La mañana se deslizaba perezosamente hacia el mediodía, pero para Valeria, la quietud era solo la calma que precede a la tormenta, perfecta para urdir intrigas. Sentada a su mesa de trabajo improvisada, construida con tablones de madera recuperada en una esquina iluminada por la tenue luz que se filtraba por una ventana diminuta del sótano, Valeria estudiaba con atención el expediente del caso más reciente de Las Erinias. Los rayos pálidos del sol de la mañana danzaban sobre las fotografías y los documentos esparcidos sobre la superficie desgastada. La clienta, una empresaria exitosa y reconocida en el mundo de la moda llamada Camila Herrera, había llegado a Las Erinias la tarde anterior con los ojos enrojecidos e hinchados por las lágrimas. Su esposo, Andrés, un hombre que ante el mundo se presentaba como un marido dedicado y un profesional ejemplar, la había estado utilizando como un simple escalón para ascender socialmente, mientras mantenía una relación secreta y apasionada con una joven influyente en los círculos políticos de la ciudad, una mujer cuyo apellido resonaba en los titulares de los periódicos. Camila no solo buscaba justicia; anhelaba una humillación pública que resonara en cada rincón de la sociedad en la que ambos se movían.
Valeria asintió con una firmeza casi imperceptible mientras cerraba el expediente con un golpe seco.
—Esto será relativamente sencillo, dentro de nuestros parámetros habituales. Un evento público cuidadosamente seleccionado y una exposición mediática orquestada con precisión. Reina, necesito que accedas a los registros de sus llamadas y correos electrónicos; buscaremos patrones, fechas, cualquier indicio de la relación y cualquier comunicación comprometedora. Isabela, tu encanto y tus contactos serán cruciales; encárgate de convencer a la prensa adecuada para que cubra el desenlace de esta historia. Necesitamos que la verdad de Camila llegue a la mayor audiencia posible.
Reina, con una energía palpable, se lanzó sobre su teclado como un depredador sobre su presa. Sus dedos comenzaron a teclear a una velocidad vertiginosa, mientras la pantalla de su ordenador se llenaba de líneas de código y ventanas emergentes.
—Humillar a los ambiciosos que se aprovechan de los demás es una de mis especialidades favoritas. Este Andrés no sabrá qué le golpeó.
Isabela, siempre vibrante y con una sonrisa contagiosa, ya estaba revisando su extensa lista de contactos en su teléfono móvil de última generación.
—Esto se verá en cada pantalla del país, cariño. Nuestra cliente no volverá a sentirse ignorada o menospreciada. El mundo sabrá lo que le hicieron.
Pero lo que Las Erinias desconocían en ese momento era que el caso de Camila Herrera también había llegado a los oídos de Los Centinelas.
La historia, como suele ocurrir, tenía dos caras. Camila no era la única que se sentía traicionada; Andrés, en un movimiento preventivo o quizás con una justificación propia, había contactado recientemente a Los Centinelas, acusando a su esposa de ser infiel y de estar conspirando en su contra. Según los informes preliminares que habían recibido Adrián y su equipo, Camila no era tan inocente y desvalida como se había presentado ante Las Erinias. Los Centinelas, fieles a su misión de "proteger el honor" de sus clientes masculinos, estaban decididos a salvaguardar la reputación de Andrés y a exponer la verdad, tal como ellos la percibían.
Adrián se inclinó sobre su elegante escritorio de caoba en su oficina de la torre de cristal, revisando los documentos del caso con una expresión severa y concentrada. La luz brillante de la mañana iluminaba su rostro anguloso, resaltando la tensión en sus facciones.
—Esto va mucho más allá de un simple caso de infidelidad conyugal. Aquí hay implicaciones políticas significativas. Andrés es una figura pública en ascenso, y si su reputación queda dañada por este escándalo, toda su carrera y sus aspiraciones se derrumbarán con él. No podemos permitir que eso suceda si la información que tenemos es correcta.
Sebastián, con su habitual tono lógico y frío, ajustó sus gafas de diseñador sobre el puente de su nariz.
—Un rastro financiero sutil pero persistente conecta a Camila con un individuo con un historial cuestionable que podría estar aprovechándose de su situación, manipulándola para obtener beneficios personales o políticos. Si podemos rastrear la fuente y la naturaleza de esas transacciones, tendremos una imagen mucho más clara de lo que realmente está sucediendo. El caso podría cerrarse antes de que esas mujeres siquiera tengan la oportunidad de actuar.
Diego se acomodó en su silla ergonómica de cuero con una sonrisa relajada, casi displicente.
—Está bastante claro que esos rumores de infidelidad por parte de Andrés son exagerados, probablemente fabricados o magnificados por la propia Camila para victimizarse. Me juego lo que sea a que las famosas Erinias están detrás de todo esto, intentando arruinar la vida de este hombre por despecho o por simple diversión.
Adrián asintió lentamente, su mirada fija en un punto invisible en el horizonte de la ciudad.
—Esto no será fácil, especialmente si esas mujeres están involucradas. Pero si esos rumores sobre sus métodos y su reputación son ciertos, y si realmente están planeando algo contra Andrés, esta será la oportunidad perfecta para desenmascararlas y demostrarles que no pueden interferir impunemente en los asuntos de nuestros clientes.