—Por favor —Andrea suplicó desde el suelo de su oficina, abrazándose a su misma— Sálvenlo. Que no le pase nada.
—Kevin, vamos —dijo Alonso acercándose a la ventana. Justo debajo algunas personas transportaban la jaula de El Mike.
—Sí, enseguida —dijo el otro moreno, preparándose para saltar.
—No lo hagan —ordenó Marey haciéndolos parar en seco—. No podemos hacer lo que nos plazca. No tratándose del Alto mando. No estamos hablando de una simple extracción de rehén. Es un condenado a muerte, que ha pasado a ser prisionero de los Altos. Si lo intentamos liberar seremos cómplices del asesinato de Sebastián, que es por eso por lo que él se ha sacrificado.
—Odio decirlo, pero Marey tiene razón —dijo Zeth cruzándose de brazos. El llanto de Andrea se hizo más fuerte—. En esta ocasión no habrá excusa y terminaran arruinando la oportunidad que él —señaló la imagen de El Mike siendo trasladado—, y Rafael nos consiguieron.
—¿Entonces dejaras que hagan lo que quieran con él? —preguntó Alonso sin apartar la vista de Andrea—. ¿No eras tú el que más deseaba acabar con ellos?
—¡Por supuesto que sí! —Zeth se paró delante de Alonso, conteniendo su ira—. No puedo dejar que sigan haciendo lo que quieran con las personas, pero un ataque directo es una estupidez en este momento, y los sabes.
—Entonces no hagamos un ataque directo —dijo Alonso frenando las ganas de actuar—. Si de verdad estamos en una posición tan mala, busquemos la manera de no estarlo.
—Basta —interrumpió Marey—. No vamos a arriesgar nuestra vida por un completo desconocido. No tiene sentido.
—Pero él la arriesgó por nosotros —dijo Santiago con calma. Pensando en alguna solución.
—Yo creo que hay que pagar el favor con un favor igual —dijo Kevin acercándose a la destrozada ventana—. Debemos rescatarlo.
—¡No! —gritó Marey, el hacer algo significaría retar a los altos, y no estaba dispuesta a volver a separarse de sus amigos—. No podemos hacer nada al respecto. No es nuestro Mike, no podemos hacer nada y no debemos hacer nada. Menos ustedes ¿Qué no entienden? No quiero que se vuelvan a ir. Ninguno, no después de todo lo que hicimos por estar juntos. No puedo dejarlos ir como si nada.
—¿Pero puedes dejar ir a Esli y Esteban? —Lily se mantuvo al margen de todo hasta ese momento. Seguía lidiando con la perdida de Esli y su promesa a sí misma de recuperarlo—. No lo hagas por ese Mike entonces, hazlo por tus compañeros que arriesgaron su vida por ti en muchas ocasiones.
—Lily —Marey se quedó en silencio. Había olvidado que Gabriel entregó a sus compañeros a los Altos, sin embargo, seguían estando en la misma posición de antes. Tratar de buscarlos a ellos era declararle una guerra a los Altos, guerra que sin duda perderían.
—Ella tiene razón —Andrea se incorporó secando sus lágrimas. Las palabras de Marey eran reales, no podían enfrentar a los Altos, ni siquiera por aquellos que en verdad pertenecían a su equipo. Esli y Esteban habían sido entregados y no había nada que hacer, muy distinto a cuando Koch se llevó a su Mike. No debía pensar en El Mike, no era su niño y no era aquel que ella sentía conocer de siempre—. No vale la pena.
—Andrea —Aya se interpuso entre la salida y su amiga. La tomó por los hombros y sacudió su cuerpo hasta que la miró—. Tú nunca has dicho que algo no vale la pena, no cuando lo quieres y mucho menos tratándose de tus niños. Recuerda que tienes que luchar.
—Aya… No quiero perder a ninguno —Andrea reposó su cabeza en el hombro de Aya. Se aferró con fuerza a su camisa. No sabía qué hacer. Todo era un mar de sentimientos—. Sé que es tonto… Y que es un capricho mío y me vuelve muy egoísta… Pero ¡No quiero que ninguno de mis niños sufra!
Una vez más se dejó vencer por el miedo y el dolor. Sus sentimientos eran más fuertes que sus pensamientos. La amarga tristeza le contaminaba el alma. Nadie dijo nada. Se limitaron a verla mientras expresaba su dolor. Un profundo sufrimiento que nunca dejó salir con Angel, la traición de Gabriel que tanto dolía y la pérdida de alguien que ella había adoptado en su alma como hijo suyo. Un chico que no tenía la culpa de su actuar.
Aya abrazó fuerte a Andrea. Ella lloró hasta quedarse dormida. Entonces Santiago la recostó en un sofá dentro de la oficina. Marey salió del cuarto, pensando en lo mucho que odiaba esas situaciones. Ser la única que pensaba en las consecuencias futuras de sus actos y por eso ser la mala. Su misión era proteger a todo el que estuviera en sus manos, y lamentablemente El Mike no estaba ni cerca de ser tocado.
—Marey —Kevin corrió detrás de ella, bajando las escaleras.
—No voy a cambiar de opinión Kevin —Le dijo la chica negándose a lo que sea que le fuera a decir.
—No quiero que cambies opinión —El moreno la siguió sin detenerse—. Quiero que escuches lo que tenemos que decirte.
—Bien, te escucho —Marey se detuvo y lo confrontó, cruzó los brazos y lo miró con la ceja arqueada—. ¿Y bien?
—Bueno la verdad es que no creí llegar tan lejos —respondió Kevin con una gran sonrisa. Marey pasó de él y siguió bajando—. Sin embargo, deberíamos de hacer algo, tal vez no por El Mike, por Esli y Esteban. Ellos si son agentes de la ASC
—Kevin —Marey suspiró afligida—. No sé qué decirte, quiero rescatarlos, incluso más que tú. Yo estuve más de un año luchando a su lado y no puedo dejarlos solos, así como así, pero sabes muy bien que los Altos son capaces de destruir la agencia si nos ven tratando de rescatarlos. Y si están en el Olimpo, olvídate de volver algún día.