La conmoción a lo largo de los nueve continentes comenzó a menguar tras varias semanas de exhaustiva búsqueda del responsable del ataque a la sede del Alto Mandoel pasado febrero. Un grupo de representantes de cada continente. El Ejército de la Paz, formado por soldados entrenados para la protección incondicional de los Altos, como solían llamarlos, irrumpieron en cada lugar, más nunca hallaron al culpable.
Rápidamente se comenzaron a crear teorías respecto al atentado. La gente decía que se trataba de grupos rebeldes, que se trataba de una cortina de humo para ocultar los terribles actos de los Altos. Sin embargo, la que más fuerza tomó, y que incluso apareció en el noticiero como tema central en más de una ocasión fueron los Dobles.
Los Dobles, como popularmente se les dio a conocer, eran personas con habilidades sobrenaturales que a simple vista lucían como humanos normales. Pero con capacidades telequinéticas o de transformación. Su origen era desconocido, comenzaron a aparecer de la nada algunos años atrás, en su mayoría aprovechando esas habilidades para beneficio propio. La gente empezó a tomarles desprecio debido a ello.
Aun así, para Andrea era diferente, ella confirmó en carne propia que no todos los Dobles eran iguales. Por eso no le prestó atención al noticiero mientras terminaba de arreglarse, era un día especial; después de un par de años como capturista en el área administrativa de la ASC, Gabriel la llamó a su oficina para devolverla al campo por última vez. Andrea aceptó la misión a pesar de esa voz interna que le decía que no lo hiciera.
El dolor por pérdida de su amigo seguía haciendo mella en sus pensamientos de vez en cuando. Aunque ya no eran dolorosos, pues intentó recordar solo los momentos más hermosos con él, dudaba continuar compartiendo un lugar o de retomar a quienes dejó atrás. Se alejó tanto de sus compañeros en un inicio que empezó a verlos como extraños después de un tiempo. Ahora, años más tarde, se encontraba en su habitación dentro del rascacielos, mirando desde la cama su nuevo atuendo. Un conjunto negro de dos piezas, falda y chaqueta, esta últimallevaba bordada a la altura del brazo la insignia roja de la ASC. El Leon, representante por excelencia de la protección.
La esperaban en la sala de juntas, por lo cual se apresuró a cambiarse y salir. Las residencias para los agentes adoptados por la Agencia estaban en los pisos más altos. Tomó el ascensor ybajó con el corazón loco con cada piso que descendía. Al abrirse las puertas, avanzó sin pensar en lo que se venía.
El cuarto era enorme, abarcaba medio piso. El ascensorabrió sus puertas, accedió a la sala de tonalidades grisáceas. Desde allí pudo ver a las tres personas que conoció años atrás. Dos hombres, uno vestido con el típico uniforme negro de la Agencia y otro que portaba un estilo más casual, parecía motociclista. A su lado estaba la chiquilla que tanto laenamoraba, aunque ya debía tener más de veinte años. Hacíamucho tiempo que no los veía.
Caminó con las piernas vueltas gelatinas por los nervios, pero motivada a estar a su lado nuevamente. Poco a poco su corazón recordó los bellos momentos a su lado y la emoción que sintió al estar con ellos. Se paró en medio de los tres, a un lado de su amiga de hermosa melena roja y ojos verdes brillantes que la estudiaban, así como los suyos la observaban a ella. Ninguna se reconocía, cambiaron mucho en ese tiempo separadas. A Andrea le dieron ganas de llorar, pero tenía que ser fuerte. Le regaló la sonrisa más calurosa de su vida.
Por otro lado, el hombre de rasgos asiáticos fumaba y exhalaba el humo al techo, sin importarle las alarmas contra incendios; resultaba molesto. Empezó a fumar después delfatídico día, en el que Angel dio su vida por todos. En el asiático, la edad parecía ser su amiga. El hombre de treinta añosera mayor que todos, pero se mantenía en mejor forma que cualquiera que hubiera visto en acción. A su lado, el hombre de grandes sonrisas y calma segura, el de atuendo de motociclista,desencajaba de entre los demás miembros de la Agencia.
A pesar de sus diferencias, tenían un corazón que le pertenecía a la ASC. Los cuatro... cinco, hicieron el juramento de lealtad el mismo día. Nuevamente estaban juntos. Formabanun equipo. Un golpe en el escritorio que tenían enfrente causóque Andrea dejara sus fantasías. Un hombre los miró, se veía que la vida lo había dotado de juventud como castigo, porque a pesar de estar algo entrado en años se mantenía completo. Con unas pocas canas visibles saliendo de su cola de caballo yalgunas arrugas en su frente.
En la mesa puso una carpeta con la información necesaria para la misión. El corazón de Andrea se estremeció. Sintió mucha emoción y no le importaba que clase de misión fuera la aceptaría, sin duda alguna quería volver.
—Los quiero a los cuatro trabajando juntos —dijo el hombre con un dejo de regaño, como el de un padre que conoce a sus traviesos hijos. Asintieron, mantuvieron la mirada arriba en espera de información. Sin embargo, el hombre regresó la mirada a los archivos que aún conservaba en su escritorio.
—¿Eso es todo? —preguntó el asiático con seriedad. Dio una calada a su cigarrillo. Se le notaba el descontento desde donde estaba Andrea. Siempre fue así, serio y a veces muy impulsivo—. ¿No deberías de darnos instrucciones más claras? ¿Por qué estamos reunidos otra vez? ¿Qué clase de misión es la que nos está encomendando? No puede solo juntarnos así.
—Tranquilo, Meg —dijo el motociclista con un tono relajado, esperando que la calma se contagiara a su compañero—. Ya sabes cómo es esto. Además ¿No estamos lo suficientemente experimentados para hacerlo por nuestra cuenta?
Editado: 23.05.2022