Aya escapó del ataque de Bricia gracias a Damián que la apartó lo suficiente para apenas sentir la humedad de la explosión. Corrió entre los prisioneros hacia la plataforma donde Zeth rescató a las rehenes. Los hombres corrieron hacia ellas después de ver como Alonso, Santiago y Damián eran capaces de detener a los hombres más fuertes de Gabriel. Se aglomeraron frente a la plataforma donde ellas estaban, queriendo tenerlas en sus brazos, pero Zeth no se los iba a permitir.
Zeth vio la situación difícil como para dejar que se reunieran, además estaban armando un alboroto que lo iban a hacer explotar en cualquier momento, y lo hicieron. Se transformó furioso por la rebeldía de todos ellos. Su despliegue de poder hizo que permanecieran en silencio. Regresó su cuerpo a la normalidad, Judge apareció, parándose sobre la cabeza de Zeth.
—Escúchenme —gritó Zeth dirigiéndose a los prisioneros.
—Sí, escúchenlo —Le siguió Judge aun sabiendo que nadie lo escucharía a él.
—¿Quieren recuperarlas? —señaló a las mujeres a sus espaldas—. Entonces hagan lo que yo les digo.
—Sí, lo que él dice.
—No —gritó alguien en el público—. Estoy harto de obedecer a lunáticos como tú. ¡Devuélveme a mi hija!
—¡Entonces que Gabriel los mate a todos! —gritó Zeth causando confusión, hizo aparecer la guadaña y la golpeó contra el suelo—. Si no cooperan con nosotros se quedarán encerrados aquí de por vida y ni ustedes, ni ellas van a poder salvarse.
—¿De que estas hablando? —preguntó Thenrion acercándose de entre la gente—. Ustedes ya nos han liberado.
—Si así fuera… —Zeth extendió su mano, apuntando a la explanada en donde Gabriel se había posicionado—. Entonces él no estaría haciendo eso.
Gabriel extendía los brazos a los costados. Al menos una docena de portales se abrieron dándole paso a cientos de hombres de decenas de mundos «¿Cómo consiguió que los siguieran?» Los prisioneros no dudaron en ponerse entre Gabriel y las chicas a las que amaban. Dieron un paso al frente, siendo como una muralla, no permitirían que les hicieran más daño. Pelearían por su libertad sin miedo a ser derrotados.
—Escúchenme, pedazos de estiércol —gritó Zeth desde la plataforma levantando la guadaña—. No son libres todavía. Si quieren salir de este lugar, sanos y salvos, y sobre todo protegerlas a ellas, tenemos que pelear, aguantar hasta que derrotemos a Gabriel.
—No dejan de salir —dijo Leonard sintiendo la presión de estar en primera fila.
—Y no lo harán hasta que derroten a Gabriel —Le contestó Thenrion posicionándose delante de todos los prisioneros—. Oye, cuervo, ¿Cuál es tu plan?
—Los derrotamos a todos… Después bebemos sus lágrimas en finas copas de cristal —Le dijo Zeth con una amplia sonrisa.
—¿Qué dijo? —Leonard se atemorizó más con las palabras de Zeth. El chico le causaba escalofríos.
—Que dejes de ser un cobarde de una buena vez —Therion se transformó en un enorme oso casi al instante. Volver a ver a su hermana lo hizo retomar toda la confianza que lentamente fue perdiendo por culpa de Gabriel. Alonso cumplió con su palabra, recuperaría a su hermana. Volteó para verla, sus ojos blancos lo observaban, ponían su confianza en el cómo lo habían hecho en el pasado—. Queríamos recuperar a nuestras hermanas ¿No? Entonces hagámoslo.
—Yo… —Leonard volteó la mirada. Podía verla desde ahí. La chica de complexión delgada y de finos rulos dorados. Y su expresión, esa bella sonrisa que tantas noches soñó que perdería. No imaginaba su vida sin su hermana, aunque a veces lo desesperara, ella era todo lo que le quedaba. Leonard golpeó con el costado de su puño derecho la palma de la mano izquierda, un brillo cegador salió de entre sus dedos y de este se levantó el filo de una espada color escarlata—. Estoy listo.
—¡Acabemos con Gabriel! —gritó Thenrion a todos.
Los prisioneros corrieron juntos a la batalla. Los primeros en caer a sus manos fueron los soldados de Gabriel, siendo atacados con brutalidad, sacando toda la frustración contenida durante su estadía. Aya se acercó al escenario cuando este estuvo vacío, primero se aseguraría que ninguna de las mujeres estuviera herida, después iría tras Gabriel.
—No te preocupes, todas están bien —Le dijo Zeth mientras hacía desaparecer su guadaña—. Deberías subir aquí y esperar a que esta locura termine.
—No puedo hacerlo, Zeth —Aya agachó la cabeza. No le gustaba que Gabriel usara su invento como un medio para atormentar a las personas, ese no era su propósito. engañó para crear un arma, como todas las que había creado hasta ese día—. Tengo que detener a Gabriel.
—Te entiendo, pero es muy peligroso —respondió el no-muerto quitándose el cabello de la cara—. deberías…
Una fuerte ráfaga de aire los interrumpió, a los segundos la cabeza de Zeth se desprendió de su cuerpo. Las mujeres gritaron horrorizadas y corrieron dentro de la torre de Gabriel, donde encontrarían refugio. Aya volteó a la dirección de donde provino la ráfaga, en el aire había un hombre de cabellera plateada, que portaba un chaleco emplumado y un par de guanteletes como los de Mike. El aire debajo de sus piernas se arremolinaba haciéndole flotar.
—Bien, ve con Santiago —El cuerpo de Zeth tomó su cabeza y se la acomodo—. Yo le enseñaré a este respetable caballero ¡Que nadie me arranca la cabeza sin consecuencias!