Agencia de Seguridad Civil: Los Reclutados

Capítulo 19: Kevin

Las sirenas sonaban por toda la ciudad, la policía se movilizaba por todos lados, desde las avenidas más concurridas hasta los callejones más oscuro. El museo había sido robado y solo se dieron cuenta cuando uno de los guardias hizo su ronda de vigilancia. Lo mismo sucedió con las joyerías de la misma avenida, estaban todas vacías. Ya no sorprendía a nadie que eso pasara sin tener rastro alguno de daños a la propiedad ni forcejeo con guardias o cerraduras. Ya era el quinto robo del año y seguía sin haber alguien tras las rejas, creando un ambiente de inseguridad en las personas.

Kevin se rio de ellos, por mucho que lo intentaron capturar no pudieron. Su viaje por la ciudad se terminó después de tomar esa gran gema del museo de historia natural de la ciudad. Entró pensando distraerse viendo las grandes bestias del pasado y quizás jugar con el cuerpo de algunas momias, pero cuando lo vio no se pudo resistir, un diamante resguardado en un contenedor de vidrio a prueba de balas con una cerradura que jamás había visto.

Así que esperó paciente a que los visitantes se fueran del museo para ponerse manos a la obra. Con sumo cuidado acercó su mano al gigantesco rubí, atravesando toda barrera que existía entre ellos. Su corazón palpitó a mil por hora, los nervios se hicieron presentes en sus manos, el sudor cayó de su frente como cascada. Rogó porque nadie lo viera por las cámaras de seguridad o que el guardia estuviera dando vueltas por algún lado.

Fácil. Demasiado. Sacó el diamante y corrió por los pasillos emocionado como un niño pequeño. Salió sin que nadie lo viera, feliz por otro robo impecable. Siguió todo su trayecto de vuelta a casa por la misma avenida y parecía que las tentaciones no paraban de seducirlo. Vio un par de joyerías que susurrarondulcemente su nombre, llamaron a cada parte de su ser a entrar y llevarse todo.

En cuestión de minutos lo había hecho, llevaba las joyasguardadas en su mochila y aunque le apuntaron varias veces con un arma no se dejó intimidar. Así fue como comenzaron a escucharse las sirenas de los automóviles policiacos y él echó a correr.

Y así llegó al techo de un departamento con la mirada en la avenida, viendo pasar los vehículos a toda marcha.

—Idiotas —exclamó el chico en forma de burla.

—¿Quién anda ahí? —preguntó una señora tomando por sorpresa a Kevin.

—¡Un gato! —El chico saltó desde el segundo piso a los arbustos del jardín de la casa para desaparecer entre la oscura noche.

Kevin no era la persona con la mejor fama de la ciudad. Su vida se basaba en robar a quienes tienen para dárselo a él mismo. Nadie más lo iba a disfrutar de la manera en la que él lo hacía, nadie más gozaría tanto como él. Y aunque existiera no le importaba, el oro era todo suyo. Aunque no pudiera gastarlo le gustaba, le hacía sentir bien.

Kevin era de tez morena, perfecta para sus trabajos nocturnos, a eso se le acompañaba una cabellera risada. No era ni bien un afro, pero con el tiempo suficiente y una arreglada claro que podía hacerse uno. Contaba con una estatura promedio pasando el uno con setenta de estatura y un cuerpo de complexión delgada. Una persona pequeña en cuanto a sus dimensiones.

Kevin no era como los demás chicos de la calle, comenzando por que se había convertido en el más grande ladrón de la historia de su ciudad con apenas diecisiete años. Por otro lado, estaba su hogar, una base secreta que él describía como "Mega espectacular súpercalifragilisticoespiralidoso". Un edificio abandonado en la zona más pobre de la ciudad albergó a muchas familias que en algún momento, pero que ahora era de su propiedad.

Llegó a su hogar, ese edificio color arena deteriorado por la falta de mantenimiento a lo largo de los años. Algunas ventanas, que estaban rotas, se cubrieron con madera para evitar la entrada de frío por las noches y en invierno. La pintura se caía de las paredes por partes, sabía que alguien debía encargarse de arreglarlo, pero lo dejó pasar, solo quería entrar y dormir un rato.

Dentro, subió las escaleras hasta el último piso, mirando en el camino a los chicos que vivían con él. Saludó a un par de ellos y a otros solo los vio. Todos ellos eran parte de su nueva familia, de su banda de chicos ladrones. Solo una quinta parte de quienes pertenecían a la banda eran mujeres, chicas que rondaban desde los seis años hasta los quince. En aquel mundo al que él pertenecía no existía edad para ser abandonado, solo pasaba, un día estabas con tu familia disfrutando y al otro robabas para sobrevivir.

La idea de tener un lugar tan grande, pues el edificio tenía diez pisos, le desagradó en un inicio. No quiso ser el único que se quedara ahí, de esa forma con el paso de los años algunos niños se fueron uniendo a la aventura de una vida sin reglas,solo las de Kevin. No le había causado problemas en ningún momento, porque quien no aceptaba o se revelaba era expulsado casi de inmediato.

Kevin era descrito como «Incontrolable» por los demás. Nunca se detenía en sus bromas y burlas. Más de una vez intentaron voltearle las cartas, pero él parecía estar un paso adelante pues nunca caía. Y sus venganzas eran peores. De alguna manera eso relajó a la banda, los hacía divertirse y carcajear un buen rato.

—Oye, jefe —habló uno de los más jóvenes, un chico de siete años de cabello castaño y ojos grises. Era ciego—. ¿Cómo estuvo su descanso?

—¡Tony! ¿Cómo? ¿Cómo haces eso? —quiso saber Kevin. Tony siempre lograba identificarlo, haciendo que Kevin dudara de su invalidez.



#2091 en Otros
#361 en Acción
#141 en Aventura

En el texto hay: accion, aventura, poderes

Editado: 23.05.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.