El destino es extraño
El camino que tomas para evitar
tu destino es el mismo que te lleva a él.
Así que no intentes eludirlo, es más fácil
Gabriela
Observé la foto en la que aparecían los tres en un día de campo. Mi sonrisa salió descuidada. Ella era igual de hermosa a su madre, de su papá solo heredó los ojos verdes.
Algo bastante esponjoso me rozó la mano, dirigí mi vista ahí y me encontré con Nieve, una pequeña gatita completamente negra.
—Tu gatita es hermosa.
Pasé mi mano por su lomo. Ella encantada se subió encima de mis piernas. Desprendía mucha ternura, tenía unos ojos amarillos y suave pelaje.
Con lo parlanchina que Kiara resultaba, me sorprendió no escuchar respuesta, así que levanté la mirada y pude ver la suya perdida. Peinaba su cabello sin mucho esfuerzo.
—¿Qué te pasa?
Kiara enfocó sus ojos en mí, despacio, le sonreí y palmeé la cama indicándole que se sentara.
Me sonrió un poco más apagada y al fin se acercó a paso lento y se sentó a mi lado, de inmediato Nieve saltó a su regazo. Su semblante era la clara estampa de la vergüenza y sus expresiones mostraban tristeza. Sus ojos brillaban de nostalgia, conocía muy bien ese gesto. Tenía ganas de llorar.
La pregunta era… ¿por qué?
Hasta hace un momento me estaba sonriendo, parloteando sobre lo pésima cocinera que era y sobre lo mucho que amaba a sus padres y hermano mayor.
—¿Qué tienes? ¿Estás bien?
Nos encontrábamos en la casa de ella, muy acogedora, nada extravagante ni exagerado, todo muy limpio y organizado, con tantas fotos en las paredes que me resultaron hermosas y encantadoras. La calidez que se representaba en cada una era bellísima, el amor que le profesaban sus padres a través de miradas era muy lindo, y su hermano era un chico muy guapo, de ojos café y cabello negro.
Por un momento creí que no respondería.
—Lo siento. Es solo que… —Su mirada perdida y la voz quebrada me asustó un poco—. Estoy… cansada, me siento humillada y avergonzada —soltó un leve suspiro mirándome con lágrimas escurriendo por su rostro.
—¿Volvieron a molestarte?
Asintió sin mirarme, se dedicaba a sobar el lomo de Nieve, tal parece que ella sintió su tristeza porque se levantó y estrechó su cabecita en el mentón de Kiara.
—Dicen que parezco lesbiana…
Oh.
—Sé que no me visto bien, que no tengo sentido de moda, que no tengo un cuerpo de modelo y tampoco el busto grande, pero… ¿por qué tienen que decir eso?
—Bueno… —No sabía que decir—. ¿Y a ti te gusta cómo te vistes? Desde que te guste a ti no tiene por qué importar lo que digan los demás…
Me callé al ver que movía la cabeza de lado a lado.
—No quiero ser imprudente, solo quiero tratar de entender, pero… ¿entonces por qué te vistes así si no te gusta?
Siempre utilizaba sudaderas o jerséis bastante grandes para su figura, por sus manos y piernas deducía que era de contextura delgada, pero nunca lo mostraba. Los suéteres le cubrían más debajo de su trasero y los pantalones le quedaban sueltos.
No me respondió lo que pregunté. Su respuesta fue otra, muy inesperada para mí.
—Quisiera vestirme más bonito, así como las chicas bonitas… —Se quebró su voz, el llanto desesperado lo causó. Hablaba muy rápido—. Estoy harta de que… siempre me estén diciendo cosas horribles, siempre me golpean, me lastiman… —Mis ojos se aguaron un poquito ante el tono triste y desolado—. No quiero ir más a esa escuela, no quiero, pero debo… debo ir… porque…
La atraje hacia mí y la abracé con delicadeza. Tuve que parpadear repetidas veces para ahuyentar la cantidad de agüita que se formó. Era doloroso ver a alguien pasar por una situación de estas, una de la que muchos no hablan y aguantan solos.
A esas personas las admiraba por su fortaleza. Si yo durante años me sentí terrible con sus insultos, no quería ni imaginar cómo son los que sufren de golpes y humillaciones. Bueno, ahora estaba tratando de consolar a una persona que pasaba por esa situación. Y no sabía muy bien qué hacer.
—No te mereces nada de eso, Kiara. —Le di golpecitos en la espalda—. Pero no estás sola, yo te ayudaré con lo que pueda, pero también debes ayudarte tú misma y no dejar que los demás te vean como blanco fácil. Porque si sigues permitiendo estas cosas, lo seguirán haciendo.
» Y el acoso no solo es en la escuela. Hay acoso en el trabajo, en la calle, en todo lugar. Así que debes aprender a defenderte por tu cuenta, porque esto pasa en cualquier sitio, no te hagas la idea de que cuando termine la escuela, esto parará. Porque esta situación se puede repetir nuevamente en la universidad o en el trabajo y si no aprendes a defenderte ahora, ¿cómo afrontarás la situación en un posible caso de esos?
Se separó con lentitud de mí y me regaló una pequeña sonrisa. Secó su rostro con sus manos y tomó una gran calada de aire.
—Lo siento, no quería que me vieras así, es que…