Salieron a toda prisa del estudio custodiados por los guardias. Llevaron a los chicos a su camioneta, Lawrence se escapó de la multitud en un parpadeo. Llegaron rápido a su hogar, la entrada principal estaba destrozada causando temor en Andrea. Un vehículo había impactado de lleno con los primeros árboles, no había nadie conduciendo, solo una bolsa de aire desinflada y la puerta abierta. El escenario empeoró con cada metro que se acercaban a la mansión, muchas personas estaban inconscientes. Fueron tantas que hubo un momento en el que Lawrence no pudo avanzar más.
—Bueno, hasta aquí llego —dijo el chofer mostrando su cansancio. Tanta gente le causó un dolor de cabeza terrible.
—Gracias, Law —Andrea se despidió de él y bajó del carro.
Los demás hicieron lo mismo al unísono. Se encaminaron entre las personas inconscientes hasta llegar a la entrada de la mansión. En el marco de la puerta se encontraron con un cuchillo clavado. Abrieron la puerta, por dentro todo estaba normal, impecable. Algunas risas se escucharon en las habitaciones traseras. Fueron en su dirección, al final encontraron a Alonso, Kevin, Mike y Zeth en la cocina, rodeando la barra, cocinando unas hamburguesas.
—¡Sí! Entonces yo hice Whooa —decía Zeth con emoción mientras simulaba como se sacaba las tripas.
—¿Por qué tan contentos? —preguntó Andrea con una voz juguetona.
—Ya regresaron. Justo a tiempo para la cena —Zeth se emocionó. Puso en la barra una tabla con algunas hamburguesas de aspecto dudoso. Una tonalidad morada y putrefacta que tomó al momento de que Zeth las preparara.
—Creo que pediré comida china —dijo Santiago yendo en busca de un teléfono.
—Es buena idea —repuso Andrea.
—A ver, no sean mal educados y vengan aquí a comer que lo hice con mucho amor —gritó el joven arrojando al suelo su espátula.
La comida llegó media hora después, tiempo en el que los chicos se pusieron cómodos en la sala de juegos. Santiago se cambió de ropa casi de inmediato, Marey se lavó la cara para deshacerse del maquillaje y Marla solo se sentó en el sofá junto a Mike. Comían rápido y en silencio, pues el hambre era bastante en todos.
—¿Entonces... que fue lo que paso? —pregunto Andrea mientras tragaba—. ¿Por qué hay tanta gente afuera?
—Ah... eso... mhmhmhmhm mhmh mhmhmh mh —explicó Kevin con la boca llena.
—Si... pero fue cuando... Mhmhmhmh mhmhmh mh... y entonces terminamos viendo a Zeth cocinar —Le siguió Alonso.
—Son unos desgraciados. Despreciaron mis hamburguesas —gruño Zeth.
—¿Entonces toda esa gente entro después de que Marla diera su discurso y ustedes la detuvieron? —preguntó Santiago dándole un último bocado a su recipiente.
—¿Cómo pudiste entenderles? —pregunto Marla sorprendida.
—Soy gordo —Se excusó Santiago con una gran sonrisa.
—Que sorpresa, Marla —habló Zeth—. Dejaste callado a Hank con ese discurso tan emotivo.
—Si, quien pensaría que una niña llorona y tímida como tu humillaría a Hank —Se burló Santiago.
—Es... que yo no podía dejar que se burlara de todos nosotros—respondió Marla enrojecida. Le gustaba saber que estaban orgullosos de ella.
—Todos lo hicieron muy bien, chicos —intervino Andrea— Logramos que las intenciones de Hank se arruinaran. Estoy segura de que con esto las cosas irán mejorando.
Los días pasaron como agua. Como palabra de profeta, lo que Andrea dijo se fue haciendo realidad. Las turbas de gente frente a la mansión y la agencia cesaron paulatinamente, al grado de no haber nadie que los agrediera al entrar o salir. Durante la semana no tuvieron ni un solo rastro de John o su escuadrón. Los entrenamientos con Meegwun se sentían más cómodos cada día, y era divertido verle con los brazos pegados al cuerpo con un par de férulas.
Los chicos comenzaban a motivarse y daban más en los entrenamientos, todo ello sin dejar de lado algunas cosas que disfrutaban. Como Kevin que gastaba bromas a todo el que podía y acosaba a las chicas de los otros escuadrones, detenido en más de una ocasión por Andrea. Santiago se saltaba de vez en cuando los entrenamientos para ir a comer algo en la cafetería y Alonso lo seguía solo para dormirse un rato. Eso causaba la furia de Marey que terminaba explotando, aunque ya no era tan común.
Esa paz era irrumpida de vez en cuando solo por una persona. Un hombre de buen vestir y peinar casi perfecto que no aguantaba su furia. Las cosas no salían como estaba planeado. Observaba desde su escritorio a ese sujeto de bigote peculiar y sonrisa burlona, lo fulminaba con la mirada. Lucas estaba a su lado leyéndole un informe que poco o nada le interesaba.
—Eso es en cuanto al nuevo Alto, ahora con respecto a los Dobles —dijo el hombre acomodando sus anteojos—. Desde la semana pasada las críticas hacia los Dobles han disminuido y su aceptación ha aumentado. Antes del programa tenían una aceptación menor al treinta por ciento, había dudas del diez por ciento y rechazo del sesentaicuatro porciento de nuestra audiencia, ahora solo el treinta los rechaza, otro treinta está en duda y el cuarenta por ciento los acepta.
—¡Malditos mocosos! —Hank se levantó furioso de su silla, tomo una bola de cristal y la arrojó contra la pared haciéndola estallar en miles de pedazos.
Editado: 09.05.2022