Alonso arremetió contra Santiago en un intercambio de golpes que hizo retumbar el suelo a su alrededor. Golpear a Santiago era como atacar una montaña, era duro por fuera y cada golpe parecía que le hacía cosquillas, debía dejar de verlo como un amigo si quería detenerlo. La tierra debajo de Alonso se alzó en un instante, desconcertándolo, una sierra voló hasta donde él, rasgándole el hombro. Se había olvidado de Marla. Dio un salto hacia el suelo, destruyendo a puñetazos las armas que Marla creaba para atacarlo, aterrizó dando una media vuelta en el suelo.
Marla le arrojó más sierras por el aire, las cuales giraban a una gran velocidad. Las esquivó todas, pero no podía hacer eso para siempre, tenía que ser más rudo con ellos si quería tener la oportunidad de descubrir que sucedía.
Alonso se dobló hacia atrás evitando ser cortado por la sierra. En un rápido reflejo la atravesó por el centro con sus dedos, mientras esta todavía giraba se levantó preparándose para lanzarla de regreso, pero un pilar de piedra lo derribó en una violenta acometida. Santiago se posó encima de él, los golpes no pararon en segundos, que para el chico lobo parecieron minutos de sufrimiento. Santiago, que lo tenía en el piso, tomó un breve descanso para recuperar el aire. Alonso no perdió la oportunidad y se levantó con la zarpa por delante, la clavó en el pecho de Santi y lo arrojó por los aires con gran potencia.
El chico cayó a un lado de Marla, le comenzó a ser difícil respirar, Alonso le atravesó sin querer un pulmón. Alonso quedó impresionado, no sintió haber usado tanta fuerza como para atravesar la armadura de tierra que Santiago solía usar encima, pero ahí estaba revolviéndose en el piso, escupiendo sangre e implorándole a Marla que le ayudara. Marla se le acercó, más que preocupada o asustada, se veía enojada, Santiago le tomó del pantalón.
—Siempre fuiste una decepción —dijo esta mientras creaba una estaca en su mano con el campo de fuerza—. No te preocupes lo haré lo más rápido posible, ni siquiera mereces que te torturen.
La chica clavó con odio la estaca en el corazón de Santiago. El muchacho no pudo evitar el ataque. Solo miró la estaca clavarse en lo más profundo de su ser, sus ojos vacilaron unos segundos, pero poco a poco perdieron su brillo, un último suspiro marcó el fin de la existencia de Santiago. Andrea estaba horrorizada, Alonso por su parte se quedó sin palabras. Nunca pensó en ver a una Marla como esa, tan fría y despiadada.
—S-Santi… —dijo Andrea con terror en su voz, no reconocía a esa chica. «¿Dónde estaba la dulce y tímida Marla que encontró alguna vez?»—. ¿Por qué?
—Porque era un inútil —dijo Marla con severidad—. No hacía nada bien, siempre preocupado por su aspecto, olvidando la misión. Estoy harta, por eso merecía que le dieran un descanso, uno del que nunca regresará.
—¿Quién eres tú? —preguntó Alonso.
—Soy Marla. Un gusto conocerte, Alonso.
La chica saltó sin decir nada más, dio pasos en el aire gracias a sus campos de fuerza. Brincó cuando estuvo tan alto como para quedar frente al sol y que Alonso no pudiera verla. Se hizo ovillo y tras un grito estiró todo su cuerpo. Cientos de campos de fuerza salieron de su cuerpo a alta velocidad. El moreno cruzó los brazos frente a su cara para cubrirse de la lluvia de púas. La sangre de Alonso brotó por todo su cuerpo. Las púas de campo de fuerza se enterraban violentamente en su interior. El moreno estaría en problemas si no la frenaba.
—Detente, Marla —gritó Andrea angustiada—. Lo vas a matar si sigues así.
—¿Acaso no es esa la intención? —dijo la desquiciada desde las alturas.
Alonso sintió como los ataques de Marla se volvían lentos, demostrando su cansancio. Se concentró en sus heridas. Eran profundas y estaban por todo su cuerpo. Pudieron atravesarlo y dejarlo como queso, pero tenía que aprovechar ese momento. Recordó parte de lo que aprendió con Edgardo, cerró sus ojos en forma de meditación. Las heridas aceleraron su curación, más de la acostumbrado, y aunque eran abiertas de nuevo por los incesantes ataques de Marla, se curaba casi de inmediato.
La chica de cabellos ondulados notó al cabo de unos segundos lo que Alonso hacía. Detuvo su ataque, lo que la hizo caer, aterrizó como superhéroe. Levantó su mirada, furiosa con el chico lobo, creó en su mano una cuchilla y se lanzó al ataque, sabía que la única forma de matarlo era cortándole algo que no pudiera regenerar, como la cabeza. El campo de fuerza se movió de un lado a otro para confundir a Alonso. En un último impulso apuntó a su cabeza con la navaja por delante.
El moreno pasó de ella con toda la tranquilidad de mundo. El tiempo se detuvo para Marla cuando vio la facilidad que tuvo para moverse, evitando ser decapitado, y acercándose para propinarle un tremendo golpe en la boca del estómago, para después seguir de largo. Marla terminó en el suelo casi inconsciente, sin aire en sus pulmones. Alonso se detuvo a olfatear al percibir un peculiar aroma.
—Alonso ¿Estas bien? —preguntó Andrea, pero este la detuvo antes de que se acercara.
—Viene alguien más. Mantente lo más alejada posible de todo esto. Puedes salir lastimada. ¿Por qué nos están atacando? —La chica se retorcía en el piso todavía. Apenas si podía sostener el aire—. ¿De dónde vienen?
—Maldito —dijo ella mientras se levantaba—. ¿Te burlas de mí? ¿Por qué no me atacaste con todas tus fuerzas? Debiste matarme.