Pasó un medio día y aun no llegaban a su destino, desconocía a donde se dirigían, pero estar sentada en aquel vagón de tren viendo por la ventana los hermosos parajes del continente del Noreste la estaba relajando. Estaba sumergida en sus pensamientos, ella era de aquel continente. Fue en aquellas tierras donde conoció a los chicos, donde vivió con Thomas y donde alguna vez tuvo una familia. Se llevó la mano al cuello con nerviosismo, tantas cosas en su vida que tendían a terminar mal.
Volteó la mirada a Edgardo quien desde el asiento frente a ella no dejaba de verla. Su mirada era curiosa, no sabía si se sentía incomoda o le gustaba. Marla buscó en su bolso un par de barras de chocolate y compartió una con el vampiro quien la tomó agradecido. Comió en silencio, regresando la atención a la ventana.
—¿Alguna vez has estado aquí? —preguntó el vampiro. Se acomodó en su lugar y le sonrió—. Yo he estado alrededor de todo el mundo y puedo decir que el continente del Noreste tiene las mejores montañas del mundo.
—Lo sé —Marla comenzó a recordar sus dias en aquel pequeño pueblo donde se encontró con sus amigos. Aquel de donde rescataron a Marey y casi morían en la explosión de un avión—. Yo soy de este continente.
—¿De veras? —preguntó el otro interesado—. ¿De qué ciudad?
—De Artic —mencionó la muchacha con incomodidad.
—Que coincidencia, es ahí a donde vamos —Edgardo le sonrió mostrando honestidad en sus palabras, pero Marla no tomó muy bien eso.
—¿No podemos ir a otra parte? —Quiso saber Marla, debía alejar todos los pensamientos negativos de su cabeza.
—Lo siento, es ahí donde necesito ir, Isa me lo pidió —respondió el muchacho.
—¿Por qué la estas ayudando? —Marla no desconfiaba de Isa, pero sí de Edgardo. No podía ser tan fácil que aquel que intentó matarlos ahora estuviera de su lado.
—Mi maestra me lo pidió —respondió Edgardo apoyando la cabeza en una mano.
—¿Solo porque ella te lo pidió? —cuestionó Marla con una ceja alzada.
—Así es, veras, no hay nada a lo que me pueda negar cuando se trata de mi maestra—El vampiro sonrió recordando las veces que le dijo que no a esa mujer y terminó casi desmembrado—. Es una mujer con temperamento, como tú.
—Yo no soy temperamental —respondió la chica cruzándose de brazos.
—¿No? —Edgardo sonrió, haciendo que Marla se molestara—. ¿Entonces porque te irritas? Noto en todo tu ser que algo ha cambiado desde la última vez que te vi en la prisión de Bloodmon.
—Muchas cosas han cambiado —respondió Marla, no era la misma chica débil, aunque aquella cicatriz en medio de su abdomen dijera lo contrario. Lo de la otra Marla solo fue una distracción.
—Me alegra que haya pasado, la vida es un ciclo sin fin lleno de cambios hasta el día en que morimos —Edgardo se quedó en silencio unos segundos—. Aunque los cambios pueden significar también perdernos a nosotros mismos.
—Yo no tendría problemas con eso —interrumpió Marla. No quería seguir siendo aquella chiquilla miedosa. Aun así, seguía preocupándose demasiado y aterrándose ante la idea de pelear.
—¿Aunque eso te haga alejarte de tus sueños? —Marla miró un instante a Edgardo. El moreno pálido se inclinó hacia adelante—. ¿Por qué te uniste a la ASC?
—¿Yo? —Marla lo pensó unos segundos—. Porque quiero ser fuerte, quiero dejar de ser una chica débil.
Edgardo esbozó una media sonrisa y regresó a su asiento. Pasó el resto del viaje en silencio, dejando a Marla con su mente dando vueltas a su última pregunta. Ella estaba segura de que se quería volver fuerte, que quería dejar a la niña miedosa e indefensa atrás. Quería ser como Alonso, como Zeth o Kevin que no dudaban en enfrentar a sus enemigos.
Marey y Zeth fueron citados a primera hora del quinto día fuera de la agencia en la cabaña de reuniones de los rebeldes. Según Steve necesitaban hablar de un detalle del plan de infiltración que tantas veces habían repasado a lo largo de la semana. Fueron hasta aquel lugar donde nada más cruzar la puerta principal se sentía la tensión que aumentaba cada día que pasaba.
Subieron hasta la sala de planeación, donde los rebeldes principales observaban por millonésima vez los planos del Olimpo. A Marey comenzaba a cansarle lo meticulosos que podían ser aquellos sujetos, sin embargo, ella misma sabia los riesgos de la misión y que era mejor tener todo planeado, hasta el más mínimo detalle, desafortunadamente con ellos estaban los chicos más impredecibles que había conocido en su vida, quienes armarían una escena en cuanto les quitara un ojo de encima.
—Me alegra que hayan podido venir —Los recibió Steve señalando la mesa central—. Pasen tenemos algo muy importante que pedirles.
Se acercaron a la mesa holográfica. Los planos estaban llenos de fichas blancas y rojas, con la mayor parte de las rojas en el área central y las blancas en distintos puntos de los complejos, rodeando el área. Sin embargo, seis fichas de color negro estaban reunidas en el complejo de Oeste.
—Verán, el plan es hacer un ataque sorpresa y en conjunto a los Altos durante la ejecución, matándolos y rescatando a sus compañeros de una vez por todas —Rolan les explicó acercando cuatro fichas que rodearon a las rojas—. Sin embargo, queremos detonar todos los complejos de los altos antes de irnos. No queremos que quede rastro de ellos.