Aquello que parece más débil es lo que termina venciéndonos;
la fuerza real se disfraza de silencio y humildad. Como el amor
Gabriela
Maldito. Maldito. Maldito. Como lo… ¡odio! ¡Maldito! ¡Es un hijueputa!
Ay, perdón, Diosito.
¡¿Cómo se atreve?! ¡Después de haberme ignorado todo el día! ¡Después de no responderme para ir a comer! ¡Toda la hijueputa noche me la pasé ideando un plan para una cita y el muy estúpido solo me ignora! ¡Quise llamar su atención miles de veces y en ninguna lo hizo! ¡Incluso tiró el pastelito al suelo!
¡MALPARIDO!
Me puse la mano en el pecho y traté de ocultar mis ojos brillosos. Me dolió tanto que haya tenido esa actitud y ahora me habla como si nada, y ni si quiera eso porque siempre grita. Pues no. Con esa actitud se puede ir a la mierda.
—¡Hey! —Kiara me tomó del hombro—. ¿Estás bien?
Rasqué mi ceja, exasperada. ¿Cómo podía decirle? Ella ya tenía mucho con todo este asunto de Gael como para contarle mis problemas. Igual no eran tan importantes. No quería molestarla.
—¿Por qué los hombres son tan imbéciles? —murmuré, irritada.
Ladeó la cabeza y sonrió.
—A veces me gustaría ser ellos por un día para entenderlo.
Ambas suspiramos, desganadas.
—Los odio.
Soltamos una risita cuando dijimos eso al mismo tiempo.
La sonrisa de Kiara se borró muy rápido. Viró los ojos tanto como pudo y caminó en dirección contraria. Sam, que venía junto a Gael, llegó a mi lado y me ofreció de sus papitas.
Escarbé en el paquete y comí con mi ánimo tumbado a mis pies. Gael le decía algo a Kiara que no pude escuchar hasta que Sam sin recato me agarró del brazo y nos acercó más a ellos. Ahora sí pude escuchar a la perfección.
—Chismoso —le susurré a Sam sin poder dejar de escuchar las disculpas de Gael.
—No más que tú.
Le di una mala mirada mientras le robaba otra papa y él sonreía.
—…por favor, princesa. Nunca haría nada para lastimarte.
—No me engañes, Gael.
El moreno con su sonrisa radiante se burló tiernamente.
—No lo haría, Kiara. Nunca. Debes confiar en mí. Por favor, fue en pasado. Ni si quiera hablábamos tu y yo. Créeme.
Kiara, algo molesta y triste en parte iguales, resopló. Gael la tomó del rostro y la besó con fuerza, ella no dudó en seguirle con ganas. Se fueron tomados de la mano con una sonrisita picarona.
¿Y eso es todo? ¿Me abandonan por un beso?
—Mi disculpa funcionó. Kiara es buena carnada.
Contuve la risa.
—Eres un bobo, Sam.
Encerró mis hombros en su brazo. Le gritó un halago a un chico en una moto que derrapó el suelo en un truco increíble.
Suspiré, un poco preocupada. Todo este ambiente me traía demasiados recuerdos. Si mi padre supiera que estaba en un lugar como este, me arrancaría la cabeza y luego quemaría mi moto.
En mi defensa, yo no sabía, fue Sam el que me dijo que iríamos a una fiesta tranquila. Ninguna de las dos sabía que Ethan y Gael estarían aquí. Y mucho menos que estuvieran haciendo carreras, ilegales, dato importante.
Ya quería irme. Pero debía esperar a Sam y Kiara. Él nos había traído en su auto.
Todo esto estaba siendo un caos. Si hubiera sabido a donde me traerían, me hubiera negado.
«Mentirosa». Tal vez sí me hubiera arriesgado a venir y sobre todo a mentir, con tal de correr… una vez más…
—Ojalá se reconcilien —le susurré a Sam.
Soltó una gran carcajada.
—Pues claro que lo harán, después de una cogida cualquiera.
Mi rostro se desfiguró.
—¿Eh? ¿Después de qué?
—Ya sabes. —Hizo un gesto con su mano. Entendí perfectamente a lo que se refería—. Los novios siempre que tienen problemas echan un polvo y ya, fin de las discusiones.
Carraspeé, muy apenada ante eso.
—Es como tú con Ethan, me imagino que siempre se reconcilian con… Espera.
La expresión de mi cara no le permitió seguir hablando.
—¡¿Ustedes no han cogido?!
La expresión de horror que puse le divirtió.
—Ooooooooh, con razón todo el tiempo están peleando. —Contraje los labios por la felicidad de su voz—. Porque no tienen nada mejor que hacer.
—¡Pero no dije nada!
Aplaudió como un mono mientras reía, escandaloso.
—Recomendación, Gabi. —Paso su brazos por encima de mis hombros como si me fuera a decir el número de la lotería—. Una buena mamada siempre le mejora el estado de ánimo a un hombre.
¿Qué? ¿Que… que había dicho? ¿Una qué? Ay, Dios.