Shao
—Déjala en paz- una voz masculina apareció detrás de mí. Intente girarme pero me resultó imposible.
— Que no te engañe su carita de muñeca.
—Dice la verdad.
— ¿Qué?- ella sonó sorprendía.
—Que no miente.
—Es imposible.
—Dijiste que sólo la ibas a interrogar- la voz del hombre era grave y sería.
—Así es señor.
— ¿Con un látigo?
—Señor, no quiere hablar.
—Ha hablado y ha dicho la verdad.
—No le crea.
—Que sea la última vez que contradices a tu superior soldado.- le oí decir aun mirando hacia la pared intentando aguantar el dolor.
—Sí señor.
Sentí que algo me tocaba y mi cuerpo pego una violenta sacudida por el miedo.
—Tranquila - la voz del hombre sonó despacio.
Sus manos me agarraron después de desatarme, hizo que me girará y con suavidad me posó en el asiento. Pero esta vez nadie me ato.
Me mire entonces las manos llenos de pequeños puntos luminosos que subían por debajo de mi una camiseta gris, que no recordaba llevar antes, hasta el cuello. Me los toque despacio. Eran tan pequeños como hormigas y sin embargo brillaban de manera tenue.
Lo mire confundida aún con las lágrimas en los ojos. Con una mano temblorosa me limpie el rostro sin atreverme a hacer ruido.
—Ya pasó.
—Yo....- tartamudeé-yo.....
—Lo sé todo. - dijo captando mi atención por lo que levante la cabeza con la mirada de interrogación.
—"¿Qué más se iban a inventar- me pregunte-¿Qué mate al hombre y que soy una bruja ? "
Estaba asustada pero por otro lado mi cuerpo se había quedado en un reposo increíblemente tranquilo.
—Hija de padres adoptivos. Buena estudiante y con excelente conducta. Dime ¿Qué hacías en el callejón? - pregunto tranquilamente el hombre que tenía en frente. Iba con un traje negro también, pero era distinto, con suaves líneas que como si fueran serpientes recorrían el traje completo. De color oro, de fino trazado y sobre todo elegantes. En su pecho dibujaban unas raíces que parecían comerse la tela y abrazar sus pectorales. Era un hombre alto, delgado, de cabello gris y penetrantes ojos negros. Su color de piel bajo aquella tenue y lúgubre luz se antojaba de caramelo tostado al sol, pero supuse, pues en algo tenía que pensar que no fuera el dolor que sentía, que su piel seria mas blanca. Un rostro afilado, de mandíbula cuadrada y sin apenas arrugas. Y aunque se le notaba la edad por su forma de hablar y caminar, parecía conservar se bien.
Me quedé mirándolo sería sin mover ningún músculo.
—No soy adoptiva- dije con enfado.
El hombre entonces miro algo que saco de su bolsillo de pantalón parecía algo como el teléfono pero transparente. Leyó durante unos segundos en esa plancha que parecía cristal y en la cual se podían ver pequeñas luces moverse.
—Sí que lo eres.
—No.
—Dices la verdad. Así que supongo que no lo sabias.
Le fulmine con la mirada.
—Pobrecita- dijo la mujer que aún estaba allí entre las sombras. - La gatita fue abandonada.
— ¡Por tu propio bien espero que sea la última vez que abras la boca en mi presencia! - de pronto el hombre rugió sin moverse. Ni si quiera la miro al decir aquello.
—Señor, lo siento.
—Largo.
—Pero..
—Creo que desconoce las consecuencias de desobedecer a un superior soldado.
La mujer salió, con rapidez, no antes fulminarme con esa mirada asesina.
Pero no me almendraba ante eso. Había muchas cosas que pudieran darme miedo pero esa mujer no era una de ellas.
— ¿Y bien?- preguntó el hombre- ¿Fue de casualidad que estuvieras allí?
—Si
—Ya claro, y yo soy el rey Damián
—El rey Damian está muerdo desde hace cinco años.
—Era por decir algo.... - se calló- eres buena. Pero habla.
—Me pelee con mi novio. Me ha dejado por otra. Así que salí corriendo de su coche y sin querer termine en el callejón. Para cuando quise irme era tarde así que me escondí.
—Te has escapado de una agente con experiencia. ¿Sabes qué significa eso?
Negué con la cabeza.
—Que esto te va traer muchos problemas- dijo con una aparente tranquilidad. Comenzó a caminar de un lado a otro como si sus nervios estuvieran a punto de acabar. Dejo ver un poco su espalda y comprobé que las líneas doradas continuaban por ella formando una figura que pude distinguir.
—Yo no hice nada malo. Solo algo que hubiera hecho cualquiera ante la escena que vi.
— ¿El qué?- preguntó el hombre interesado.
—Correr- respondí sorbiendo la nariz. La respuesta ya era tan obvia que me entraron ganas de reír. Pero el dolor de la espalda me estaba matando y cada vez me dolía más. Sentía como si millones de agujas penetraran violentamente en mi piel, mientras el fuego ardía por dentro.
—No te das cuenta.
— ¿De qué?- pregunté. Todo resultaba tan inverosímil que por un momento podría haber pensado que era un sueño. Pero el dolor en mi cuerpo era demasiado real como para eso.
—Has conseguido escapar de una agente fantasma.
Levante una ceja. Todo eso me sonaba a chino.
—A ningún agente fantasma se le escapa alguien. Son letales e increíblemente rápidos- dijo caminando hacia mí de nuevo- Pero tú, sin aparente experiencia has conseguido evadirla sin ningún problema.
—Reconozco que era la intención- dije torciendo el gesto por un repentino pinchazo que sentí en el cuerpo.
—Eres muy buena para ser alguien normal- afirmó el hombre. - Vamos a curarte eso.
Se acercó y me ayudó a levantarme. No supe si debía fiarme. Si debía intentar correr de nuevo o dejarme llevar. Pensé en todas las posibilidades, en el hecho de que apenas sentía mi cuerpo y que si intentaba huir no recorrería ni diez metros. Así que me deje sujetar por aquel hombre, increíblemente fuerte, que me llevó hacia la puerta. Pero las fuerzas me fallaron y cuando este me soltó para abrir la puerta, caí de bruces al suelo sin poder evitarlo.