El destello de la luna
Ella no quería aceptar que aquel misterio tatuado en sus ojos
del color más pérfido y peligroso pudiera ser la llave plateada
para abrir la jaula impenetrable donde ocultaba su corazón
Gabriela
—¿Kiara ya estás lista?
—Lista.
Levanté la mirada para verla desde el espejo. Mi boca se abrió en una enorme «O». Jennifer abrió los ojos y asintió en confirmación. Las ondas en su cabello resaltaban el azul fantasía de las puntas y el vestido junto con los tacones le daban un toque sofisticado a sus curvas delicadas. Tan hermosas como ella.
—Estás divina —halagó mi mamá organizando el cabello de Kiara—. Ay, yo me quiero tinturar el cabello así.
—Le quedaría muy bien señora Jennifer.
La aludida sonrió con ternura y le dio un golpecito en los brazos.
—Apúrense, en veinte minutos salimos.
Kiara se sentó en la pequeña silla en frente del tocador.
—Quedaste hermosa, Kiara. Te ves muy elegante —comenté sacando las sombras color tierra. Le vendrían muy bien con el color de sus iris—. Cierra los ojos.
Una vez lo hizo, comencé a rellenar su parpado con marrón.
—Gracias, Gabi, tú y tu familia son muy amables.
—Solo con los que nos caen bien —bromeé, a lo que ella me siguió.
En la conversación reinó nuestras familias mientras yo esparcía las sombras por toda su cuenca. Apliqué rímel, un poco de rubor y por último un lindo gloss rosita. Sus pecas le daban un aire angelical, aunque su vestido contrariaba con eso.
En cuanto terminé con Kiara me dirigí al armario para ponerme el vestido. Me miré al espejo y me gustó lo que vi. Se ajustaba perfecto a las curvas de mi cuerpo. La apertura en la pierna era recatada y el escote dejaba ver un poco en medio de mis pechos. Era sexy, pero conservaba la elegancia. Coloqué mis altos tacones y fui por una chaqueta abrigada para Kiara.
—¡¡¡Aaaaaaah estás espectacular!!!
No me dejó ni llegar al centro de mi cuarto. Su grito me sobresaltó. Le correspondí con una sonrisa e hice una pose de modelo, pero al ver que no salió nada bien ambas reímos a carcajadas.
—Chicas las estamos espe… Guau. —Steven pareció estático desde la puerta—. Se ven muy hermosas.
Ambas sonreímos en agradecimiento y a Kiara se le intensificó el sonrojo en sus mejillas pintadas de rosa. Cogimos nuestros bolsos y salimos junto con Steven a la planta baja.
—Tú también estás bonito —dije dándole una fuerte nalgada. Cosa que a él lo hizo reír y a Kiara la hizo abrir demasiado los ojos.
—¿Lo dudas? —respondió con fingida altivez.
Esteban casi se muere al ver mi vestido, pero luego se le pasó con una reprimenda de mi mamá.
En cuanto bajamos del auto nos recibió una gran brisa fresca. Observé la alfombra color azul, rodeada por adornos con plantas y luces muy elegantes.
Entramos a la gran sala. Había muchas mesas envueltas en un mantel crema acicaladas por copas, servilletas y cubiertos. Las personas de ropa y bolsos carísimos se encontraban sentadas en sus sitios correspondientes.
Mesas más adelante decoradas por dulces y postres, deliciosos a la vista. Del aire desprendía un aroma a lavanda. Relajaba inhalarlo.
Nunca, en todos los años que asistíamos a este tipo de galas había presenciado cosa semejante. Parecía más una fiesta. De no ser por la pantalla grande que indicaba el nombre de una empresa hubiera creído que era una.
—¿Mami, segura que entramos al lugar indicado? —susurré entre dientes sonriendo en dirección de una organizadora.
—Si, gorda, es que aquí es diferente —contestó ella imitando mi acción.
—¿Familia León? Por aquí, por favor —nos indicó un organizador muy amable, de aspecto impoluto y sonrisa radiante.
Nos sentamos en la mesa, pero antes de poder pegar mi trasero a la silla mi mirada se abrió como si me aplicara rímel.
Ese era… ¿Ethan?
Aquel pelinegro volteó un poco su rostro y con eso sentí un cosquilleo en mi estómago por lo atractivo que se encontraba. Claro que era Ethan. Mantenía las manos en los bolsillos, la espalda erguida y el cabello como siempre lo llevaba.
—Siéntate, hija —ordenó mi papá.
No me había fijado que aún seguía de pie.
Desde mi asiento seguí observándolo. Nunca le había visto una mirada así; cargada de mucho odio. Sus ojos enfocaban la pantalla, justo en el bonito logo de una empresa.
Casi me atraganto con la saliva por semejante escena. De repente una chica se le cruzó en el camino, lo abrazó y colocó la cabeza en su pecho. Él posó una mano sobre su cabeza al instante como si fuera un abrazo.
—¿Estás bien? —preguntó Kiara a mi lado.
Asentí con una sonrisa sin despegar mi vista de ellos. Hundí mis cejas en confusión, pero qué…