Aya atendió a Alonso en cuanto llegó a la ASC. El moreno estaba bastante lastimado, con golpes y cortes profundos que sanaron más lento de lo acostumbrado. La pelirroja le recomendó descansar un rato y lo dejó en una habitación a oscuras. Antes de bajar a donde estaban los chicos se asomó por la habitación de Esteban. Lily y Esli dormían fuera, en las incomodas sillas de plástico, no se habían despegaron de ahí en ningún momento. Le daba lastima ver a su compañero, quien, concluyendo por el hecho de no haberse vuelto a transformar, debía tener algún daño cerebral que lo impedía.
Bajó a la oficina de Andrea, donde Marey y Santiago debían estar informando a Gabriel de lo que pasó con Alonso. No podía creer que Andrea fuera capaz de traicionarlos, de unirse al lado de Dunkel. Ella jamás haría algo para lastimar a sus niños. «¿Y si no hubiera sido ella?» Tal vez alguien la suplantó o crearon una ilusión para Alonso. Aya estaba segura de que Andrea no sería capaz de lastimarlos.
Cuando las puertas del elevador se abrieron escuchó los gritos de Marey y de Gabriel. La morena estaba que ardía, mientras Gabriel golpeaba la mesa holográfica. Aya se había pasado con la potencia que le dio al exoesqueleto, pues destruyó la mesa con el golpe.
—Si no los necesitara ahora ya te hubiera encerrado por desacato, Marey —gritó Gabriel apuntándole con el dedo.
—No puede simplemente dar por hecho que Andrea está del lado de Dunkel —Le respondió la morena apartándole la mano—. Andrea no haría eso, jamás.
—Entonces explícame porque Alonso lo dijo y quien pudo dejarlo así —pidió el otro confrontándola—. Y explícame también porque no ha vuelto Andrea —Marey se quedó en silencio, no podía decir lo que pensaba porque no la tomaría en cuenta con meras suposiciones.
—Marey —Santiago la tomó por el brazo—, déjalo así, cuando despierte el negro averiguaremos todo ¿Sale?
—Bien —La morena dio media vuelta y salió de la habitación enfurecida con Santiago detrás de ella. Pasaron a un lado de Aya, en lugar te tomar el ascensor Marey fue a las escaleras de emergencia.
—Estos chicos son difíciles —Le dijo Gabriel a Aya—. Fosforito, necesito de tu ayuda —Gabriel fue hasta la silla de Andrea y se sentó, estiró una de sus piernas. Las correas que ataban sus piernas a la armadura se estaban comenzaron a encarnarse.
—Dios mío —dijo Aya acercándose sin cuidado—. Por eso le dije que debía de guardar reposo antes de andar por ahí como si nada.
—No te preocupes, no siento dolor en ellas —Gabriel le acarició el cabello a la pelirroja, estremeciéndola por dentro—. Estas cuidando bien de mí, Fosforito. Sigue así, sin duda pagaras tu deuda.
Aya asintió tratando de no prestar atención a sus palabras, pero rondaron por su mente una y otra vez. Estaba pagando su deuda, no debía de dudar sobre eso. Superarían la situación, encontrarían a Andrea, Esteban se recuperaría y Gabriel al fin volvería a ser el líder de la ASC que fue alguna vez.
Santiago abrió la puerta detrás de Marey. Subieron un par de pisos más, asegurándose de que nadie los seguía y evitando las cámaras de seguridad. Llegaron a un piso, por el cual se podía ver la ciudad entera a través de los ventanales. Marey se sentó en la orilla de las escaleras, apenas detenida por el barandal.
—¿Qué es lo que pasa? —Le preguntó Santiago a Marey mientras se sentaba a su lado.
—Las cosas están muy raras ¿No crees? —Era media noche y la luna llena resaltaba en belleza desde aquel lugar. Lo primero que hicieron fue dejar a Alonso en una sala especial para que se recuperara. Según Aya el chico estaría en perfecto estado por la mañana, pero a Marey le parecía muy extraño todo, se sentía paranoica, pero es que no podía confiar en las palabras de ese muchacho por más que fuera su amigo.
—Muchas cosas —dijo Santiago, mirándola a ella, con la frente en el barandal.
—Los cortes que les hizo a esos hombres… Los quería matar —dijo Marey horrorizada—. ¿Sabes? No dejo de pensar en por qué fue tan brutal su ataque. Alonso no es así, he visto sus zarpadas en más de una ocasión y todas son con la intención debilitar a su contrincante, pero ahora que vi a los soldados, un escalofrió recorrió mi cuerpo.
—Eran cortes finos —dijo Santiago. El también sentía lo mismo. Ese no era su amigo, no el que vio apenas dos días atrás.
—Si, yo también lo noté —Marey pegó su frente al frio metal. Necesitaba calmar sus pensamientos.
—¿Cómo supo que eran hombres de Dunkel? —preguntó Santiago esperando que ella supiera la respuesta.
—No lo sé, como tampoco sé si creerle lo que dijo de Andrea. Ella no nos haría eso —suspiró, no arreglaría nada preocupándose—. De todo el mundo, no creo que sea ella quien nos traicione.
—Yo también creo eso, pero hay algo que no podemos ignorar. Dunkel está dentro de la ASC —Marey no dijo nada, era más que obvio. Tal vez no Andrea, pero quizás alguien más.
—La pregunta ahora es ¿Con quién? Tenemos que estar atentos. Deberíamos hablar con los demás cuando regresen.
—¿Y si es alguno de ellos?
—Haremos lo debido.
Alonso regresó a su celda. Al llegar se encontró a Thenrion durmiendo la cama, así que se hizo un espacio en el suelo donde descansó el resto de la tarde y toda la noche. Escuchó a alguien rondando las celdas de vez en cuando, un sollozo y a lo lejos a Gabriel disfrutando en su palacio. No fue una noche fácil, tardó mucho en dormirse a pesar del cansancio, no dejaba de pensar en sus amigos «¿Cómo estarían? ¿Habrían sobrevivido a la explosión? ¿Y Andrea? ¿habría sido buena idea dejarla sola con esa Marla tan extraña?»