Agencia de venganza

Capítulo 5:Jugada Maestra

El eco del caos orquestado en la gala benéfica apenas se había disipado en el aire nocturno de la ciudad, pero tanto Las Erinias como Los Centinelas ya estaban inmersos en la planificación de su siguiente movimiento. Esa noche, mientras las luces de la ciudad parpadeaban como luciérnagas bajo un cielo estrellado, cada agencia, en sus respectivos cuarteles generales, analizaba meticulosamente los resultados del reciente enfrentamiento. Para ambos bandos, quedó meridianamente claro que el choque en público había concluido en una especie de empate táctico. Ninguno de los dos había logrado completar su objetivo primordial, pero la escaramuza había dejado una marca indeleble en ambos lados, revelando fortalezas y debilidades hasta entonces ocultas.

Las Erinias, reunidas en la familiar penumbra rojiza de su sótano, estaban llevando a cabo una evaluación exhaustiva de los daños colaterales y celebrando con moderado entusiasmo las pequeñas victorias obtenidas.

—Bueno, al menos conseguimos que el engreído de Andrés sudara la gota gorda frente a los medios y a toda su élite de amigos —comentó Reina, con una sonrisa de satisfacción mientras se balanceaba suavemente en su silla giratoria, sus dedos todavía ágiles sobre el teclado—. Y apuesto a que su joven y ambiciosa secretaria ahora se lo pensará dos veces antes de seguir sus órdenes sin cuestionarlas.

Valeria, con la concentración habitual grabada en su rostro mientras revisaba una serie de informes detallados en su laptop, respondió con una calma que contrastaba con la excitación de Reina:

—No es suficiente, Reina. Si bien sembramos una semilla de duda, no logramos la exposición total que Camila merecía. Lo más importante es que ahora saben que existimos, que somos una fuerza a tener en cuenta. Tendremos que ser aún más astutas y anticiparnos a cada uno de sus movimientos. Estar siempre un paso adelante será nuestra nueva norma.

Isabela sonrió con su habitual encanto, ajustándose un par de pendientes largos que brillaban bajo la luz tenue.

—Ellos pueden tener todos los recursos del mundo a su disposición, pero nosotras tenemos algo que el dinero no puede comprar: creatividad, ingenio y una profunda comprensión de las debilidades masculinas. El próximo caso será la oportunidad perfecta para demostrarles quién realmente manda en este juego.

Los Centinelas, por su parte, se encontraban reunidos en la pulcra y silenciosa atmósfera de su lujosa oficina en el piso veinticinco, analizando con frialdad cada interacción y cada detalle de su encuentro con sus nuevas y misteriosas enemigas.

—Las Erinias no son simples aficionadas —afirmó Adrián, con el ceño fruncido mientras examinaba una serie de fotografías de la gala, ampliando los rostros de Valeria, Reina e Isabela—. Son organizadas, metódicas y peligrosamente calculadoras. Subestimarlas sería un grave error. Esto no será una tarea sencilla como habíamos anticipado.

Diego, con su característica actitud relajada, se estiró en su silla de cuero, cruzando los brazos detrás de su cabeza.

—A mí me gusta el desafío, Adrián. Además, admitámoslo, ¿no crees que hay algo inherentemente fascinante en ellas? Esa mezcla de inteligencia, audacia y... ¿podríamos llamarlo encanto subversivo?

Sebastián dejó su tableta sobre la mesa de cristal con un ligero golpe, su expresión seria y sus ojos grises fijos en un punto invisible. Su voz, aunque tranquila, denotaba una determinación férrea.

—Si seguimos limitándonos a reaccionar a sus movimientos, Adrián, terminaremos perdiendo esta partida. Necesitamos tomar la iniciativa, anticiparnos a sus jugadas y ponerlas a la defensiva.

El siguiente caso: Sabotaje cruzado

El destino, o quizás una peculiar ironía del universo, quiso que ambas agencias convergieran en un nuevo objetivo: un hombre llamado Ricardo Peña, el adinerado y carismático dueño de una exitosa cadena de hoteles de lujo, acusado por su esposa de serle desleal en múltiples ocasiones y con una variedad de amantes que iban desde jóvenes modelos hasta influyentes figuras de la sociedad.

Ricardo, consciente de los crecientes rumores que comenzaban a circular sobre su comportamiento promiscuo y temiendo un escándalo público que pudiera dañar su reputación y sus negocios, había contratado discretamente los servicios de Los Centinelas para proteger su imagen y neutralizar cualquier amenaza. Al mismo tiempo, la esposa de Ricardo, una mujer elegante y discreta llamada Elena, desesperada por la humillación y decidida a obtener pruebas sólidas de la infidelidad de su marido que le permitieran enfrentarlo legalmente en un futuro divorcio, había solicitado la ayuda de Las Erinias.

La primera jugada en esta nueva partida de ajedrez tuvo lugar en el hotel insignia de la cadena de Ricardo, un imponente edificio de cristal y acero en el corazón financiero de la ciudad, donde ambas agencias se infiltraron con propósitos diametralmente opuestos.

—El sistema de seguridad es un queso gruyer —murmuró Reina con una sonrisa mientras sus dedos danzaban sobre las teclas de su laptop, logrando acceder a la red interna del hotel y tomar el control de las cámaras de seguridad—. Tengo ojos en cada pasillo, en cada suite y en cada rincón de este palacio dorado.

—Perfecto, Reina. Mantén un ojo en todo. Isabela, tu misión será en el área de recepción. Necesitas encantar al personal, especialmente a aquellos con acceso a información privilegiada sobre los movimientos de Ricardo y sus... invitadas especiales —ordenó Valeria, su voz transmitiendo calma y precisión a través del comunicador.




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