Alonso caminó por las empedradas calles mientras el sol se ocultaba detrás de Las nevadas colinas. Los faros de la antigua vía se encendieron uno a uno hasta dar con un viejo bar, de donde provenían gritos de alegría. Risas, música, cerveza y cigarros se sentían a metros de distancia. El chico se acercó, empujó la pesada puerta de madera y se dejó envolver por el ambiente. Hombres y mujeres bebiendo y cantando. Meseros yendo y viniendo de un lado al otro con comida y platos vacíos. Caminó hasta la barra principal donde pidió algo de beber y esperó.
Aquellas voces volvieron a atormentarla con palabras hirientes cada que se acercaba al escenario. Le gritaban lo tonta e inútil que era y que siempre seria, lo que la hacía encogerse en su lugar. Cerró los ojos y se tapó los oídos esperando que se fueran. No podía subir de esa manera. Logró calmarse tras unos segundos, necesitaba subir o la despedirían y realmente necesitaba el trabajo.
Con el aire contenido subió al escenario, una plataforma de dos metros cuadrados al fondo del local, ya lo había hecho tantas veces que había perdido la cuenta, y aun así los nervios continuaban siendo parte de ella, temía que a nadie le gustara su canto y la abuchearan hasta hacerla llorar, que no faltaba mucho para que eso sucediera en ese instante. Miró a las personas que se encontraban sentadas, inhaló profundo para calmar sus nervios, cerró sus ojos y lo dejó salir.
Where have all the good men gone?
And where are all the gods?
Algunas personas voltearon a verla, otras solo escucharonde fondo el canto de la chica. Ella sintió una gran calma cuando la mayor parte apartó su mirada, alejando parte de los nervios que sentía, pero algo más la tenía inconforme. En el fondo deseaba que todos prestaran atención a su espectáculo. Se esforzaría porque al final todos la vieran y le permitieran volver a subir, aunque terminara con los nervios de punta.
Where's the streetwise Hercules to fight the rising odds?
Isn't there a white knight upon a fiery steed?
De a poco comenzó a sentirse más segura, haciendo que su voz se escuchara más fuerte y clara con cada palabra, los nervios que la mantenían apresada en un solo espacio del pequeño escenario se esfumaron. Más personas voltearon a verla, sorprendidos por su voz.
—Que bella chica ¿No crees? —dijo un hombre de mal aspecto que estaba en la barra. El sujeto, de camisa negra, ya llevaba un par de copas encima, era notorio en sus mejillas rosadas y su manera pausada de hablar—. Apuesto que podría pasar una buena noche con ella, solo mírala.
Thomas escucho hablar al hombre, y desde que conoció a Marla no se aguantaba las ganas de golpear a alguien cuando hablaban así de ella. A esas alturas tuvo más de una pelea con clientes por lo mismo. Lo que comenzaba a cansarlo, su deseo era sacarla de ese viejo negocio, librarla de esa vida donde lo único que tenía era un maldito empleo que tantos problemas les causaba. Eso mismo lo tenía a un paso de ser despedido por el dueño.
—Eh... No deberías hablar así de las chicas —Junto al tipo de la camisa negra estaba un joven que acababa de llegar bebiendo una cerveza. Su piel era morena y el cabello corto, inusual en las ciudades del norte como Re. Vestía una gabardina y una camiseta roja debajo, en su cuello colgaba un collar con forma de punta de flecha—. Deberías respetarla, ella solo vino a trabajar.
—¿Qué tonterías estas diciendo? —respondió con frustración el hombre—. ¿Acaso eres marica? ¿No ves que la chica es perfecta para saborearla una noche?
—No me interesa —dijo el moreno encogiéndose de hombros—. Solo quiero escucharla cantar —dio un sorbo a su bebida e hizo una mueca de asco—. Esta cosa sabe horrible.
Late at night I toss and I turn
And I dream of what I need
—¡Oye! ¡Primor! —empezó a gritar el sujeto. Thomas se acercó con cautela. Su mirada era asesina, cargada de furia—. ¿Por qué no vienes aquí y me ayudas con un trabajito?
Marla lo ignoró y siguió cantando. Sintio que la angustia le apretaba el pecho, cuando alguien le hablaba de esa forma solía generar problemas.
—¡Oye! ¡Zorrita!
Una botella de cerveza fue a dar contra la cara del hombre, sin darle tiempo a responder la charola de comida de Thomas golpeó la parte trasera de su cabeza sacándolo de balance y arrojándolo al suelo. El moreno levantó la mirada encontrándose con la de Thomas, una de color azul que sorprendió a Alonso primera vista. Estaban complacidos con su trabajo.
La fiesta apenas comenzaba para los dos, un grupo de hombres saltó encima de ellos. Los golpearon sin darles oportunidad de defenderse. Superaban diez a uno a los chicos, pero ellos no duraron mucho tiempo sin responder al ataque. Thomas pateó a un par en la cara para después dar un par de puñetazos en el rostro a los más cercanos. Se puso de píe solo para ser tacleado por otro hombre. Ambos se estrellaron en contra de la barra. El moreno no se quedó atrás, se movía con facilidad entre los ebrios y respondía a sus ataques tan rápido como le era posible.
Marla detuvo su canto al ver el alboroto que Thomas armó por defenderla. Thomas y el moreno contra todos. Intentó bajarse del escenario e ir por su amigo para detener la pelea, pero «¿Qué haría en medio de esa disputa?». No tenía oportunidad de hacer algo si interfería, tenía que buscar a alguien que les ayudara, que los...
Editado: 23.05.2022