelatina viva.
—Sé que puedes dar más, cachorro. Eres capaz de entretenerme.
El sujeto apareció detrás de Alonso sin que este se diera cuenta. El hombre tenía una velocidad impresionante, nunca se había encontrado con algo similar, ninguna persona que pudiera mostrarle tanto poder en un solo instante, y sobre todo aparecer de nuevo en un lugar tan lejano como en el que estaban. Ese momento no era como en otras ocasiones, en aquellas peleas donde podía estar seguro de que podría ganar a su adversario, ahora dudaba siquiera de poder tocarlo.
—¿Quién y que eres? —preguntó el chico levantando su cara al cielo, observando las copas de los árboles.
—Soy Edgardo —respondió rápidamente—. Soy uncaza recompensas muy bien pagado por quien controla esta isla. Además, soy un vampiro, el más fuerte de ellos —Edgardo arrancó su camiseta y chaqueta de un movimiento, arrojando los pedazos de esta a los aires.
—¿Un vampiro? ¿De esos que brillan con el sol? —dijo Alonso en un intento de burla. Pues ese hombre, aun siendo un vampiro, estaba a la luz del día. Era de tez morena clara, pero la palidez en su rostro y cuerpo hacían ver más blanco.
—No, yo soy de esos vampiros que matan sin piedad—Edgardo pateó la espalda de Alonso con delicadeza—.Tienes suerte de que me permitieran divertirme contigo, o ya estarías muerto.
—¿Por qué no lo haces de una vez? —preguntó el chico viéndolo a los ojos.
—Porque me intrigas —respondió el otro apoyando su torso desnudo en un árbol—. Reconozco esa mirada que tienes. Perdiste a alguien importante.
—Si, fue mi culpa —dijo Alonso recordando a Nicole.
—Siempre lo es, pero ¿Acaso no tienes otra cosa por la cual pelear?
—Yo… —bajó la mirada. Estaban sus demás compañeros y Andrea.
—Bien, entonces no tendrás problema con que capturemos a tus amigos ¿Cierto? —Edgardo se paródetrás de Alonso, presiono su espalda con un pie—. O que matemos a alguno de ellos.
—No los toques —Alonso comenzó a transformar su cuerpo. No podía dejar que sus amigos tuvieran el mismo resultado que Nicole, pelearía por ellos hasta la muerte.
—¡Peleemos entonces! —Edgardo arrancó de si una nueva camisa, que apenas había logrado ponerse, por la emoción.
—¿Los guardias? —preguntó Kevin. Ya había escuchado de ellos gracias a Santiago, pero no le quedaba claro por qué eran llamados así—. ¿Qué hacen aquí? ¿Y porque destruyeron este lugar? Se miraba agradable.
—Negro —interrumpió Santiago los chistes. En su mente solo existían las advertencias de aquellos Ludenksque ahora estaban muertos—. Es mejor tener cuidado, ellos dos asesinaron a todos ellos.
—No te preocupes, ellos no pueden hacernos nada —dijo el confiado moreno.
—Déjenme explicarles —comentó la mujer—. Estos sujetos hablan demasiado. Alguien tenía que hacerse cargo, la~lalalala~. Fue tan placentero ver la cara de sufrimiento de los demonios. ¿Quién pensaría que ellos también sienten miedo?
—Qué asco me das —dijo Kevin, sentía desprecio total por la mujer. Esa actitud le causaba nauseas—. Solo te divertías. Entonces ¿porque no te diviertes conmigo? Santi, déjame encargarme de la sabrosa esa.
—¿Cómo me dijiste? —La mujer explotó del coraje cuando escuchó las expresiones de Kevin, sintiéndose ofendida y degradada. No recordaba que alguien le llamara así en su vida—. Tu… tenme un poco de respeto, maldito niño.
Editado: 08.05.2023