Shao
—Qué extraño- hablo una mujer no muy lejos de donde me encontraba.
No quería abrir los ojos, sentía los párpados pesados. Tenía sueño y mi cuerpo estaba lacio, sin fuerzas. Solo quería volver a sumergirme en un profundo sueño del que no tuviera que despertarme jamás. Imaginarme un mundo feliz de color de rosa si hiciera falta, aunque odiara ese color, pero imaginar algo distinto a los que mi vida se había convertido.
—Es inmune- distinguí otra voz también de mujer.
—Es imposible.
—Claro que sí.
—Los Completos no existen.
—Tienes razón- hablo la primera mujer- debo de haberme equivocado.
—Seguro que si. Anda no le des tantas vueltas.
Todo aquello sonaba extraño. Supe que hablaban de mí por los látigos.
"— ¿Cuánta gente recibe latigazos al día?- me pregunte -Poca seguro- termine respondiendo mi propia pregunta"
A pesar de la lucha que se producía en mi interior las fuerzas se menguaban. Sentía el cuerpo como si me hubieran puesto kilos de plomo que se hundían en la cama sin dejarme mover. Abrí los ojos varías veces sin fuerza y termine durmiendo de nuevo.
No supe el tiempo que pasó solo que más tarde desperté como nueva. No me dolía nada, por ello me levante y descalza me dirigí a la puerta.
Para cuando intente abrirla un rostro familiar apareció tras de ella.
—Veo que ya despertaste- reconocí la voz de la enfermera que me atención y recordé entonces lo que dijo. -¿Te encuentras mejor?
—Si- asegure- ¿Qué me pasó?
—Tuviese una reacción alérgica a la medicación.
Me quede segundos pensando. Podía ver en sus ojos que no iba a responder a más preguntas y solo dos eran las que no conseguía entender.
— ¿Qué son los Completos? - pregunté observando cómo el rostro de aquella mujer pasaba de un estado de simpatía a preocupación.
— ¿De dónde has sacado eso?- preguntó casi aterrorizada
—La oí antes.
—No debes mencionar ese nombre nunca.
— ¿Porque no?
—Esto no es de tu incumbencia. - dijo dando por terminado el tema y me empujó por la puerta al pasillo.
Cerró la puerta y me dejó allí sola y descalza de nuevo en aquel laberinto enorme.
Para cuando llegue a mi habitación Tatiana ya estaba tumbada en su cama de la parte superior. Se giró al verme y sonrío.
— ¿Estás bien?
—Un poco atontada. Pero nada grave.
—Suele pasar. En varias horas estarás como nueva.
—No lo entiendo.
— ¿El qué?
— ¿Cómo es posible que no me duela nada?
—Es la medicación que nos ponerme.
La mire sin entender nada.
—Es algo así que ayuda a tu cuerpo a curarse en tiempo extra.
— ¿Cómo magia?
—Más bien ciencia.
Me eche en la cama derrotada. A pesar de que me sentía bien mi cabeza parecía que iba a explotar en cuestión de minutos.
—Los laboratorios han desarrollado un médicamente que ayuda al cuerpo curarse en cuestión de horas.
—Es imposible.
—Créeme que sí. Aquí hay muchas cosas que escapan a la lógica humana y pronto lo descubrirás.
Suspiré rendida.
—Has peleado bien después de todo- dijo tras varios segundos. Mire hacia arriba pero no vi nada más que la parte inferior de la cama.
—Me ha dolido más el látigo- confesé.
— ¿Han utilizado el látigo contigo? - preguntó mi compañera con asombro.
—Si.
—Nena eres una caja de sorpresas. Llevas aquí menos de dos días y te han pasado más cosas a ti que a mí en todos el mes.
—Hubiera preferido que no me pasaran- dije mirando el reloj de la pared que indicaba las nueve de la tarde.
—Apareces de la nada. Te dan con el látigo. Tienes tu primera pelea ¿Que has hecho?
—Nada. Eso se llama tener mala suerte.
Me levante de la cama y me dirigí a la ducha. Tras quitarme la ropa suavemente me observe en el espejo. Están visiblemente más delgada, mi pecho se veía igual de grande con la ropa interior negra en conjunto con los cardenales que aparecían en ciertos lugares de mi anatomía. Me iré a un lado, aparte mi melena pelirroja y observe toda la parte de las costillas que estaban de color azul violáceo, cuando me giré pude ver las cuatro marcas del látigo de color rojo oscuro en mi piel. Las toque con suavidad pero no me dolían.
Si antes habían utilizado el médicamente para curarme esto. ¿Porque esta vez fue diferente?
Tiana apareció detrás de mí y vi su rostro reflejado en el espejo. Se acercó despacio, observó en silencio mi cuerpo. Después acaricio despacio con un dedo las marcas de látigo muy concentrado.
—Nunca antes había visto este tipo de marcas- dijo casi susurrando a la vez que agarraba mi larga melena y le hacía una trenza.
—Ni yo.
— ¿Qué dijo la enfermera?- preguntó sin dejar de tocarlas.
—Me quedaran marcas.
—Es una pena- aseguró terminando la trenza y poniendo una goma para que no se deshiciera, después me dio un beso en la espalda para luego girarse y salir del baño.