Agencia de Seguridad Civil: Los Reclutados

Capítulo 10: Zeth

Ya no podía mantenerse en pie, junto a las explosiones y el piso cubierto de nieve, la herida en su costado lo hacían tambalear. Había perdido mucha sangre. La cabeza le daba vueltas, nada estaba claro. Ni siquiera el por qué estaba ahí. Tropezó, golpeando de lleno en su cara. Deseaba quedarse en ese lugar, su cuerpo le suplicaba que descansara. Las heridas le gritaban que no se moviera y su mente murmuraba la paz que le causaría quedarse ahí. Pero su corazón lo obligaba a levantarse. Tenía una tarea muy importante que cumplir. Levantó su cuerpo del frio asfalto mientras las explosiones hacían volar escombro por todas partes. Quitó cabello de su frente y caminó algunos metros más.

Las voces volvieron, ordenándole que hacer. En días como esos detestaba su habilidad, que en muchas ocasiones era lo más útil del mundo, pero ese día no fue así. Los cientos de personas que escuchaba se mezclaban en un torbellino de ideas que materializaban, no en el mundo real, a dos hombres. Los portavoces del otro mundo. Uno grande e imponente que vestía un traje de panadero. Por otro lado, el granjero de delgada apariencia. Thul y Ezequiel. Sus miradas eran de decepción, al igual que sus palabras. Zeth los atravesó sin importarle su aparición. Ya estaba acostumbrado.

—No eres más que una vergüenza —dijo con voz gruesa Thul—. Escapas de la misión. No planeas terminarla.

—No seas así con el chico, Thul —intervino el granjero con una voz más aguda—. Que no vez que ni siquiera puede hablar. No es su culpa ser tan incompetente... inútil... descerebrado... y cosas por el estilo.

Zeth los ignoró, aunque quisiera no podía responderles, estaba enfocado en sobrevivir. El aire comenzó a faltarle y las fuerzas desaparecían de sus rodillas. Una explosión lo derrumbó. Rodó por las calles hasta quedar al lado de un automóvil. Estaba acabado. Nunca debió de hacerles caso «¿a ellos que les preocupaba?» Ya estaban muertos.

No podía seguir, se quedaría en el suelo, esperando que todo mejorara y entonces seguiría con su camino. Ellos se enojarían, pero no importaba. Necesitaba un descanso. Cerró los ojos, recostó la cabeza en el piso y dejó que la calma lo invadiera. Tenía mucho sueño, y dormir cinco minutos no sería tan malo.

Despertó de golpe, se incorporó de un salto mientras trataba de descifrar en donde estaba. Unas tiernas y cálidas manos lo calmaron. Lo recostó otra vez sobre su regazo devolviéndolo a su profundo sueño.

*

Marey estaba desesperada, pero a la vez sorprendida. Andrea les pidió ayudar para buscar al siguiente candidato para ser miembro de la ASC, y Santiago solo se había limitado a comer sin parar. El chico entró al primer puesto de comida que entro, sin darse cuenta de que era un restaurante de comida francesa, con unos precios que cuando ella vio, sitio que la quijada se le caía. Y Santiago ya iba por su cuarto plato sin tener eso en cuenta, con la excusa de que las porciones eran pequeñas. Movía la pierna con impaciencia, en cualquier momento Andrea los encontraría comiendo y les traería problemas. En un arrebato de impotencia se levantó de la mesa arrastrando la silla de tal manera que llamó la atención de los demás clientes.

Santiago volteó a verla asustado, como si se tratara de una bomba, y eso es lo que Marey se sentía. El calor de su cuerpo crecía lentamente. Lo vio en el sudor de su compañero.

—¿Podemos irnos ya? —preguntó ella avergonzada—. Andrea nos pidió que saliéramos a buscar al Doble, no ha comer todo lo que podamos —La chica regresó a su asiento. Miró a su esperando que las miradas ya no estuvieran sobre ella.

—No te preocupes —dijo Santiago después de una bocanada de comida—. Estamos en el lugar indicado si quieres encontrar a alguien... Por lo menos si es como nosotros.

—¿Qué quieres decir? —Santiago le hizo una señal con el tenedor a un grupo de hombres que platicaban detrás de ellos.

—Yo lo vi en las noticias —dijo uno—. Dicen que ese sujeto se escabulló en la estación y liberó a todos los esclavos.

—No uses esa palabra —reprendió otro—. Tú sabes que son “criminales”.

—Si —afirmó un tercero—, para cuando los guardias se dieron cuenta los criminales ya estaban armados y empezó la lucha. Lo demás ya está en las noticias.

—¿Y lo atraparon?

—No, eso es lo más extraño. Al final ningún criminalsobrevivió, pero tampoco se encontró el cadáver del extraño. Se dice, que el Ejercito de la Paz limpio la zona.

—Ojalá lo hayan atrapado.

—Lo veo imposible.

—¿Por qué?

—Porque ninguna cámara pudo verle la cara, como si hubieran borrado su identidad a propósito. Dicen... Que tuvo ayuda.

—Tuviste suerte con tu teoría ¿Cierto? —Le dijo Marey a Santiago.

—No tienes idea de cuanta —Respondió Santiago regresando su atención a la comida.

 

La falta de aire lo hizo levantarse de golpe, arrancándole un grito de dolor. Miró a su alrededor, un médico sostenía las paletas en lo alto con el mismo miedo que Zeth tenía al encontrarse en un lugar desconocido. Volvió a caer inconsciente en la camilla.

Horas más tarde despertó más calmado, consciente de que no estaba en medio de la batalla o en manos del Ejército de la Paz. La luz del sol, que entraba por una vieja ventana, lo cegó. No tenía idea de donde estaba, no era un hospital como llegó a pensar. Las paredes eran de un anaranjado deteriorado. Las ventanas estaban rotas, y los agujeros estaban cubiertos por cartones.



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En el texto hay: accion, aventura, poderes

Editado: 23.05.2022

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