Gabriel caminó entre sus hombres, abría portales por todos lados para dejar entrar a todos los guerreros que reclutó durante el extenso año que llevaba usando sus poderes. Estaba agradecido con Dunkel por permitirle tener semejante poder y ejército. Hombres de cientos de mundos diferentes que le servían como esclavos. Hacían todo lo que pidiera, todos tan fuertes como los Dobles. Los dominaba, en número y poder, no podrían enfrentarse a sus hombres todo el día, y aunque lo lograran estarían acabados para cuando los tuviera de frente. Eso sin hablar de los que aún estaba en la ASC.
Todo salió perfecto. El sacrificio de Sebastián fue el primer paso para limpiar el camino de Dunkel. El mundo entero se pondría en contra de la ASC, no habría piedad para ellos y la organización desaparecería dejando como resistencia a las personas que se levantaran cuando su amo volviera. Ahí Gabriel iniciaría una nueva agencia del orden, en base a lo que Dunkel declare correcto, así podrá cumplir su sueño de mantener un orden eterno.
Un ataque desenfrenado casi lo toma por sorpresa, movió su cuerpo a la derecha evitando ser cortado por la mitad. Lanzó un golpe al abdomen de su atacante, lo golpeó de nueva cuenta en el estómago, dejando al muchacho inmóvil en su extremidad. Lo dejó caer al suelo, como si fuera un trapo sucio, pero el chico era rápido, se levantó en un instante y volvió al ataque. Gabriel se quedó en pie, cubriéndose con el campo de fuerza que El Mike instaló en su armadura. Todo ataque quedaba a medias.
—Maldito… —dijo Leonard exhausto, con la espada de frente—. Si mi hermana muere… Te mataré….
—¿Tu hermana? Oh tú debes ser Leonard el hermano de mi Liza —Gabriel empujó la espada lejos de él.
—No es tu Liza —recalcó el chico molesto. Odiaba escuchar o siquiera pensar en que su hermana iba a ser algo de él. Después de encerrarlos en ese infierno lo último que deseaba era tenerlo cerca de su hermana.
—No te sulfures, no le haría nada que tú no quisieras —respondió Gabriel ante su advertencia.
—¿Qué diablos quieres decir con eso? —Leonard volvió a levantar su espada, no dejaría que lo intimidara con el gran tamaño dado por el exoesqueleto.
—Ya la has visto ¿cierto? —Gabriel se arrodilló para verlo mejor—. ¿Te parece esa la cara de alguien enfermo? —Leonard dudó. Al verla hace un momento ella estaba bien, sonreía como no lo había hecho en mucho tiempo—. Yo la entiendo, te entiendo a ti, Leonard. Esa sensación de que todo lo que haces por ella no tiene valor. El constante pensamiento de que eres inútil, pero yo quise ayudarla, porque era como yo. Ella está bien en este lugar, no conoce la enfermedad, no volverá a sentirse mal, en cambio si sale de aquí, si permites que ellos me derroten… Tu hermana volverá a enfermarse… Y lamentablemente resentirá el tiempo que ha estado encerrada aquí. Ni tú, ni yo queremos eso. Ella me cae muy bien para permitirlo ¿Tu lo permitirías?
—M-Me estas mintiendo —gritó el muchacho enfurecido, alzó la espada hacia el rostro de Gabriel. No dejó de buscar a su hermana con la mirada. No podía ser cierto, lo que Gabriel trataba de hacer era controlarlo. Liza debía estarse esforzando para no preocuparlo como siempre lo hacía.
—¿Qué ganaría yo con mentirte en estos momentos? Solo piénsalo, Leonard —Gabriel movió con un dedo la espada de su cara y creó un portal a su derecha, de donde al estirar su mano agarró a Liza, esa chica de cabello castaño y grandes ojos verdes que tenían una mezcla de alegría al ver a su hermano, pero terror al no saber que estaba pasando—. Dile cómo te sientes, Liza.
—Leonard, que bueno que estas bien —Liza se lanzó a los brazos de su hermano en un fuerte abrazo que deseaba no terminara nunca.
—Liza… Te sacaré de aquí, te lo prometo —comenzó a decirle levantando su espada como advertencia para Gabriel—. Buscaremos una cura y…
—Leonard —interrumpió la chica con apenada—. Yo… ya no estoy enferma.
—¿Qué? —La mirada de Leonard expresaba confusión, «¿Era cierto? ¿No era una de esas pequeñas rachas donde solía sentirse bien?»—. No… Tal vez solo…
—Escúchala, Leonard —Gabriel se levantó. Leonard casi lloraba, era la primera vez en mucho tiempo que la veía caminar sin su ayuda, con fuerzas en sus piernas, sin gritar por el temor de caerse o tropezar con sus propios pies. Estaba revitalizada.
—Gabriel me ha curado —siguió diciéndole la chica con lágrimas en los ojos, esperando que su hermano sintiera esa felicidad que habían estado buscando por mucho tiempo—. Desde el día en que llegamos aquí, me siento mejor.
—¿Lo ves? Yo no te miento —interrumpió Gabriel poniendo su enorme mano en el hombro de Liza—. Sin embargo, si su plan sigue adelante, ella volverá a enfermar y yo no podré hacer nada.
—¿De verdad te sientes bien? —preguntó el chico sorprendido, su rostro resplandecía de lo sana que se veía.
—Sí, estoy muy bien aquí —asintió ella con una sonrisa. Se limpió las lágrimas y siguió hablando—. Y Gabriel… Él no me ha hecho nada… a ninguna.
—Las amordazó y casi las mata —exclamó Leonard sin creerse esas palabras.
—Lo se… Y a ti te lastimó mucho. ¿Cierto? —La mirada de Liza estaba llena de comprensión hacia su hermano. «¿De verdad podía perdonar a alguien así?»
—No lo entiendo. Liza… Tenemos que irnos… —pidió Leonard queriendo no creer aquellas palabras, no podía ser cierto que ese maldito sujeto hiciera tantas cosas por ella.