Mike recorrió cada piso del edificio con su velocidad aumentada, evitando caer hacia los ventanales. Había demasiadas personas dentro, comenzó a pedirles que avanzaran hacia el último piso donde Mirza los estaba encerrando en burbujas de aire que podía mover a voluntad y las llevaba fuera del edificio, hacia la avenida principal. Se detuvo en un momento, descansando su cuerpo. Esteban estaba rugiendo de cansancio afuera, no podía imaginar lo pesado que era encargarse de aquel edificio.
—Mike ¿Faltan muchos? —preguntó Mirza observando como el gigante de pesadillas retrocedía. El edificio se agitó causando desesperación en las personas.
—Me hace falta revisar unos pisos más —dijo el chico avanzando sin importar el cansancio. Dio rápidas zancadas entre departamento y departamento, subiendo por las escaleras—. En cuanto termine nos vemos abajo.
—Apresúrate, no creo que las pesadillas que obtuvo sean lo suficientemente fuertes —anunció Mirza enviando a un grupo más hacia abajo.
Mike recorrió el último piso abriendo puerta tras puerta, encontró una familia en una esquina de la habitación, rezando por alguien que los ayudara. Mike interrumpió con calma y les pidió que salieran, entonces un fuerte temblor los hizo caer a todos. El edificio se inclinó más, Mike cayó sin tener de donde detenerse, golpeó con la ventana destruyéndola en miles de pedazos hacia la avenida, más de diez pisos de caída libre que lo matarían. Esteban seguía debilitándose. Mike escuchó a la familia en el interior gritar y llorar por sus vidas.
—¡Esta bien! —gritó cerrando sus ojos. Recordó su pasado, aquello que tanto le atormentó, para así fortalecer al gran monstruo en que se había convertido Esteban. Parecía funcionar, le crecieron otros dos brazos al monstruo y las fuerzas se renovaron para mantener el edificio en posición recta—. ¡Corran! Suban a la azotea.
Mike corrió detrás de la familia, revisó las ultimas habitaciones sin encontrar a nadie. Subió las escaleras hasta aquel lugar donde Mirza evacuaba a todos, faltando solo la última familia encontrada. Entonces escuchó un llanto, se giró a todos lados sin saber de dónde provenía. Corrió escalera abajo, al único lugar donde no había revisado, y el cual estaba destruido por el ataque del dragón. Caminó en la oscuridad buscando a quien producía el llanto. Dio un paso en algo suave, al bajar la mirada vio a un hombre aplastado por los escombros, sujetando un celular entre sus manos. El llanto se escuchó de nuevo.
Avanzó rápido, evitando ver aquellos cuerpos destrozados o las manchas de sangre que dejaron en las paredes. En la oscuridad de aquel edificio se encontró a una niña que lloraba en una esquina, tenía heridas menores, con apenas algo de sangre.
—Hemos evacuado —anunció Mirza—. Procederemos a dejar caer el edificio.
—Esperen —pidió Mike—. Encontré a una niña, denme dos minutos para salir de aquí.
—Apresúrate, Esteban no resistirá mucho más.
—Entendido —Mike se centró en la pequeña que se sujetaba la cabeza con miedo. Su cuerpo temblaba mucho—. H-hola… Soy Mike —Ella volteó a verlo con los ojos bien abiertos y negando con la cabeza—. Te vengo a ayu…
No pudo terminar la frase cuando detrás de ella se formó un círculo dorado con tonos rosados en el interior del cual salió un tentáculo casi transparente y se la llevó. Mike trató de hacer algo para ayudarla, pero fue demasiado tarde. «¿Dónde estaba? ¿Qué había sido eso?» La buscó por todos lados, pero no logró encontrarla.
—Mike, Esteban ya no resiste —anunció Mirza que se envolvía en una burbuja, de un salto llegó al techo de otro edificio.
—Voy en seguida —dijo el chico viendo una última vez aquel rincón.
Salió de un salto hasta Esteban, se impulsó en él y cayó al lado de Mirza. Volteó, viendo como su compañero trataba de detener la caída del edificio lo mejor que pudo hasta que fue demasiado peso para él. Esteban dio un brinco tremendo hasta donde estaban ellos, cayó de rodillas con la baba negra escurriéndole del cuerpo. Mirza se aproximó a moverlo para mantenerlo despierto mientras se volvía a poner el collar. Mike no pudo apartar la mirada del edificio, donde mucha gente perdió la vida, donde no pudo rescatar a esa niña.
—Mike, Mike —Le habló la agente—. ¿Dónde está la niña?
—Desapareció —respondió aun incrédulo.
Alonso y Edgardo bajaron en la estación de trenes sin que los encargados se dieran cuenta que viajaron encima de uno de los vagones todo el tiempo. El moreno se detuvo a observar la gente a su alrededor, escuchar el bullicio en sus agudos oídos y oler cada aroma, algunos agradables como el de la comida y dulces, y otros algo desagradables, basura, smog y personas. Duró tanto tiempo apartado del mundo que no sabía que necesitaba eso.
Ambos comenzaron a avanzar entre la gente como personas normales, sin llamar demasiado la atención. Aunque era difícil para Edgardo no hacerlo con las chicas que pasaban a su lado y tenían que alzar la mirada para verlo, a lo cual les respondía con una sonrisa.
—Si quieres entrar a la ASC debes de saber algo —Le advirtió Alonso desde un lado—. Es muy probable que Andrea siga enojada por lo que nos hiciste.
—No te preocupes, hoy vengo en paz —respondió el gran hombre acomodando su sombrero—. A menos que alguien me pague un buen incentivo.
—Solo te advierto que sus golpes duelen —Edgardo se detuvo mientras se echaba a reír.