Shao
Cuando desperté me encontré mirando el techo blanco de una habitación. Todo estaba confuso pero los recuerdos aparecieron como un tormento.
El asesinato. Los latigazos y todo lo demás.
Me levante bruscamente, mi cabeza dio vueltas durante unos segundos. En frente mía había un montón de mesas blancas limpias y al fondo grandes estanterías llenas de cosas extrañas. Me quite de encima una fina manta y mire mi ropa. Iba vestida con unos pantalones grises y una camiseta de manga corta del mismo color. Todo era neutro y monótono. Tras levantarme pise el frío suelo con los pies descalzos y me puse de pie.
Un sonido de aire sonó a mi espalda y al girar me vi como una puerta se había abierto y dos soldados entraban con rapidez.
—Señorita Rebeca Even. Acompáñeme.
Reconocí a uno se aquellos chicos. Era el mismo que vi en mi habitación aquella noche.
Llevaban armas en una de las manos y decidí que no era una buena idea protestar.
Salí por la puerta y los mire para que me indicaran el camino. El de lado derecho, de ojos marrones, de labios finos y una pequeña herida bajo el pómulo derecho, hizo un gesto con la cabeza hacia la derecha, sin pensarlo dos veces empecé a caminar. Pero cada vez que había varios desvíos en aquel sitio que parecía un laberinto me paraba. Por ello el chico de castaño cabello y aquellos ojos marrones, se puso delante mía y el otro detrás dirigiéndome así hacia alguna parte por aquellos blancos pasillos iluminados con luz artificial.
De nuevo una puerta se abrió con el mismo sonido de aire a presión. Pero esta vez era metálica y a simple vista parecía muy pesada. En ella había un dibujo extraño de algo que parecía un escudo dorado y rectangular con una inscripción como en latín. A sus alrededores había extrañas ramas que iban en diferentes direcciones.
Tras la puerta vi una gran mesa tras la cual se hallaba un hombre sentado dándonos la espalda. Este hizo un gesto con la mano sin volverse y los dos chicos se cuadraron de pronto, dieron la vuelta y se fueron dejándome allí sola de pie y descalza.
El hombre se volvió y lo reconocí de la noche o día anterior. De cuando me protegió, si se podía decir eso, de aquella cabrona de tía.
—Siéntate- su voz sonó como una orden. Y sin rechistar me acerqué a la silla enfrente de la mesa y me senté.
—Es algo inusual que te voy a decir, pero quiero que te lo plantees
Lo mire sin entender nada.
—He decidido hacerte una proposición,- siguió hablando mientras se apoyaba en la mesa y cruzaba las manos enfrente suya- quiero que formes parte de nuestro equipo.
— ¿Qué equipo?- pregunté sin miedo.
—Somos agentes secretos de la fuerza especial. Nuestra organización se encarga de proteger a los ciudadanos de todo el país y controlar las amenazas externas.
—Ohhh. Sigo sin entender nada.
—Somos O.S.E. L. La Organización Secreta Especial de Lucha, nuestro lema es luchar, servir y proteger a la nación.
—Vale- ahora sí que me sonó a otro idioma.
—Tienes dos opciones. O aceptas esta oferta y pasas a formar parte de la organización o... - no termino la frase.
—Me matáis - termine yo.
—Iba a decir que te borramos la memoria pero es básicamente lo mismo- enarque una ceja- es decir que te vamos a matar pero.... con palabras suaves.
—Ósea mentir.
— También
— ¿Y cómo sé que no mientes ahora?
—Tendrás que confiar.
Mire al suelo y a mis manos que no paraban de moverse. El hombre no me imponía. Por alguna razón me producía buenas sensaciones aunque no del todo.
— ¿Pero porque?- parecía la pregunta más tonta del mundo y con mi voz que me traicionó pareció haber sido hecha por una niña de cinco años.
—Has conseguido escapar de una agente especial preparada para diferentes casos. Es una de las mejores. Sin ni siquiera tener experiencia. Te hemos analizado y pareces alguien que merece la pena tener en nuestro equipo si no demuestras lo contrario.
Asentí como si todo lo que me estuviera diciendo fuera lo más normal del mundo y que yo lo entendía.
—Tienes hasta esta tarde para decidir - dijo zanjando la conversación.
Antes de que pudiera preguntar pulso un botón en la mesa y los mismos dos chicos aparecieron a mi espalda. Uno de ellos me toco hombro haciéndome levantar.
Mire de nuevo al hombre que ya no me prestaba atención y me encaminé hacia la salida respaldada por dos supuestos agente.
—Señorita- dijo el hombre haciéndome volver- no tarde mucho en dar su respuesta- y seguidamente hizo un gesto con la mano para que me marchara.
De nuevo termine recorriendo los pasillos que antes había pisado. Recordaba cada uno de los giros en aquel monótono pasillo con luz artificial y sin decoración alguna.
Así que camine delante de los dos agentes, sintiendo sus pisadas detrás de mí y vire las veces necesarias, como si de un robot se tratara llegar a la misma habitación.
En uno de esos giros, con la mente a mil por hora tome hacia la izquierda sabiendo que estaba a punto de llegar cuando unas manos me agarraron por la cintura y me hicieron retroceder. Ce nuevo uno de aquellos chicos se colocó delante y camino obligándome a seguirle el ritmo. Llego a otra puerta que esta vez era blanca sin nada y se abría de forma normal con un pómulo. Cuando entre me encontré con una simple cama a un lado y una pequeña mesa al otro. No había nada más, ni decoración, ni ventanas y todo parecía sacado de una revista espacial.