Los latidos del corazón
No interesa el precio del obsequio,
lo que importa es la intención con la que se da.
Eso conmueve hasta al corazón más árido
Gabriela
La cuchara no pudo llegar a mi boca. La estupefacción me la arrebató.
—¿El sábado en la noche?
La sorpresa me propinó una buena bofetada.
—Si, mi gorda —canturreó lo más de feliz—. Malory dice que quiere invitarnos para agradecer lo que hiciste por la niña. —Puso una mueca de gracia—. Y también porque somos los únicos vecinos que le agradamos.
La pequeña risita logró contagiarme.
—Es muy sincera, ¿no?
Me quedé un momento en shock, la señora Malory e Isabella eran encantadoras, pero yo no quería ir. Lástima que ella no le compartió un poco de ese encanto a su hijo, él me ponía muy nerviosa con su actitud arrogante.
—¿Cuándo la conocieron? —inquirió Steven.
—Desde que llegamos prácticamente —respondió mi papá—. A Ethan si lo conocimos hace poco.
Me atoré con el café al escuchar ese nombre de nuevo.
¿Qué tienes contra mí, universo?
—Es un muchacho muy educado, aunque no se veía nada bien —agregó mi mamá con algo de angustia.
—¿A qué te refieres, mami?
—Tenía varios golpes en su rostro y sus nudillos estaban lastimados. Ojalá no sea nada grave —respondió con una sonrisa.
Ay, no. La peleas. ¿Lo habrán lastimado? ¿Le dolerá mucho? ¡¿Por qué carajos pelea?!
Mejor aún… ¿Por qué me preocupa?
—¿Cuándo lo vieron?
Mi papá enarcó una ceja.
—¿Por qué el interés?
Eso había sonado como un regaño disfrazado y como tal, no pude responderle. Ni yo lo sabía. Gracias a que Stev y Santi se levantaron lo hice yo y el tema quedó olvidado.
—Váyanse ya, es tarde —comentó mi mamá como una ayuda que pedí mentalmente.
—Ehm… bueno. Hoy utilizaré el carro porque debo ir a recoger a una amiga.
—¿Cuál amiga si tú no tienes?
—Ay, papi no me molestes. Es con Kiara, la chica de la que les hablé.
—Es un chiste, amor. Ve con cuidado.
Sonreí por el beso que dejó en mi cabeza.
🍭🍭🍭
Abrí la caja azul para que Kiara metiera el jersey perfectamente doblado que le había comprado a Gael junto con el que le había prestado. Para eso fue el dinero de los «cuadernos».
Dijo que quería devolverle el suyo y comprarle uno nuevo como agradecimiento. También quería comprarme algo, pero ya que no le recibí nada, optó por darme una barra de chocolate.
Cuando terminamos con el de ella, seguimos con el mío. Empaqué las diez camisas que le había prometido en una caja plateada. La compré porque me recordó a sus hermosos ojos. Organicé todo sin una sola arruga.
Santiago nos observó con atención desde el asiento trasero mientras comía unas galletas que le había dado Kiara.
Esto me pasaba por despistada, pero le había prometido diez camisas. No podía ser ni una más y ni una menos. Creo que lo mejor de una persona, es cumplir con su palabra.
Luego de dejar a Santiago en su sede y empacar las cosas en nuestras mochilas llegamos al salón y nos sentamos en los pupitres correspondientes. No sé por qué, pero mis dedos repiquetearon en la mesa y mi pie bailó sobre el piso, ansioso por la anticipación de verlo.
¿Por qué me sentía así?
Solo debía entregarle la caja y listo no lo volvería a tener cerca. Si, solo debía hacer eso y listo.
«Él es tu tutor, Gabriela». Oh, cierto.
Creo que nos quedamos hablando muy animadamente que no nos dimos cuenta cuando el chico de ojos verdes se acercó a mí más de lo necesario.
Kiara se tensó, pero no entendí la razón de eso.
—Hola, Gabriela —saludó con una encantadora sonrisa. Pero a diferencia de ayer su actitud no era coqueta.
—Ahm… hola —le respondí un poco confundida.
Se sentó en la silla de enfrente y giró su torso hacia mí.
—Ethan es tu tutor, ¿verdad?
—Si. —Le di una pequeña sonrisa—. Algo extraño, se supone que ibas a ser tú.
—Si, hubo un cambio de último minuto. —Desvió la mirada hacia un lado, estaba mirando a Kiara, con mucho interés me pareció a mí—. Pero dime, ¿te sientes cómoda con él?
Sus ojos verdes enfocaron mi rostro y lo estudiaron sin disimulo.
—Eh… si, explica bien y tiene mucha paciencia. Es un chico bastante inteligente. ¿Por qué?
Creo que nunca había dicho una mentira tan grande. Si, explicaba muy bien, pero lo de la paciencia era una total falsedad. Hasta me dieron ganas de reír.