Kevin se detuvo a tomar aire dentro de una celda. Se sentó en el suelo cansado. Mike cayó desmayado en algún momento de su escape, mientras Marla presionaba con sus campos de fuerza la herida en su abdomen, perdió mucha sangre y por ratos, donde parecía que no aguantaría mucho tiempo más, la sangre volvía a salir. Estaban en aprietos, unos muy gordos. No sabía de donde salieron aquellos soldados, pero cualquiera que los llegase a ver les dispararía. Lo que Gabriel hizo fue una estupidez, una muy grande.
—¿Estas bien? —Le preguntó Marla desde el suelo, tratando de no mostrar dolor.
—Creo que si lo ponemos en una escala de Mike a Marla donde Mike es el punto más bajo, estoy bien buenote mami —Le respondió Kevin con una sonrisa, lo último que quería era preocuparla.
—¿Qué? —La chica lo miró un rato con cara de confusión, esperando que bajara esa sonrisa, pero no lo hizo—. Es que nunca te había visto pensar tanto —Marla se recostó en la pared, la herida dolía como el demonio—. Menos durante momentos como este. En la prisión no dudaste, con Thomas jugaste demasiado.
—Eso estuvo divertido —rio Kevin recordando como hizo enfurecer a Thomas y como contra «R» siguió jugando a pesar de estar en gran desventaja—. Aún recuerdo la cara de Thomas cuando nos persiguió por todo el castillo.
—Jeje si… Thomas —Marla agachó la cabeza. Le dolía la muerte de Thomas. No lo odió nunca a pesar de lo que pasó, ni siquiera por mostrar ese desprecio contra ella en sus últimos momentos. Incluso sentía lastima por él. Vivió encerrado los últimos años llenándose de rencor, solo para salir y morir, dejando de lado, sin saber, a la mujer que aún lo esperaba a un par de celdas de distancia.
—Todo está bien, solo necesito pensar un poco las cosas —dijo Kevin poniéndose de pie y caminando en círculos. Sacó una libreta y volteó a Marla—. ¿Qué tan mala es nuestra situación ahora?
—Teniendo en cuenta que seguramente todo el mundo cree que matamos a un miembro de los Altos —comenzó a recontar Marla todos los problemas que tenían—, nos están persiguiendo versiones malvadas de nosotros, se llevaron a tres de nuestros amigos a quien sabe dónde, el Ejercito de la Paz nos persigue y que nuestro jefe puede abrir portales a otros mundos, creo que no podríamos estar…
—Shhh —Kevin tapó la boca de Marla y se acercó a su oído—. No digas lo que estas a punto de decir, porque si dices lo que quieres decir no va a suceder lo que dices que no vas a decir porque yo te dije que no lo dijeras. ¿Entendido? —regresó a su lugar y suspiró aliviado mientras se limpiaba su sudor imaginario—. Casi morimos.
—¿De verdad crees que por decir que no podemos estar peor va a suceder algo malo? —preguntó Marla enarcando una ceja.
—Yo diría que hasta puede mejorar —Kevin saltó del susto. No había visto a aquel sujeto sentado en una esquina de la celda. Miraba hacia la nada, perdido en el tiempo. Su barba de algunos días y sus enormes ojeras eran seña de que llevaba dentro más de lo que deseaba—. ¡Por favor sáquenme de aquí! —suplicó lanzándose a los brazos de Kevin.
Era Adrian, el asistente de Aya. Los sorprendió a ambos, primero abrazó a Kevin y luego a Marla a pesar de sus fuertes gritos de dolor. Los juntó en un fuerte y oloroso abrazo. Les dio un beso en la mejilla a cada uno y siguió tras Mike, que, aunque estaba inconsciente lo sostuvo en lo alto y le dio un gran abrazo. Marla se retorció de dolor en el suelo, la herida volvió a abrirse con un quejido de dolor que llamó la atención de Adrian.
—Lo siento mucho ¿Qué te pasó? —preguntó mostrando toda su preocupación—. Acuéstate, no debes moverte mucho. Kevin ¿Qué está pasando exactamente?
—Pues si tuviera que resumírtelo te diría que Gabriel se volvió loco y ahora todo el mundo está en contra nuestra —respondió el moreno lo más sereno posible.
—¿El jefe? —Adrian se miraba poco sorprendido. Kevin se le quedó viendo en espera de que dijera algo, pero no lo hizo.
—¿Tú sabes algo? —preguntó el moreno.
—No, pero nunca me dio buena espina su insistencia por tener la STX —respondió quitándose la bata de laboratorio y partiéndola en largas tiras.
—¿STX? —preguntó Marla mientras el joven la envolvía en las tiras de su bata.
—Su nombre clave es Proyecto Salamandra, pero es el Sistema Táctico Extremo. Lleva la X al final para que se escuche más Extremo, yo mismo la nombré —dijo Adrian orgulloso, pero en seguida cambió su cara a una de duda—. Aunque me sigue gustando la idea de ponerle la Mazapanizadora.
—¿Por qué se debería llamar así? —preguntó Marla queriendo no pensar en su dolor.
—Porque le instalé en secreto un compartimiento que crea mazapanes a base de sudor, tierra y mucho amor —Adrian estaba orgulloso de su proyecto, al final, después de tantos años como asistente, donde tuvo que aprender sobre matemáticas, física, biología, geología, medicina, robótica y muchas otras ciencias para poder permanecer en su puesto, pudo hacer su proyecto una realidad, aunque eso no le gustó a cierta persona.
—¿Qué? —Marla se le quedó viendo con asco, esa combinación no debía de ser nada buena, se escuchaba bastante repugnante—. ¿Cómo es que eres asistente de Aya?
—Ese no es el punto, ayúdenme a salir de este calabozo —pidió el chico—. Aya me puso aquí después de darse cuenta de lo de los mazapanes.