El terrible suceso tomó por sorpresa a toda persona que en ese momento residía en Albireo A, gran ciudad de avances al noreste del continente Central, cuando sin pensárselo la ciudad inició su sistema de alarmas en caso de terremotos, sin embargo, las alarmas no pudieron detectar que justo esa ciudad fue el origen del terremoto y antes de que encontraran refugio, la ciudad comenzó a desmoronarse. Los enormes rascacielos llenos de centros de investigaciones y demás cayeron como una casa hecha de naipes.
Fueron quince minutos de terror, el movimiento fue tan poderoso que las personas caían al suelo sin posibilidad de levantarse y siendo aplastadas por el peso de los edificios o las multitudes que aun trataban de escapar del trágico final que aquel suceso les trajo.
Pasadas las horas el silencio gobernaba la ciudad, era como si los pocos que lograron escapar de la destrucción no quisieran hacer ruido por miedo a que eso provocara otro temblor, cosa que no sucedió en las largas horas de oscuridad que rodearon el amanecer. Con los primeros rayos del sol, las personas escucharon un ruido en el cielo. Alzaron la mirada y sorpresivamente ahí estaban, el nuevo método de transporte creado por la ASC, las aeronaves.
Enormes cabinas de forma de rombo de color negro que podían transportar hasta cincuenta personas, de momento. Las naves descendieron, los potentes motores que elevaban aquel enorme vehículo hicieron que el viento se revolviera y al mismo tiempo atrajo a todo el sobreviviente que los vio. La compuerta en la parte trasera se abrió, por la rampa bajaron decenas de agentes de cada una de las aeronaves. Vestían un grueso uniforme negro sobre el cual llevaban un chaleco antibalas, y en la cabeza un casco con careta muy bultos. Y lo que los hacia reconocibles para todos, la banda roja bordada al brazo derecho. Un par de ojos negros era el símbolo de los agentes.
Del interior del aerodeslizador que aterrizó primero bajóun hombre de más de treinta años, cabello negro y ojos azules, en su mano llevaba una tableta de datos, algo parecido a un espejo de vidrio en el cual llevaba toda la información de los escuadrones que habían sido seleccionados para dar apoyo en aquella misiónimportante. Su nombre era Lucio Delmar, el agente número en las misiones de búsqueda y rescate relacionadas a desastres naturales u ocasionados por el hombre, con la mayor cantidad de víctimas rescatadas de las garras de la muerte.
—Bien, escúchenme con atención —habló por el comunicador con una calma tan inhumana, que nadie se creyó después de ver el espantoso escenario—. Nuestra prioridad en este momento es buscar supervivientes. Escuadrones Bravo y Marco quiero las carpas de primeros auxilios y cirugías levantadas para ayer ¿Entendieron?
Dos escuadrones se apresuraron a entrar al aerodeslizador desde donde comenzaron a descargar un par de pesadas cajas con la ayuda de un pallet electromagnético.
—Quiero que los escuadrones de ingeniería comiencen la instalación de los rastreadores supersónicos—comunicó haciendo que algunos agentes, que a diferencia de los demás no llevaban los incomodos chalecos, comenzaran una rápida carrera con sus maletines al interior de la ciudad—. Escuadrones Romeo, California y Grill, los quiero preparados para recibir a los primeros heridos. Los demás, ya saben cuál es el procedimiento, acérquense al teniente correspondiente a su zona y salven todas las vidas posibles.
—¡Si señor! —Se escuchó por el comunicador.
—El gran teniente de primera categoría, Lucio Delmar —El agente alzó la mirada ante el llamado.
Se trataba de una chica de alta estatura, cabello castaño con la mitad teñido de azul, de piel clara y unos ojos castaños que retaban a Lucio a responderle. Lucio la conocía a la perfección, graduados el mismo año como agentes de la ASC, siendo el quien obtuvo el título a mejor recluta del año y con lo cual siempre permaneció en competencia con ella, Arlette Ontiveros. Considerada la mejor agente en su rama, no había nadie más hábil, inteligente, pero a la vez obstinada que ella. Misma actitud que la había llevado a resolver sus misiones de manera rápida y efectiva, con menor cantidad de lesiones, bajas y daños.
—Arlette, que gusto verte de nuevo —respondió el sujeto manteniendo una expresión seria—. ¿No deberías estar matando cucarachas en Solé?
—No cuando ha habido un desastre como este—respondió ella señalando a la ciudad—. Mi escuadrón fue enviado en caso de que surja algún problema.
—Bien, me alegra mucho tener a alguien de tu nivel con nosotros —Finalmente Lucio pudo sonreír, pero no le duró mucho—, démonos prisa, hay muchas personas a las cuales debemos salvar.
Los trabajos de las decenas de agentes se llevaron a cabotan pronto como llegaron. Las primeras personas que se encontraron fueron atendidas por los médicos conforme la urgencia que tenían y las manos que había. Los ingenieros instalaron sus equipos en puntos estratégicos de la ciudad desde donde encendieron sus equipos. Los rastreadores enviaban una onda de sonido a su alrededor detectando todo lo que no se viera a simple vista, con ayuda de esos equipos pudieron encontrar el paradero de cientos de miles de personas.
En seguida apoyaron a los equipos de rescate quienes sin perder el tiempo buscaban a quienes aún tuvieran señales de vida para rescatarlos primero. Desafortunadamente el terremoto se cobró la vida de gran parte de la población.
El trabajo no quedó ahí, fuertes incendios comenzaron a propagarse desde los laboratorios en múltiples partes. Cosa que atendieron equipos de rescate enviados por los gobiernos de otros continentes, refuerzos que llegaron algunas horas tarde, pero permitían a los agentes mantenerse concentrados en la misión.
Editado: 09.05.2022