En contra de las ordenes de su líder, Arlette dejó su posición para ayudar a su viejo amigo. Escuchó por el comunicador el pánico en las voces de los agentes y no iba a quedarse parada mientras eran masacrados. Dio vuelta al dragón y en su camino se encontró con Lucio, se acercó deprisa al verle inconsciente en aquel lugar. Se aseguró que estuviera vivo, pues su estado era deplorable. Buscó con la mirada al causante de todo eso, y lo encontró.
El hombre arremetía violentamente contra los agentes, la sangre salpicaba y los gritos causaban escalofríos a quienes escuchaban. Arlette tragó saliva antes de ponerse en marcha, tenía un muy mal presentimiento. Se aproximó a él, quien había derrotado a todos los agentes que protegían aquella parte del perímetro. Se le revolvió el estómago a ver la brutalidad con la que los atacó, arrancándoles extremidades, causándoles heridas que inevitablemente acabarían con sus vidas. El sujeto soltó al último agente y se volvió al dragón, amenazando con la mirada a todos los que estaban detrás del campo de fuerza.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó Arlette manteniéndose alerta. Nunca había encontrado a alguien que le causara tanto temor.
Volteó a verla, el sujeto tenía su cabeza ensangrentada, cubriendo parte de su cabello casi a rapa. Sus ojos rojos y saltones lo hacían ver como un animal, sin mencionar que sus manos eran garras y los colmillos le sobresalían.
—Apártate —respondió el otro sin darle tanta atención—.Mi objetivo es el dragón, no tu.
—Nadie puede acercarse, debe alejarse de…
El sujeto se abalanzó contra Arlette y de un puñetazo al pecho la hizo retroceder varios metros. Ya había sentido algo similar así aquella vez que el Bisonte del bosque la pateó, pero era increíble ver a un humano con tanta fuerza. Era porque ese no era un humano, era un Doble. Se levantó del suelo, sacudió su ropa y tomó ambas navajas en forma de medialuna de sus estuches.
—Eres un desgraciado —dijo a pesar de lo que le costaba respirar—. Necesito refuerzos, presunto Doble quiere acercarse al dragón.
—Enterado agente, los refuerzos ya van en camino, tratade contenerlo —escuchó decir a Juana por el comunicador.
—Apártate —dijo él, preparándose para pelear en contra de Arlette—. Necesito llegar al dragón.
—¿Para qué quieres eso? —Arlette se puso en posición de ataque elevando una navaja sobre su cabeza y la otra delante.
—Eso no te importa.
El sujeto arrojó un puñetazo que Arlette logró esquivar haciéndose a un lado, con una de sus navajas le hizo un profundo corte en el brazo. Dio un par de pasos lejos de él, al voltear lo vio corriendo con su brazo izquierdo colgando a un lado mientras se preparaba para golpearla con el derecho. Lo esquivó y con el mango de sus armas le golpeó la boca del estómago doblándolo a la mirad. Dio una vuelta completa para así poder propinarle una patada en la quijada que lo derribó.
El hombre quedó en el suelo temblando de dolor. Arlette sintió algo de decepción al verlo quejarse, esperaba que esa fuera una oportunidad para contarle a Alonso de algo emocionante mientras trabajaba, pero parecía que solo era otro delincuente con fuerza bruta. Se acercó, de uno de su cinturón sacó un par de muñequeras negras de hierro, las cuales se convertían en esposas nada más activarlas. Justo cuando lo iba a esposar el intruso barrió el suelo con una pierna haciéndola caer. Se levantó lo más rápido que pudo y se puso encima de ella, lanzó golpe tras golpe de los cuales Arlette tuvo que defenderse y esquivarlos.
Para su suerte era muy lento, sus ataques parecían los de un anciano a comparación de algunas bestias del bosque a las que había enfrentado, y aunque si eran en lo absoluto fuertes, podía aguantar los roces de estos. Sonrió, lista para hacer una contra llave, pero en ese momento la sonrisa se le quitó del rostro. El sujeto se llenó de un ligero brillo azul y poco a poco sus golpes comenzaron a ser más rápidos y fuertes, tanto así que al golpear con el suelo este temblaba. Arlette se preocupó mucho y en un breve descanso del hombre se hizo a un lado y le clavó su navaja en el hombro.
Tras gritos y quejas la chica logró librarse de él y tomar su distancia. Observó su arma, bañada en una muy liquida capa de sangre, misma que salía del cuerpo de aquel tipo como si fuera un rio. «¿Por qué estaba tan liquida?»
—¿Quién diablos eres? —preguntó Arlette esperando que no se desangrara, no quería ser culpable de su muerte, no quería cargar con ello en su consciencia.
—Yo… —El sujeto puso una mano en su hombro, presionando la herida con un dedo mientras era rodeado por aquel brillo azul de nuevo—. Soy Iker Dasnil, y soy quien se convertirá en el próximo miembro del Tridente de Dunkel.
Dicho eso el sujeto se soltó la herida y corrió hacia Arlette con una velocidad que no había mostrado antes. La herida en su hombro cerró como por arte de magia, calmando por un segundo el corazón de Arlette. La chica se preparó, desvió con sus navajas los golpes de Iker. Dio un salto hacia atrás, giró sus armas y regresó a la acción, esquivó un par de golpes al tiempo que usaba sus cuchillas para hacer ligeros cortes en todo el cuerpo del sujeto, atrapó el cuello de Iker con una de las navajas, se puso detrás de él y lo levantó sobre su espalda para derribarlo.
Arlette puso su pesada bota sobre la cabeza de Iker y liberó su daga del cuello. Respiró agitada, hacia mucho que una persona no la hacía esforzarse tanto. Lo observó, también parecía agitado, no esperaba una reacción así de uno de los famosos sirvientes de Dunkel que lograban destruir edificios enteros y poner en aprietos a los mejores Dobles de la agencia.