El día siguiente a eso la ASC recibió una visita que puso en alerta a muchas personas. Un hombre de gran altura cruzóla entrada principal de la ASC cargando en su espalda la parte superior de su armadura. Avanzó con dificultad por los escalones, le había tomado más tiempo del que pensó llegar hasta ese lugar, pues su camino había estado infestado por monstruos que solo pudieron salir de sus más profundas pesadillas, sumándole a eso el camino tropezado y el tiempo que dedicaba a conseguir sus alimentos, pero había valido la pena tanto esfuerzo, al fin estaba en el lugar que ellos le habían indicado.
Entró lentamente en la agencia, maravillado por cada detalle que veía. Su vida siempre fue el castillo. Desde que tenía memoria los muros de piedra lo fueron todo para él, jamás conoció una ventana de vidrio, nunca pudo estar rodeado de tantas personas que si se fijaban en él no era para despreciarlo, sino que estaban sorprendidos por su aspecto tan desaliñado.
Una mujer que vestía un uniforme negro compuesto de su camisa blanca un pañuelo negro, la chaqueta y falda de vestir, se acercó con una sonrisa amable a él. Se paró justo delante y con una agradable voz le dijo.
—Buen día, ¿En qué puedo ayudarlo?
—H-hola —dudó Gaspar al no estar acostumbrado a ese trato, le daba miedo pensar que en cualquier momento lo atraparían—. Estoy… buscando a dos jóvenes.
—Usted debe ser Gaspar ¿Cierto? —El hombre abrió los ojos con sorprendido. La chica sonrió amigablemente y con una mano lo dirigió a su cubículo— Marla me ha pedido que lo atendiera en cuanto llegara. Ella por el momento no está, acaba de salir a algo muy importante, pero es probable que regrese pronto.
—¿Esta… viva? —Gaspar se arrodilló en el suelo con una mezcla de sentimientos en su interior, estaba aliviado de que ellos estuvieran bien. La incredulidad le siguió ¿Derrotaron a Ryanace? ¿De verdad cumplieron con esa promesa? ¿Estaba soñando?— Ellos… lo hicieron —dijo el hombre apretando su pecho—. Pudieron vengar a mi familia.
—Lo siento, señor, no se puede quedar aquí en el suelo—Le habló amablemente la recepcionista— Pase por favor, se le asignó una habitación en la cual podrá descansar por estos días.
La felicidad en Gaspar fue tan grande que no pudo evitar reírse. Habían terminado con Ryanace y por fin era libre, no tendría que obedecerlos más. Tenía un lugar donde quedarse por un tiempo y pronto encontraría que hacer de su vida ahora que era un hombre con completa libertad. Todo era gracias a ellos tres, cuando los viera se los agradecería de todo corazón, haría lo que fuera por ellos.
—Gracias.
El cielo se oscureció ese día, una tormenta invernal se estaba acercando a la gran ciudad. Aun así, no sintieron el frio dada la situación por la que un gran grupo de personas se había reunido. No solo de la ASC de ciudad Sole, también habían venido algunos visitantes que los chicos no hubiesen esperado. Ahí estaba Lily junto a su mejor amiga Karina y acompañados de un herido, por no decir roto, Howard cuya piel se veía fracturada como la roca.
También se encontraron al escuadrón de los Tortugas y su líder Esli, sorpresivamente Damián y Laura estaban en la escena, esperando pacientes a la lejanía. Dejando en evidencia la falta de Ritchie. Marla agradeció por un momento que ni siquiera Alonso estuviera ahí, pero pronto sintió tristeza al saber que su amigo no fue capaz de asistir. Según Aya estaba en un periodo de depresión en el cual no quería salir de su habitación, no pudieron posponer más la ceremonia fúnebre de Nicole así que ese día decidieron hacerla.
Habían salido de la agencia a las afueras de la ciudad y cercanías de la mansión done los chicos vivían. Entraron por un camino empedrado que los llevó hasta una pequeña cúpula de color hueso, con algunas enredaderas colgando desde el techo. La camioneta que transportaba las cenizas de Nicole se detuvo delante de la puerta doble de acero. Kevin, Mike, Meegwun y Santiago se acercaron a la parte trasera del vehículo de donde sacaron en una camilla de metal de un metro cuadrado, una urna dorada con grabado de flores, levantada sobre los hombros de cada uno con una barra metálica.
Entraron ellos primero al interior de la cúpula. Se pararon en medio del gran lugar, cuando todos los invitados habían entrado, la plataforma donde estaban parados descendió un par de pisos. Era un complejo de gran profundidad en el que sus paredes estaban divididas en pequeños huecos sellados con una placa metálica adornadas distintas unas de las otras. Con mucho cuidado los chicos acercaron la urna de Nicole hasta su respectivo lugar de descanso.
Andrea estaba frente al lugar donde la depositarían, aguantando el llanto como todos los ahí presentes. Observó a la multitud vestida de negro, con sus semblantes caídos, incapaces de creer que la pequeña hubiese fallecido. Respiró hondo y con mucho respeto y cariño tomó la urna con las cenizas de Nicole y las depositó dentro de su espacio asignado. Dio la vuelta y junto a los que cargaron las varillas se apartaron.
Gabriel se acercó con su silla de ruedas hasta estar de frente a los demás, acomodó la corbata al centro de su cuello y entonces hablo.
—Debo ser sincero con todos ustedes, no tengo palabras—Hubo un silencio abrumador en la sala—. En mis largos años de experiencia en el campo he tenido múltiples bajas, he perdido compañeros y amigos, pero nunca había sucedido algo como esto. Entiendo la culpa que muchos de ustedes están sintiendo, comprendo ese sentimiento de frustración con el que viviremos mucho tiempo y quizás nunca se vaya de nuestro pecho. Es triste ver a un amigo partir y más a uno que tenía tantos años por delante, apuesto a que muchos de ustedes hubieran gustado cruzar palabras una última vez con Nicole —El sonido de los sollozos fue lo único que interrumpió a Gabriel en esos momentos—. El día de hoy estamos aquí para despedirnos de Nicole. Les pido guardemos un minuto de silencio en respeto y honor por ella.
Editado: 19.09.2022