Agencia de Seguridad Civil: Infiltración

Capítulo 6: Solitarios

La noche era muy helada en esas épocas del año, la luna llena se escondía detrás de las enormes nubes grises de tormenta que se aproximaban silenciosas hasta ciudad Solé. Marla salió esa a caminar a los patios exteriores. Se ajustó la chaqueta de la agencia y siguió su camino ignorando a los periodistas que aún quedaban rodeando la zona. Los militares seguían en guardia, aunque eran menos que el día anterior,pues tenían que dar su apoyo en las disputas contra los rebeldes. En la esquina más lejana del perímetro encontró un camino que parecía que nadie había descubierto antes.

Caminó entre los árboles, rodeando el bosque. Miró a su interior de vez en cuando, imaginando las bestias que vivían ahí dentro. Recordó a los golems de piedra «¿La considerarían valiente ahora?» Seguramente no lo suficiente. Siguió adelante con un tarareó que pronto se transformó en un canto.

When darkness falls

And surrounds you.

When you fall down

When you're scared

And you're lost, be brave.

—A mí también me gustan los paseos nocturnos ¿sabes?—dijo Edgardo sorprendiendo a la chica de cabellos ondulados. Marla volteó a verlo, tenía esa costumbre de llegar en los momentos menos oportunos.

—¿Siempre tienes que aparecer de la nada? —preguntó la chica controlando su ritmo cardiaco.

—Ventajas de ser lo que soy —rio Edgardo. El muchacho pronto se acercó a Marla con las manos en los bolsillos de su pantalón—. Veo que se divirtieron mucho sin mí.

—Fue un desastre —respondió la chica apoyando el rostro sobre una mano—. ¿No viste el edificio?

—Bueno, pensé que quizás era muy oscuro y decidieron ponerle un tragaluz —bromeó el chico, pero no consiguió reacción en Marla—. ¿Pasa algo?

—Es solo que pasó algo que no me deja en paz —dijo la chica sosteniéndose la cabeza—. Yo… no sé qué pasa por mi mente, no sé cómo es que no me he vuelto loca después de todo lo que he pasado.

—Tranquila, Marla —Edgardo le puso una mano en el hombro, la chica estaba tensa, dura como una roca—.Cuéntame que paso, quizás te pueda ayudar.

—Yo… me vi matar a alguien —El chico arqueó una ceja, confundido con lo que la chica le contaba—. ¿Ves? No puedes ayudarme, piensas que estoy loca.

—Por favor —rio fuerte el vampiro—. Vamos, te invito a dar un café, así podrías relajarte y contarme bien que sucedió.

Marla no dudó en acompañar a aquel sujeto, tenía tantas emociones en su pecho que acompañarlo y quizás morir en sus manos seria lo mejor que le hubiera pasado en la vida. Fue extraño, pues al pensar en aquello, otro recuerdo surgió de lo más profundo de su ser, creyó haberlo ocultado hace mucho, pero no fue así.

—No pareces estarte relajando —Le dijo Edgardo con una media sonrisa. «¿Se estaba preocupando por ella?»

—No puedo, Edgardo —Marla se detuvo a unos pasos de salir de la cafetería. Volteó dentro del lugar, las miradas de las pocas personas que había dentro estaban en Marla, aterradas por quien acababa de ir. Incluso lo notó en la atención tan temerosa del encargado—. Es que… Pensé que a estas alturas yo ya habría dejado atrás todo sentimiento por Thomas, pero cuando lo vi salir de su celda, tan demacrado y enloquecido, me dio un vuelco el corazón, sentí mucho coraje, miedo y lastima hacia él. Y cuando mi otro yo lo mató… Sentí que lo había hecho yo misma.

—Creo que no deberías sentirte tan culpable —Edgardo dio un sorbo a su café—. Los sentimientos por las personas no dejan de existir, solo cambian o evolucionan —Marla no volteó a verlo, cosa que lo decepcionó un poco—. ¿Sabes? me ha costado doscientos años entender eso, por lo menos podrías prestarme atención.

—Lo siento —respondió ella alzando la mirada y esbozando una falsa sonrisa.

—Descuida —Edgardo siguió en silencio, disfrutando de su paseo nocturno, viendo el resplandor de la luna a través de las nubes—. Yo estuve casado hace mucho tiempo, se llamaba Raquel. Yo la amaba mucho —Por alguna razón esas palabras no se sintieron tan agradables en Edgardo. El vampiro suspiró—. En fin, ella fue asesinada justo antes de que yo me volviera un vampiro. Sin ella yo, me sentí tan solo tantos años. Creí haberla superado, tuve algunas aventuras, pero siempre volvía a ella, como si uno no pudiera escapar de su pasado.

Marla sabía a la perfección lo que Edgardo sentía. Creer que podría olvidar a esa persona importante, tratar de seguir adelante, intentar desde cero para darte cuenta de que no fue así. Que tonta fue creyendo que Thomas desaparecería de su vida solo porque ella así lo quería.

—No lo sé, tal vez solo soy yo, pero me aferraba a su imagen y creía que lo que sucedió no fue real —Edgardo se encogió de hombros mientras observaba su café—. Con el tiempo fui entendiendo mejor que no puedes dejar atrás tu pasado y debes vivir junto a él. Cuando entendí eso, mi tristeza se transformó en ganas de vivir, aunque suena algo trillado, pero sé que es lo que ella hubiera deseado.

—¿Pasa lo mismo aun sabiendo que esa persona te mataría? —preguntó la chica pensando en el último actuar de Thomas, recordando a Ary y aquella horrible sensación que la hizo sujetarse el cuello instintivamente.

—La muerte cambia nuestra manera de pensar —Edgardo se detuvo a observar el cielo unos momentos, un relámpago iluminó el cielo tras lo cual sobrevino una fuerte lluvia.




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