Agencia de Seguridad Civil: Los Reclutados

Capítulo 4: Marey

El día que su familia decidió visitarla fue perfecto. Su décimocumpleaños en una fresca tarde de diciembre. Veía a sus padres como lo máximo, aunque solo podía verlos una vez al año por reglas del maldito internado donde la habían metido, se encargaban que ese día fuera el mejor. Cada que la visitaban le recordaban que estar lejos era para el bien de ella, y Marey lo aceptaba, no podía contradecir a sus padres.

La abrazaban y besaban demostrándole su amor, sacaban las caricias contenidas por todo un año. Marey las recibía encantada, la emoción era tal que sentía una enorme presión en su cuerpo que deseaba liberar.

Pero su décimo cumpleaños fue distinto, pasearon por el campo después de una sesión de besos en la mejilla de su padre. Marey recolectaba flores que pensaba dárselas a su madre.Volteó para saludarlos, agitando su mano en el aire. Su padre le extendió los brazos para darle un gran abrazo. Corrió a ellosemocionada, con las flores cayéndose de sus manos, pero entonces algo sucedió. Su cuerpo se calentó como nunca y la presión que sentía de pronto se liberó cuando estuvo solo a centímetros de ellos, la liberó en forma de una explosión.

Después de eso se recordaba sentada en aquel cráter que quedó tras la explosión llorando. No quedó nada rastro de sus padres. Solo la compañía de un extraño hombre salido de la nada, que llegó para quedarse.

Despertó exaltada, su cuerpo temblaba como cuando el fuego se apagaba en las madrugadas de invierno. La misma pesadilla de siempre. Odiaba recordar su error una y otra vez. Durante su sueño solía escuchar su voz chillante que llamaba asu madre. Abrazó sus piernas y puso la cabeza entre las rodillas,sollozando, esos solían ser sus días buenos.

Se puso en pie cuando estuvo más tranquila, dormía sobre una cama de cartón y sabanas desde un par de años después de ese accidente. Volteó a ver su vieja hielera verde que colgaba de un cable, protegiendo su interior de ratas y perros callejeros. No dejo que su condición la desanimara, al menos tenía su estufa hecha de materiales reciclados, la cual nunca se apagaba.

Sus mañanas eran iguales, despertar alterada sin haber podido descansar, arreglar su hogar para los posibles intrusos y salir en busca de comida. Era ahí cuando todo se volvía entretenido y olvidaba su pasado.

Vistió la ropa típica de la ciudad, una camisa morada floreada en la parte inferior, bastante desgastada, que le llegaba hasta debajo de las rodillas; un pantaloncillo morado que combinaba con las flores y unos zapatos planos. Se agarró el cabello en una coleta, cubrió la mitad de su rostro con un chal y salió de su refugio. Colocó con sumo cuidado las tablas que cubrían la entrada.

No dio más de dos pasos por la calle cuando vio su imagen en un cartel de se busca. Sonrió, no se sentía orgullosa de tener que robar y mentir para conseguir alimento, sino porque ella podía hacer un dibujo mejor.

Llegó al centro de la ciudad. Cientos de personas caminaban en todas direcciones, chocaban hombros en muchas ocasiones, pero la prisa los hacía pasarlo por alto. Las calles eran transitadas al mismo tiempo por vehículos de todo tipo, carros, camionetas, autobuses y motocicletas, unas tan pegadas a las otras que podías contar los centímetros con una regla. Todoen un constante caos.

Buscó el desayuno entre los puestos, en el que más personas tenía. Había practicado tantas veces que era difícil que alguien se diera cuenta que robaba. A veces pensaba que la gente del pueblo era muy torpe y descuidada. Se acercó al puesto con su rostro cubierto para que no ser reconocida, intentó no llamar la atención, pero sintió que no lo conseguía, la mirada de alguien le taladraba la nuca, pero por más que volteaba no encontraba alresponsable. Intentó concentrarse en lo que estaba haciendo, entonces se dio cuenta que la dueña la estaba viendo, tanto tiempo sosteniendo una manzana debió alertarla.

—Te la llevaras o solo estas modelando, muchachita —dijo la mujer con mal genio.

Marey dejó la fruta en su lugar, se molestó consigo misma. Por una estupidez se estaba quedando sin comida. Avanzó un poco más, con la esperanza de tener suerte en otro lado. Giró en una esquina, chocando con un par de policías, accidentalmente soltó su chal, descubriendo su identidad. La vieron unos segundos como si hubieran visto un fantasma. Marey sonrió encogiéndose de hombros y corrió, procuraba no ser vista, pero cuando tocaba escapar, no dudaba.

Los uniformados corrieron detrás de ella haciendo sonar sus silbatos para alertar a otros policías. Le gritaban que se detuviera, pero ella hacia caso omiso. Era rápida y ligera, su metro sesenta era de gran ayuda para escabullirse en lugares pequeños. Mientras corría tomo un poco de comida, entre ellas un pollo que colgaba en un puesto y frutas y verduras, las guardó en una bolsa que llevaba consigo tan rápido como sus torpes manos la dejaron. No olvido la manzana que antes no pudo robar. Corrió con la manzana en su boca, burlándose de los diez hombres que la perseguían.

*

—Santiago —Andrea llevó a Santiago a un restaurante de comida típica donde comía su tercer plato—, ¿Qué será todo ese alboroto?

—No lo sé ¿Qué podría ser? —contestó Santiago con sarcasmo mientras comía todo lo que podía—. Al juzgar por las pisadas, un grupo de diez... no, doce hombres están persiguiendo a una chica de al menos uno sesenta de altura, cabello oscuro por debajo de los hombros, piel morena y que posiblemente este escapando de la policía. Me da más por favor —Le dijo al hombre que tenia de frente—. Por cierto, estará aquí en un par de segundos. ¿Ustedes de casualidad no manejan las tortillas?



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En el texto hay: accion, aventura, poderes

Editado: 23.05.2022

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