—¿Dónde se encuentra Meegwun? —preguntó Rafael una vez más.
Llevaba algunas horas dentro de la celda, resguardada por sus mejores agentes. A falta de espacio tuvieron que poner tanto a Gabriel como a El Mike en el mismo lugar con el riesgo de que se mataran entre ellos. Trató sin fruto alguno de sacar toda la información posible a Gabriel del paradero de uno de los mejores agentes de la ASC. De entre todas las cosas que tenía que encargarse, esa era una de las más preocupantes que había. No podía ignorar la desaparición de Meegwun y tomarlo como algo perdido.
—No te lo diré, Rafael —Le respondió Gabriel por enésima vez. Se negaba a compartir la información con la ASC.
—¿Por qué insistes en ocultar esa verdad? —Rafael se contuvo para no golpear al invalido hombre—. ¿Qué debes seguir protegiendo de tu amo? Él ya te abandonó.
—Todavía tengo una oportunidad —respondió Gabriel con una media sonrisa—. Me equivoqué y no le di a Dunkel la gloria que merece, pero aún le puedo ser útil, aun puede ayudarme a traerle verdadera paz al mundo.
—¿Y de que les sirve tener a Meegwun atrapado? —Rafael se acercó a su viejo compañero.
—Meegwun es una molestia para todos —respondió Gabriel sonriendo—. Lo entrené para que arruinara los planes de todos, incluidos los míos, por eso decidí eliminarlo antes de que se diera cuenta de con quienes estaba aliado.
—¿Tanto miedo te causa una persona? —preguntó Rafael burlándose. La operación se había retrasado por su culpa, no tenía más tiempo que perder con ese desgraciado, podía morir antes de ser entregado. Lo cual sería un mejor castigo que llevarlo ante los Altos, quienes estaban de su lado.
—Sabes, nunca sentí miedo por nadie, hasta que te conocí a ti —Gabriel recordó los viejos tiempos en que la ASC apenas era una oficina en un garaje, y brindaban servicios de guardaespaldas—. Siempre fuiste una persona con un gran carácter, imponente y, sobre todo, amable. Me intimidabas y por eso accedí a trabajar contigo, porque eras todo un líder.
—Y tú siempre fuiste muy problemático —recordó Rafael todas aquellas ocasiones donde su carácter impulsivo los metió en problemas—. Siempre has optado por el camino más conveniente para ti, así como Hank lo hizo con sus sucios negocios.
—Todos actuamos según nos convenga y tú no eres la excepción —Gabriel no iba a permitir que lo insultara de esa forma—. ¿No querrás que te recuerde quien le arrebató la esposa a quién?
—¡Eso no tiene nada que ver! —gritó Rafael furioso—.¡Escúchame de una vez, Gabriel! Dime donde esta Meegwun o…
—¿O qué? —Gabriel rio—. Una vez me dejes con los Altos seré libre y lo sabes. ¿Entonces que harás? ¿Condenarme como lo hiciste con él? —señaló a El Mike con la cabeza. El chico no dijo nada, se mantuvo aislado del conflicto—. Oye, Mike ¿Es por esta basura por quien darás la vida?
—No, por el no —respondió el chico mirándolos por primera vez en mucho tiempo—. Es por Andrea por quien yo mismo te quitaré la vida.
Gabriel soltó una fuerte carcajada. Le era increíble pensar que aquel chico al que contrató para matar, le dijera tales palabras. Alguien tan débil que ni siquiera se atrevió a luchar por sus amigos, quien los dejó morir. El Mike desvió la mirada y abandonó a Rafael con Gabriel una vez más. El líder de la ASC no supo que más hacer, no tenía tiempo que perder. Lo operarían y perdería al menos un par de dias en lo que Gabriel reaccionaba, eso le daba solo tres dias cuando mucho para obtener información.
Tres dias para que le dijera todo lo que sabía de Dunkel, tres dias para averiguar el paradero de Meegwun y tres dias que le podían costar la vida a su agente. Rafael salió frustrado de la celda, permitiendo al equipo médico entrar y, tras sedarlo para evitar problemas, llevarlo a una habitación especial donde se preparó todo para la amputación de las piernas de Gabriel.
Condujeron dos dias completos para llegar hasta Bogat, aunque a Ritchie no le gustara la idea de escapar, no podía dejar a Laura sola viajando por el mundo. Volteó para verla, la chica no apartó la mirada del nublado cielo en todo el viaje, siempre atenta a cualquier situación que los pudiera exponer, sobre todo a ella. El Zeth iba en la parte trasera de la camioneta que, gracias a sus habilidades, consiguió tomar la camioneta de un estacionamiento público.
Les contaba historias del mundo donde venia, de la guerra que disputaron durante muchos años y del porque habían visitado su mundo. Aunque Ritchie no había tenido a alguien tan especial en su vida antes, ahora sabía que se atrevería a hacer algo parecido por Laura. Y de hecho lo estaba haciendo, sacrificando su vida por la de su amiga, por aquella que lo hacía sentir extraño en ocasiones.
Laura se agitó en su lugar de un momento a otro, Ritchie regresó la mirada al frente. Aún faltaban algunos kilómetros para llegar, pero podía verse una enorme columna de humo alzándose desde la ciudad y aquellos edificios futuristas de los que presumió la ciudad estaban en llamas o destruidos. Ritchie bajó la velocidad y orilló el vehículo. En seguida Laura salió del coche, se llevó ambas manos a la cabeza incapaz de comprender que estaba sucediendo.
—¿Se supone que las cosas estuvieran así de feas? —preguntó El Zeth sin bajarse del vehículo. En el transcurso de su camino visitó lugares como ese, envueltos en un espeso humo negro o con las fuerzas armadas desplegadas en cada punto de la ciudad.