Alonso abrió sus ojos, los rayos del sol interrumpían su sueño reparador. Recordaba cómo antes de quedarse dormido su cuerpo se paralizaba. Estaba en su celda, la que compartía con Thenrion, pero era la primera vez que veía abierta la reja. Se incorporó con calma, estiró su cuerpo sintiendo sus músculos relajarse. Revisó su pecho y la herida que le hicieron había cerrado sin dejar marca, ojalá las que Edgardo le hizo hubieran hecho lo mismo.
Casi era el atardecer, su cabeza le dolía de tanto dormir, quería un vaso de agua con urgencia. Antes de poder asomarse al corredor una figura apareció, oscurecida por la luz que provenía de afuera.
—Despertaste —dijo Leonard con alivio—. Pensé que dormirías todo el día.
—Necesitaba reponer energías. Necesito estar al cien por ciento cuando los chicos lleguen —respondió el moreno levantándose de la cama y yendo hasta donde él—. ¿Pueden estar afuera?
—Solo los perdedores del Humillatorio —dijo Leonard con vergüenza—. A los ganadores los encierran en celdas distintas hasta su siguiente pelea, si pierden son regresados aquí. Así pueden entrenarse y volverse más fuertes para ganar la siguiente.
A Alonso le recorrió la imagen de Jared en sus brazos. Él había perdido y se lo habían llevado a otro lugar «¿Por qué había perdedores ahí entonces?» No lo entendía por completo.
—¿Cómo funciona eso del Humillatorio? —preguntó el moreno dando pasos fuera de la celda.
—Déjame explicarte —dijo Leonard siguiendo al chico—. Como viste seleccionan a treinta personas para pelear hasta que solo uno quede en pie. Las reglas son básicas nada de matar y nada de dejarse perder en las peleas. Un mismo peleador debe ganar diez batallas seguidas para poder obtener su libertad y la de su ser querido.
—Eso no suena tan difícil —respondió Alonso observando a los guerreros a su alrededor, todos se veían capaces de hacerlo.
—Solo si eres fuerte —respondió Leonard volteando la mirada—. No solo eso, no es tan fácil llegar a ganar dos peleas seguidas. Cuando ganas, te encierran en una habitación donde apenas si puedes estar de pie, en completa oscuridad. No puedes entrenar, no eres alimentado en días. Además, tus siguientes peleas son con quienes habían perdido antes, pero ellos están repuestos, no te dan un descanso. Los demás siempre tienen la ventaja sobre ti. Y cuando pierdes —dijo el chico apretando sus puños—. Es aún más humillante. Te curan tus heridas, te alimentan de forma que recuperas tus fuerzas. Te dan unas palmaditas en la espalda y de vuelta al encuentro. Eso hasta que pierdes tres veces seguidas.
—Entonces te envían a otro lugar —terminó Alonso mientras veía a los hombres ejercitándose en los pasillos, todos con la misma determinación de salvar a su gente—. Leonard ¿Cuántas has perdido?
—Yo, estoy a una derrota de ser desterrado —Alonso se volteó a verlo. Estaba al borde de las lágrimas, o eso creyó el moreno—. Tengo que ganar la siguiente pelea sea como sea. Mi hermana… Ella depende de mí y no puedo decepcionarla. Sabes, ella no está bien —Leonard cambió de expresión, la tristeza y fragilidad que lo agobió momentos atrás fue cubierta por una capa dura de responsabilidad—. Está enferma. Llevo mucho tiempo buscando a alguien que la pueda ayudar, pero no lo he conseguido, debo sacarla de aquí, antes de que empeore.
—¿Cómo se llama tu hermana? —preguntó Alonso. Llegó a sentir lastima por Leonard, no se imaginaba que debía ser cargar con alguien enfermo.
—Liza —rio el otro con pena, regresando a su mirada melancólica—. Es una chica dulce, aunque a veces un poco traviesa. Si salimos de esta me gustaría presentártela.
—Lo haremos —dijo Alonso con seguridad—, la vamos a sacar de aquí y la ayudaremos, yo conozco a alguien que seguro puede curarla.
—Es agradable tener a alguien tan positivo, yo no dejo de pensar en cuando me dirán que ella no pudo soportarlo más.
—No te preocupes —El moreno se detuvo unos instantes para después seguir adelante—. La salvaremos. Sacaremos a tu hermana y a la de Thenrion de este lugar. ¿Quieres dar una vuelta?
Leonard siguió a Alonso, que no esperó respuesta para empezar a recorrer el pasillo. Todos se entrenaban de una u otra forma. Luchaban entre sí, algunos solos, otros hacían rutinas de meditación y estiramientos, pero ninguno dejaba de estar esposado. Hasta ahora Alonso conocía dos amenazas, aparte de Gabriel. No tenía idea de cuánto tardarían en llegar los demás, pero podía ir armándose un panorama de lo que les esperaría cuando lo hicieran.
—Supongo que Thenrion ganó su pelea —dijo el moreno orgulloso. A lo cual Leonard asintió—. ¿Crees que podamos ir a ver esas celdas?
—Podríamos verlas, pero no acercarnos —dijo el otro— Sígueme.
Leonard llevó consigo a Alonso. Recorrieron gran parte del complejo, hasta la parte trasera de este, lugar en el que había menos presos entrenando. Desde ahí, se podía observar un campo árido, con lo que alguna vez fue un suelo húmedo, agrietado por el calor que se desprendía, los dos tuvieron que mantenerse a una distancia prudente de los límites del complejo. En el campo se encontraban diez sarcófagos de hierro expuestos en una glorieta de un blanco reflectante que hacía que apartaran la vista.
—No entiendo si esto lo hicieron para animarnos a ganar o para evitar que lo hagamos —respondió Leonard pensando en su hermana.