Abrieron las puertas de madera. La primera vista de su hogar los dejó sin palabras, el recibidor era de gran tamaño. Libre de cualquier arreglo en especial. Una alfombra roja, sobre el suelo de madera, iba desde la entrada hasta las escaleras y recorría todos los pasillos. El jefe tenía un ligero problema con el color blanco. El umbral que daba a cada una de las distintas salas adjuntas era un arco enorme. Maravilloso. Mejor de lo que ellos pudieron esperar desde un inicio.
La conclusión a la que habían llegado era que los enviarían a dormir en barracones militares, al fin y al cabo, la ASC era como un ejército, pero ese lugar iba más allá de sus imaginaciones.
—Les presento su nuevo hogar —dijo Andrea abriendo los brazos en medio del salón—. Esta es una vieja residencia que la ASC se encargó de hacerla habitable para ustedes. Se decidió darles un lugar como este para darles mayor comodidad, aquí podrán actuar libremente sin miedo a usar sus poderes. Por ahora está un poco vacío como pueden ver, ustedes son libres de hacer de él lo que quieran. Síganme.
Andrea atravesó el arco a su izquierda. Los llevó a todos al gran comedor. Mike instantáneamente se sintió incomodo en ese lugar. Le recordaba por mucho a la casa de Koch, la mesa hecha para banquetes, las sillas altas. Las grandes ventanas que dejaban entrar la luz del sol y darles una vista del exterior. ¿En serio volvía a un lugar como ese? La única diferencia ahora es que no le tocaría servir a nadie, ni seria castigado si se equivocaba en algo.
La habitación a su lado era la cocina. No tan grande como las últimas dos salas, pero si lo suficiente para colocar una barra en medio de ella. Santiago supo al instante cuál sería su habitación favorita en la casa. En una de las paredes del fondo estaba un oscuro pasillo que los llevaba al patio trasero.
Visitaron habitación tras habitación, sorprendiéndose con las comodidades que habían preparado. Una sala recreativa con videojuegos y ordenadores de todo tipo, una biblioteca con libros suficientes para estar media vida en ella, la sala principal. Y finalmente los cuartos privados de los muchachos.
Regresaron al recibidor y subieron las escaleras. Andrea de guía como siempre explicando más detalladamente las reglas del hogar. Los siete chicos estarían viviendo solos en esa gran mansión, sin mayordomos, mucamas ni nadie que les haga la vida más fácil, estarían obligados a cocinarse, lavarse y arreglar cualquier desastre ellos mismos. Todo era idea del jefe.
—Las habitaciones se dividieron de esta manera —explicó Andrea señalando—, los cuartos de las chicas están por la derecha, y la de los chicos en la izquierda. Ya se asignaron sus habitaciones y no quiero quejas al respecto. Yo tengo que regresar a la ciudad, familiarícense con la casa, hay comida en la cocina y pueden hacer lo que gusten, solo... No salgan aun al patio trasero.
—¿Por qué no podemos hacerlo? —preguntó Kevin sintiéndose retado—. ¿Acaso hay algo malo ahí atrás?
—Digamos que es un secreto. Por cierto, hay solo un baño en toda la mansión y... tienen que compartirlo.
—¿Qué? —exclamó Santiago—. Vivimos en una casa con más de veinte cuartos ¿Y solo tenemos un baño? Esto sí que es una mala arquitectura.
—El jefe cree que de esa manera tendrán una mejor relación y aprenderán lo que es compañerismo y compartir. Bueno, los dejo. Nos vemos luego chicos —Andrea salió casi corriendo de la mansión sin mirar atrás como solía hacer.
De esa forma comenzó su nueva vida, después de un cansado día de vuelo y conocer su lugar de trabajo, tenían un hogar lleno de cosas maravillosas por donde se viera. Los chicos, a excepción de Mike que estuvo estático, corrieron a empujones a sus respectivas habitaciones. Marey se adelantó a la suya sin esperar a Marla, de alguna manera estar con ella la estresaba un poco, tal vez se debiese a su actitud tan tímida. Nicole pasó como rayo a su lado, pensando que estaba jugando con ella, pues al llegar al final del pasillo saltaba de felicidad mientras celebraba su victoria.
Marla se quedó al lado de Mike, mirándole dudar. Sin decirse nada, pensando en el giro que sus vidas tomaron en tan poco tiempo, era de ensueño.
Para Mike siempre sería increíble, pasar de estar en la miseria de los calabozos de una casa así, a ser un habitante más, alguien que podía ir y venir a placer, sin solicitar permisos.
Marla era consciente que seguir viviendo en ese lugar implicaría mucho trabajo, y no sabía si tendría el valor necesario para quedarse y convivir con todos los demás. Chicos tan alegres que, a pesar de sus constantes peleas sin sentido, bromeaban y jugaban entre sí, incluso Marey se les unía después de causar un desastre por querer calmarlos. En esos momentos detestaba haberse vuelto tan arraigada a Thomas.
En un acto de valor, por relacionarse con alguno de ellos, lo hizo con quien más interacción tuvo, Mike.
—¿Qué piensas de todo esto? —dijo tan firme como pudo. Mike la volteó a ver, en sus ojos encontró esa conexión que ambos tenían, la duda.
—Pues... Y-yo —comenzó a decir agachando la cabeza y rascándose—, yo vivía... en un lugar así ¿Sabes?
—Wow —escuchar eso la desanimó un poco, pensó que su vida fue diferente antes de llegar ahí, similar a la de los demás—. Supongo que era grandioso.
—Yo era el esclavo —Marla abrió los ojos sorprendida, nunca imaginó que él hubiera sido un esclavo—. Bueno... iré... a ver mi habitación, nos vemos luego, Marla.
Editado: 09.05.2022