Agrio y Dulce Amor

Capítulo 19. Los susurros del pecho

Nota:
Este capítulo explora pensamientos muy personales de la protagonista sobre el amor, las relaciones y su forma de ver el mundo que la rodea. No intenta juzgar, solo mostrar lo que muchas veces se siente, pero no se dice. No es una verdad absoluta, ella no busca tener la razón, solo expresar lo que siente, esto es solo una mirada íntima desde su corazón. Esta escena es importante porque también se verá una evolución significativa en ella.

Está bien que no compartas los opiniones que vas a ver aquí.
Gracias por leer con empatía. 🖤🌼

Los susurros del pecho

El corazón no grita, susurra… pero cuando lo hace, es imposible fingir que no lo escuchaste

Gabriela

«Y si hay otras vidas, también quiero vivirlas a su lado. Cuando se trata de ella, una sola no me basta, no es suficiente para demostrarle todo lo que siento. En esta vida la amaría todo lo que podría y en las otras me encargaría de buscarla y amarla mucho más…».

Cerré el libro. Un hueco se abrió en mi pecho. Un rio de desilusión y tristeza se filtró por ahí hasta subir a mis ojos y escurrir agua indeseada. Por más que intenté no terminar el libro —leyendo páginas viejas, releyendo escenas que me encantaron, quedándome de más en las ilustraciones—, como siempre que leía un libro… debía acabar.

Como todo, siempre había un final.

No sé si yo era la única persona a la que le costaba terminar un libro. Dolía abandonar a los personajes luego de que me causaron tanto. No quería ser desagradecida con ellos.

Algo que me entristece de leer es que me sentía la protagonista de la historia, como si el personaje me dedicara todo a mí y cuando volvía a la realidad, ahí me daba cuenta de que nada de eso era real…

Es triste ver que hay tanto amor lindo y yo… no tenía a nadie.

Pienso que esa es la mejor parte de la vida, dar y recibir lo más lindo de ella: El amor.

El amor es lo que mueve al mundo.

Quería un amor como en los libros. Que solo tuvieran ojos para mí, sin preocuparme porque me vayan a romper el corazón. Estar segura del amor y deseo que tendría esa persona por mí. Pero en la realidad eso… no existía. Estaba pidiendo algo imposible. Yo lo sabía. Y por eso dolía.

Las cortinas se movieron con brusquedad, fue por la brisa de octubre que había empezado a acariciar el aire, era suave y ligera, monótona. Como las últimas dos semanas. Clases aburridas. Un extraño jugueteo entre Kiara y Gael. Steven volvió a ser un total idiota. Ethan con sus labios en una línea recta, más pensativo de lo normal.

Fui al baño para lavarme el rostro lleno de lágrimas fugitivas y vislumbré mi reflejo en el espejo, pensativa.

Hablando de amor…

Ethan no dejaba mi cabeza. Despertaba cosas en mí que nunca había sentido. Y… estaba harta de lidiar contra esas emociones que él causaba. Y mucho más harta de negarlas.

Era cierto que eso me aterraba al punto de ponerme a temblar el corazón porque a mí nunca me había gustado nadie. Muchos no creían que eso fuera cierto, y los pocos que lo hacían me decían que era rara o en su defecto me preguntan si era lesbiana, o ni si quiera preguntaban, lo afirmaban, como una burla.

Me acerqué al balcón para asegurarlo. Tenía el descuido de dejarlo sin pestillo y no sé si era el viento, pero al despertar siempre estaba un poco más abierto o algunas cosas de mi escritorio se movían de lugar. Prefería pensar que era eso a que fuera un fantasma.

Metí a mi boca un puñado de bolitas de colores. Ni eso me quitó el amargor del pecho. Volví a mi cama justo cuando mamá entró.

Su sonrisa desapareció en cuanto vio mis ojos, desafortunadamente para mí, era inevitable que no se notara cuando lloraba. En mi rostro la tristeza se palpaba con una mirada aguda e interesada, y por más intentos que hiciera por ocultarlo, no podía.

Ni el hielo, el agua o el maquillaje o una sonrisa falsa podía ocultarlo.

—¿Qué pasó, mi gorda?

Se sentó a mi lado y me sonrió con ternura.

—Nada.

—Uno no llora por nada, mi amor.

Titubeé un poco, pero lo dije antes de que la vergüenza me impidiera hablar.

—¿Tú crees que soy rara, mami?

—¿Rara? —Contrajo demasiado la cara—. ¿Rara por qué, mi amor?

—Mami… tú sabes… —Subí un hombro, desganada—. Sabes que no juzgo, mami, solo pienso… diferente quizás. Eso me hace rara.

—¿Por qué, gordita?

Suspiré irritada.

—Porque pienso que las personas no deberían acostarse con otras solo por placer, sino con alguien que aman de verdad. No me gusta el alcohol, ni fumar, prefiero quedarme en casa leyendo. Nunca me gustó el color rosa ni las muñecas como a todas las niñas, siempre me encantaron las motos y el color negro. No soy tan femenina, supongo. Nunca he tenido novio, ni si quiera he dado un beso porque quiero hacerlo con alguien que realmente quiera, no con el primero que se me cruce y…

Su mano en mi cabeza me tranquilizó. No me había percatado de que estaba hablando demasiado rápido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.