Marey entró victoriosa a la ASC, les tomó más tiempo del deseado, pero completaron la misión y Los Libertadores eran llevados por otros agentes a las celdas de prisioneros en espera de ser juzgados por sus crímenes. Mientras tanto la morena se abría paso al ascensor que la llevaría a la sala de entrenamientos. Desde hacía medio año Marey comenzó a ignorar las miradas de admiración de los agentes a su alrededor.
Todo empezó el día que fue asignada junto a un grupo de agentes a detener a una pandilla de Dobles que amenazaban con destruir una instalación bancaria. Todo iba bien en su intento de detener a los Dobles, Marey derrotó a dos de ellos, y cuando las cosas estaban mejor apareció uno por la retaguardia con un ejército de esqueletos que avanzaba acabando con todo el que se pusiera delante. La chica defendió a sus camaradas hasta el cansancio.
Los dirigió durante el encuentro a una mejor posición mientras se enfrentaba no solo al ejército de esqueletos, también a un Anima que le arrojaba enormes pedazos de suelo, que casi la derriban en el aire, en aquel entonces aun no dominaba del todo el volar con sus explosiones, pero gracias a su esfuerzo y su dirección lograron derrotarlos. Fue reconocida tiempo después con un ascenso a teniente, la primera Doble en llegar a ese cargo, estando un grado por encima de sus compañeros, aunque eran los únicos a los que parecía no importarles, y le agradaba que no la vieran como algo más grande.
Las puertas del ascensor se abrieron en la sala de entrenamiento número dos. Aunque ese lugar estaba en constante mantenimiento y mejoras, se podían ver los rastros del arduo entrenamiento al que Marey se sometía casi todos los dias.
La chica se sujetó el cabello oscuro en una cola de caballo mientras recorría toda la sala. Se quitó las botas de combate, dejando que sus pies descalzos tocaran el frio suelo de metal, llevaba una venda en su pie izquierdo y algunas cicatrices saliendo de debajo del pantalón que se arremangó. Arrojó su carbonizada chaqueta a un lado quedando en tirantes y comenzó con los estiramientos.
—Llegas bastante tarde, sabes que tengo un horario muy estricto —Se quejó la joven de casi dieciséis años que se mantenía en una orilla de la habitación.
—Lo siento, se nos dificultó un poco todo —Se excusó la morena volteando a ver a la joven Mara. La chica de cabello oscuro, el cual le había crecido bastante, estaba apoyada en la pared con los brazos cruzados, mirándola con sus facciones fruncidas, mismas que cada día se notaban más maduras al igual que el resto de su cuerpo.
—Entiendo, pero no quiero perder mi libertad condicional —respondió la chica apartándose de la pared y dando pasos hasta Marey. El uniforme de los reclutas de la ASC le quedaba algo grande, pero no le importaba.
—Lo sé, Mara —Marey detuvo sus estiramientos— No te preocupes, terminaremos a tiempo y volverás a casa, además estás haciendo las cosas de maravilla —La morena le regaló una amigable sonrisa—. No creo que te digan nada al respecto, y si lo hacen te ayudaré lo más que pueda.
—Esperemos no necesitarlo —sonrió la otra a medias—. ¿Iniciamos de una vez?
—Si, estoy lista. ¡Comience entrenamiento! —gritó Marey—. Código 97-21-12.
La entrada principal se bloqueó y las compuertas donde se guardaban los robots de Aya se abrieron. Mara se alejó de Marey hasta estar en una posición segura. Cerró sus ojos y al abrirlos estos cambiaron a un intenso color azul. En ese momento Marey dejó de tener poderes, lo que regresó sus ojos a un café oscuro, una sensación extraña, pues el calor al que estaba acostumbrada desaparecía y con ello la seguridad, aunque ya no temía como el día que despertó tras la pelea con «F», no tener sus poderes la ponía muy nerviosa.
El primer robot salió de las compuertas, uno con forma de humano que llevaba una espada en la mano. Marey esquivó su ataque moviéndose rápido hacia un lado, estiró su brazo esperando llenarlo de fuego, pero no pudo hacerlo. Tuvo que volver a saltar para no ser atravesada por la espada del robot, corrió en su contra y dio un salto junto a una patada de lado con su pierna derecha, dolió el golpe contra el metal, pero pudo derribar a su contrincante.
Volvió al suelo manteniendo su pie derecho en el aire, lo bajó suave, tratando de que el dolor menguara. Sin previo aviso un robot más se acercó a ella por detrás, Marey se volteó y le dio un puñetazo en el estómago que dobló al robot. Ellos estaban diseñados para imitar a la perfección las reacciones de una persona normal, pero conforme iba avanzando el tiempo volvían a levantarse siendo más resistentes.
Llegó el punto donde Marey ya no pudo sostener su batalla contra los robots, la superaban en número y un par de puñetazos ya no eran nada contra ellos. Ordenó el fin del entrenamiento, los robots hicieron una reverencia a Marey y volvieron en orden dentro de las compuertas. Mara desactivó sus poderes, volviendo sus ojos negros, como solían ser habitualmente.
—Supongo que hasta aquí llegas —dijo Mara acercándose a Marey, le tendió una toalla y una botella de agua—. Deberías descansar un poco, esta semana has estado más lenta.
—Lo sé —respondió Marey con algo de frustración. Se echó agua al rostro—, pero aún no puedo detenerme.
—¿Aun estas esperando a que vuelvan? —Le preguntó la otra.
—¿Acaso tu no? —Mara le apartó la mirada a Marey. «¿Qué si los esperaba?» Claro que esperaba a que Kevin volviera, quería que lo hiciera.