El silencio resulta ser un arma muy poderosa
solo para el que la sabe usar
Ethan
La ira de sus ojos fluctuaba entre el plato destrozado y mi rostro.
—¡Me asustaste! ¡Creí que era un ladrón!
—Pero no tenías por qué arrojarme eso.
Deseé que se fuera a dormir sin regañarme. Era pasada la medianoche.
—¿En dónde estab…? —remplazó las palabras por un jadeo que cubrió con su mano.
Seguramente fue porque avancé y mi rostro salió de la oscuridad de la sala.
—¿Sabes la hora que es? —dijo con hosquedad.
Su postura tensa era invitación a una larga charla para hacerme «recapacitar».
—Mamá…
—¡¡¡Respóndeme!!! —Acercó un paso amenazante.
La molestia me desfiguró la boca en mueca de fastidio. Ni si quiera me dejaba hablar.
¡¡¿Cómo quería que le respondiera?!!
—¿Quién te hizo esto? —susurró. Sus ojos se aguaron un poco.
Sus nudillos fríos contrastaron con el calor de mis pómulos. Acarició con suavidad esa zona como si fuera algo delicado. Cerré los ojos con fuerza por el dolor.
—Siempre es lo mismo contigo, Ethan —el murmullo se me clavó en los oídos, tocando fibra de mi conciencia.
Tomó mis manos entre las suyas, pero las quité de un tirón por el pinchazo de dolor martillar mis nudillos rasgados.
—¿Qué es lo que estás haciendo?
Su voz, esta vez calmada, me dio un poco a mí. La mirada acusatoria aumentó de escaneo.
—Nada.
Un poco de seguridad en lo que decía le quitaría la estúpida idea de que andaba en las putas drogas.
—Dime, Ethan, o te juro que… —se calló a ella misma por mi mirada socarrona. Ella más que nadie odiaba las amenazas, y yo también.
Un suspiro brotó de los más profundo de sus pulmones. Y otro más de mí por un punzón en la cabeza. Estaba cansado, solo quería mi maldita cama y un puto chocolate caliente con malvaviscos suaves.
¿Era mucho pedir?
—Dices que no es nada —bisbisó—. ¿Y entonces eso qué es? ¿Te chocaste con un poste?
Evité sus ojos en lo que me dirigí al refrigerador por una botella de agua. Sus reniegues entre dientes bailaban por todo el lugar. Importarme menos no podría.
—¿Puedes dejarme en paz? —respondí sin ganas de seguir la maldita conversación.
—Estoy harta de esto. ¿Tan idiota te parezco como para que creas que no sé qué esos golpes son por pelear?
Detuve la botella en al aire, a segundos de ser consumida. Reviré los ojos y di paso al agua para ver si así se me aclaraban las ideas. No funcionó. Exploté una vez más.
—¡¿Acaso me has visto peleando?!
—No grites.
—Entonces déjame en paz —susurré tratando de controlar mi respiración.
—Supongo que… —titubeó—, Christofer siempre me ha dicho que andas en peleas, pero nunca he podido creerle.
Bufé, hastiado.
—Oh, ¿y ahora sí le crees? Dime, mamá. ¿Le crees a tu esposo perfecto más que a tu hijo?
Selló los ojos y estampó su palma contra el mesón.
—Ya compórtate, sabes todo lo que tengo que hacer para mantenernos bien y…
—Exacto. Lo sé muy bien. Lo único que trato de hacer es ayudarte a conseguir dinero, mamá.
Metí la mano al bolsillo.
—No lo quiero. —Me detuvo—. Tú no deberías estar haciendo nada para ayudarme.
Solté un resoplido, aún seguía tratándome peor que un niño.
—Yo me las arreglaré para conseguirlo —murmuró sin verme a los ojos.
—¿Y cómo? —repuse entre dientes. La quijada tensa empezaba a doler.
—Como siempre lo he hecho.
Resoplé por lo bajo. Ya sabía que diría eso. Esa mierda de dinero era el único tema que estaba entre nosotros, todo el maldito tiempo hablando de él.
—Ah, ya entendí. ¿Se lo pedirás prestado a la abuela? ¿O trabajaras doble turno? Siempre pareciendo pedir limosna, mamá, ¿verdad? Eso es lo que te gusta, ¿no?
Su cara se contorsionó.
—Ethan…
—¡Por eso estás estresada todo el puto tiempo, por pensar en el maldito dinero! ¡Lo único que te importa es eso!
No quería pelear con ella. Últimamente eran nuestras rutinas. Pero su tono al dirigirse a mí, su rostro contraído y su maldito tema de dinero veinticuatro siete no ayudaban en nada.
—No me hables así, Ethan.
Su reprimenda no fue suficiente para no seguir con ganas de contestarle y hacerla caer en cuenta de que no toda la vida giraba en torno a ese papel de color verde.
Estaba harto, furioso, y el dolor de cabeza me ponía peor.