Agencia de Seguridad Civil: Ánimas

Epílogo: Nuevos maestros

Semanas atrás, Santiago entraba por primera vez al enorme edificio de cocina de Gordon. Había una pequeña sala de estar de cuatro por cuatro. Una barra como de cocina servía de escritorio para una mujer que lo recibióencantada. Santiago se acercó nervioso, no sabía que le esperaba más adelante. La mujer le indico que cruzara un par de puertas que lo llevarían con Gordon. Santiago agradeció y siguió adelante.

Tras cruzar las puertas dobles se sorprendió muchísimo al ver la inmensidad del lugar, seguramente abarcaba tres pisos de aquella monstruosa construcción. Era un campo de entrenamientos lleno de pruebas, fuego saliendo en explosiones controladas y muchos artículos de cocina. ¿Qué clase de Chef era ese tal Gordo?

—Así que tú eres la basura que Harold me envió —gritó un hombre de estatura media, cabello rubio y el ceñofruncido. Estaba cruzado de brazos a mitad del peligroso campo de batalla—. Ven aquí.

—Si, solo deja… —Santiago dio un vistazo al campo. Los primeros cien metros era un rio de aceite al rojo vivo en el que flotaban grandes trozos de roca.

—¡No pierdas el tiempo y ven aquí! —gritó Gordon enfurecido.

Santiago saltó sin pensarlo ante el llamado. Cayó por suerte en un montículo de tierra. Estos estaban moviéndose de un lado a otro, dio un salto al siguiente tambaleando un poco. Era difícil mantener el equilibro, siguió saltando hasta estar casi en la orilla donde el ultimo salto requeríamás de lo que Santiago iba a ser capaz.

—¡¿Qué diablos esperas?! —gritó el chef nuevamente—. Llevo una eternidad esperando.

—Ya voy —dijo Santiago dando un último salto con el que apenas logro llegar a la orilla del rio, pero en el proceso uno de sus tenis se perdió en aceite hirviendo, encendiéndose al acto. Siguió adelante hasta llegar al chef.

—Ya veo porque Harold me suplicó como una niñita que te entrenara —el chef miró a Santiago. Un joven con un problema de sobrepeso que respiraba agitado por un ejercicio más que sencillo—. ¿Cuál es tu nombre?

—Santiago —respondió el otro recobrando el aliento.

—¿Por qué crees que mereces que te entrene? —preguntó manteniendo su firme postura.

—No lo merezco —admitió Santiago levantándose—pero necesito que lo haga, por favor. Yo… tengo gente a la que proteger y no puedo hacerlo si no me ayuda, por favor ayúdeme.

Gordon notó en su mirada la decisión que orillaba a Santiago a estar de pie delante de él. Le gustaba ver a personas que reflejaran eso en su mirada y por supuesto que supieran su lugar. Suspiró con alegría y bajó los brazos. Le puso una mano sobre el hombro a Santiago y le regaló una sonrisa.

—Espero hayas traído ropa interior limpia, porque la necesitaras —le dijo con una sonrisa maquiavélica—. Yo te entrenaré, te ayudaré a conseguir lo que quieres y a ser una persona nueva, pero eso no significa que tendré piedad de ti, te haré sufrir, desearas estar muerto antes de terminar tu primer día, pero me lo agradecerás al final. Ahora ¡Corre por toda la pista!

Santiago obedeció, dejó su morral en aquel lugar y salió corriendo. Tuvo que atravesar un puente de medio pie de ancho mientras le disparaban balas neutralizadoras. Una le golpeó el hombro, sacándolo de balance y cayendo un par de metros, golpeó en seco contra el suelo. Se levantótosiendo, necesitaba recuperar el aliento, pero las paredes comenzaron a cerrarse. Se paró frente a una y la sostuvo intentado pararla, pero era demasiado para él.

Trató de llamar a Gordon, pero no tenía respuesta. Estaba solo en aquel entrenamiento, usó todas las fuerzas que tenía, no podía ser peor que los entrenamientos de Meegwun. Él había visto todos los programas de guerrero ninja y, además, podía con las pruebas, iba a ser fácil ¿Verdad?

 

Kevin caminó por horas en el desierto, la temperatura bajó drásticamente y él no había llevado nada para cubrirse del frio. Se abrazaba a si mismo esperando que eso le ayudara. Avanzó una gran distancia entre los pilares naturales de roca que había en toda la extensión del desierto. La luna casi estaba en su punto más alto cuando el moreno decidió darse un descanso. Se arrodilló en el suelo, bebió agua hasta saciar su sed. ¿Dónde estaría Melvil?

Volteó a todos lados, no había más que arena y piedra. Resopló exhausto. Tenía que seguir adelante, iba comenzando y no podía darse por vencido tan rápido, usaría el día para descansar, cuando era más probable que muriera. Siguió caminando un rato, a lo lejos escuchó una jauría de lobos aullar. Esperaba que no se acercaran por nada en el mundo.

—¿A quién buscas, pequeña viborita? —volteó a uno de los pilares de piedra. Encima se encontraba Melvil, con las piernas colgando. El hombre de barba de chivo y cabellera ondulada sonrió cuando Kevin lo divisó, se habían encontrado.

—A ti —dijo Kevin dándose la vuelta a él—. Querías verme ¿No es así?

—Yo quiero ver a mucha gente —dijo levantando un dedo en explicación—, pero es cierto, hoy te quería ver a ti.

—Aquí estoy —Kevin extendió los brazos y volteó a todos lados, no había a donde más ir.

—Así es, y por eso te recompensaré —Melvil se puso de pie de un salto—. Me ha sorprendido mucho saber que sobrevivieron a los guardias de Bloodmon, y más aún que lo hayan neutralizado —comenzó a caminar en círculos sobre el pilar de piedra—. Aun así, sigues siendo muy débil, si no fuera por Zeth estarías muerto.



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En el texto hay: comedia, accion, aventura

Editado: 08.05.2023

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