Marey luchaba por no distraerse, mantenía su mente concentrada en el paisaje. Movía su mano de aquí para allá, pintando con su lápiz de color cada detalle de aquel traga sables que hacia su espectáculo a mitad de la calle. No solía hacer eso, detenerse y dibujar a las personas de la ciudad. Pero sentía la necesidad de hacerlo, de perderse en su mundo y dejar de lado lo que le había ocurrido en ese par de dias. Trató de no pensar en el hombre de las ardillas y tampoco en el chico que aseguró atraparla. Un rugido en su estómago la distrajo, no había comido en todo el día.
Guardó la libreta que usaba para dibujar. Acomodó el lápiz en un estuche donde tenía todos sus colores y demás instrumentos de dibujo acomodados en un orden casi perfecto, solo quedaba un hueco, uno donde faltaba un color que no la dejaba estar en paz cada que abría ese estuche. Se alejó de la orilla del techo de aquella casa de dos pisos y dio la vuelta. Vio parado al otro extremo del edificio al mismo muchacho que la atrapo entre sus brazos. Soltó sus cosas y se puso en alerta.
Se vieron a los ojos un par de segundos, el chico sonrió tratando de ser amable, como todos los que la intentaron atrapar los últimos diez años. Nunca le gustó la hipocresía de quienes trataban de arrestarla, creyendo que al mostrarle su sonrisa a una niña ya la habían engañado. Lo examinó bien, pues no era como otros policías. Tenía un short café con varias bolsas y una camiseta de cuello en V, lucia como una persona normal.
—¿Quién eres? —preguntó Marey mostrando hostilidad.
—Mi nombre es Santiago —dijo el chico—. No vengo a lastimarte. Mi jefa y yo vinimos a ofrecerte que te nos unas. Sabemos un poco de lo que puedes hacer con tus habilidades y...
—Mis habilidades —repitió Marey en voz baja, observando sus manos.
—Si, sabemos que puedes hacer y un poco de lo que has vivido...
Marey comenzó a temblar ¿Cómo lo sabían? No quería recordar más aquellos días. ¿Por qué todos tenían que recordarle el pasado que quería borrar? Hacerla volver a día momento en que lo perdió todo por su culpa, porque era su culpa, ella causó tanto dolor.
—Oye —Santiago la devolvió a la realidad—, tiraste los colores.
—¿Qué? —miró hacia abajo, había pisado el estuche de lápices decolores. Se lanzó al suelo y comenzó a acomodarlos, se tomó su tiempo para ponerlos en orden—. Falta el violeta ¡¿Dónde está el violeta?!
—Te puedo echar una ma... —Santiago intentó acercarse, pero la mirada de Marey suficiente para mantenerlo lejos. Nunca vio a alguien exaltarse tanto por unos colores. Su celular sonó un par de veces antes de contestarlo, era una llamada de Andrea—. La encontré... Si esta justo frente a mi... ¿Qué haga qué? No, esta chica está loca... ¿Cómo que porque lo digo? Acaba de cambiar de humor tres veces en menos de un minuto, no quiero saber cómo se pondría si estuviera en sus días.
—Te estoy escuchando ¿Sabes? —Marey se le quedó viendo, podría estar loca como él decía, pero no sorda.
—Marey —Santiago colgó la llamada—. Acompáñame por favor. Necesitamos explicarte todo a detalle. Te aseguro que no te arrepentirás de esto. Mi jefa es alguien muy peculiar, ya verás.
—¿Y si me niego? —Marey no confiaba en ellos. Creía queera una trampa.
—Te obligaré ¿Conoces las jaulas? —Santiago se encogió de hombros.
Marey no lo tomó bien, se lanzó contra Santiago. Impactó contra él haciendo que ambos cayeran desde el techo. Marey se puso encima de Santiago y golpeó su rostro un par de ocasiones mientras caían. Santiago rodeó a la chica con sus brazos, protegiendo su cuerpo del impacto. El golpe dejó a Santiago sin aire. Marey se levantó ilesa, trató de volver a atacar con sus manos envueltas en fuego. Una pared de piedra se elevó frente a ella. Santi asomó la cabeza, apenas podía respirar.
—Pensé que moriría —soltó Santiago, estaba a punto de hablar cuando ella ya tenía su pie pateándole el rostro—. Ya... Basta... Marey… detente.
—Pensé que me obligarías a ir con ustedes —Se burló al ver que era incapaz de atraparla como todos los demas.
—Solo estaba bromeando. Solo quiero que te nos unas.
—Entiende esto, Santiago —regresó a las escaleras que la llevaban al techo, volvería por sus colores y su cuaderno antes que el viento se los llevara—. Si no quieres que tú y tus otros compañeros salgan lastimados, es mejor que se olviden de mí. Yo solo causaré dolor, basta con ver tu ropa para saberlo.
Santiago bajó la mirada a su pecho, su camisa estaba chamuscada, y la piel enrojecida. No quiso imaginar que hubiera pasado si la hubiera sostenido por más tiempo. Al voltear la mirada al edificio, logró ver su cuerpo llegar al techo y desaparecer.
Marey no entendía cómo se enteraron de su existencia, desde aquel accidente había hecho lo imposible por no ser detectada. Por eso no había escapado del pueblo, por eso seguía escondida en aquel callejón de los barrios más desolados, donde nadie iría y pudiera pasar desapercibida. Por eso haría que ese chico y su jefa se resignaran hasta irse, no aceptaría ninguna propuesta de ninguna persona a la que pudiera lastimar.
Regresó a su hogar, el único lugar donde podía relajarse. Guardó sus cosas en un pequeño cofre y se acostó sobre lasmantas que servían de cama. No pudo dejar de dar vueltas a su encuentro con Santiago, se preguntaba porque la querían si ya conocían su historia.
Editado: 23.05.2022