El aerodeslizador descendió en ciudad Solé por la mañana. Ningún agente se movió de su lugar en espera que el Alto saliera de su habitación. Sostuvieron la respiración en todo momento hasta que abrió la puerta. Iba vestido con una gabardina de piel de león albino. Abajo lo esperaba un vehículo dorado, con un hombre abriéndole la puerta, subió, sin esperar a nadie más. Los demás por fin pudieron moverse. Desplegándose con una velocidad poco común, tenían que alcanzar el vehículo del Alto y cuidar de él. Los chicos se apuraron a subir a una camioneta negra. La cual en seguida fue por el mismo camino que todas.
Las calles estaban vacías. Cientos de patrullas custodiaban los accesos que daban a la avenida principal. Eso les permitió ir rápido, más no tanto como para alcanzar el vehículo del alto mando.
En la camioneta donde iban los chicos, el ánimo permaneció por los suelos. No se hablaban y ni siquiera se volteaban a ver. Lo que tuvieron que vivir en la cabaña los amargó, «¿por qué tenían que proteger a alguien así?» Mike sobre todos se veía perturbado por aquel pensamiento, le recordaba demasiado a la situación con Koch, eran esclavos de ellos, aun sin tener la marca. Esos desgraciados podían hacer lo que quisieran y nadie intervendría. Llevó una mano a su pecho, donde tenía la cicatriz de la mano de Marey, quien le quitó la marca del esclavo.
Se daba cuenta que la ASC los protegían, hacían de un mundo más seguro para los Altos más que para otras personas, se deshacían de quienes planeaban atacarlos para que pudieran seguir haciendo de las suyas, aprovechándose de todo ser viviente en el mundo. «¿Eso en que los convertía a ellos?» Mike no quería ser cómplice, él quería defender a las personas.
—¿Somos los malos? —preguntó a los demás sin razón aparente. Los chicos lo vieron intrigados. Por supuesto que no lo eran. Ellos habían ayudado a mucha gente a estar en paz, a atrapar asesinos y ladrones, por supuesto que no eran los malos. Entonces Mike levantó la mirada del suelo de la camioneta a Damián, que estaba en los asientos delanteros.
—No lo somos, Mike —dijo Marla a su lado tratando de tranquilizarlo.
—No, pero imagínate si lo fuéramos —dijo Kevin con una sonrisa traviesa, queriendo relajar el ambiente—. Podríamos hacer muchas cosas de villanos.
—Cómo usar ropa negra —dijo Zeth.
—Eso ya lo hacemos —contestó Laura levantando su chaqueta en señal de evidencia.
—¿Qué tal hablar grave? —intervino Ritchie manteniendo una leve sonrisa.
—Tú ya lo haces —respondió Damián con tono juguetón.
—Pero eso no significa que sea un villano —Le reclamó el chico.
—Pues si tú me lo preguntaras…
—Cosa que no hago —interrumpió Ritchie molesto.
—Yo diría que tienes toda la pinta, solo mírate —insistió Damián burlándose de su compañero, disfrutando de su enojo—. Eres enorme, hablas grave y vistes ropas negras, además tu cara da miedo.
—Sí, solo le hace falta dejar de obsesionarse con los conejos y sería perfecto —dijo Laura en forma de burla.
—¿Qué? No le hagan caso, a mí no me gustan los conejos —gritó avergonzado.
—¿En serio? ¿Y qué es eso que corre por el piso? —Kevin apuntó al suelo, donde un conejo hecho de campos de fuerza brincaba por la camioneta. Ritchie no tardó en lanzarse a él y levantarlo en brazo mientras lo acariciaba, causando una risa en todos.
—¿Qué? ¿Qué no ven que un animal así no debería estar en el piso? —Les mostró al ambarino ser.
—Oye Ritchie —Le habló Damián con un tono que lo puso en alerta—. Si de verdad no amas a los conejos. ¿Por qué no aplastas el que tienes en la mano? Al fin y al cabo, no es de verdad.
—No lo hace—dijo Zeth con el afán de burlarse.
—No, le da miedo —Kevin le siguió el juego.
—¿En serio creen que un cobarde como él puede hacerlo? —Se burló Laura nuevamente.
—Está bien, lo voy a hacer. Solo miren —Ritchie levantó al conejo con una mano. Marla se concentró en que no se moviera, dejando un blanco fácil para Ritchie. El grandulón alzó su otra mano, convertida en una garra mortal.
Todos esperaron ansiosos que destruyera el conejo, todos menos uno. Mike decidió hacerse pequeño al final del asiento. Con Marla y Kevin por un lado gritando a carcajadas. Él era un héroe, sus amigos también, entonces «¿por qué ahora se sentía como alguien de los malos?» Lo que dijo Damián caló hondo en su corazón. No quería apoyar a esos hombres que tanto sufrimiento le causaron a él y a sus amigos.
Los vehículos arribaron a la ASC. La primera en llegar fue la camioneta del Alto, quien esperó hasta que el chofer le abriera la puerta para bajar del vehículo. Echó un vistazo rápido al edificio, le gustó para que fuera suyo, pero recordando el fracaso de Koch decidió pasar de ello, por ahora. Entró a las instalaciones con una mirada de desprecio. Una alfombra roja lo recibió mientras todo agente volteaba a ver la pared. El Alto atravesó la recepción hasta el elevador donde comenzó su ascenso a la oficina de Gabriel.
En ese momento todos los agentes soltaron el aire contenido por la presencia del Alto. Después de la última visita de uno de ellos, tomaron las medidas necesarias para que ninguna persona fuera llevada nuevamente, pues nunca llegaron a saber qué pasó con aquellas mujeres que Koch secuestró.