La necesidad de mentir
El amor siempre te respaldará si mientes en su honor,
porque sabe que te cuesta por primera vez defenderlo a él
Gabriela
—¡¡¡¿Y cómo hijueputas, Gabriela?!!!
Me sobresalté por el enorme grito de mi papá. No me percaté de que me abracé al brazo de Ethan como si pudiera protegerme incluso de él.
—E-eh… yo… es q-que… yo…
Ethan me había traído a casa, pero no solo hasta la puerta, sino que se aseguró de entrar conmigo por más que intenté que no lo hiciera. Pero, mi papá se puso histérico al oír los detalles del por qué olía a cigarrillo, tenía las rodillas envueltas en sangre y los ojos hinchados y rojos.
Para mi suerte Ethan se tornó tan pacífico que explicó todo con detalle sin soltar mi mano. Él no era consciente de lo que esto significaba para mí, que estuviera cuando me regañaran era como un apoyo, pero asimismo me daba demasiado vergüenza que presenciara esto.
No sabía ni que responderle a mi papá, con lo extremo que él era probablemente buscaría a Sam y lo golpearía por no traerme él mismo, ya que fue él quien me llevó. Le había explicado que ninguno tenía que ver en esto, no quería meter a nadie en problemas. Además, había sido culpa mía por no avisarle a alguien.
—Señor Esteban… —Le di un pequeño apretón en el brazo—. Gabriela…
—Fue mi culpa. —Sorbí por la nariz—. Quería comprar algo y no le dije a nadie que me acompañara y me perdí…
—Gabriela…
Negué sutilmente con la cabeza mientras le daba otro apretón. Ethan no sabía que si llegaba a mencionar las carreras o algo relacionado con eso me iría muy mal.
—Luego llegó Ethan y me salvó de esos tipos.
Mi papá se pasó las manos por el rostro tan frustrado. Mi mamá angustiada se acercó a él y lo abrazó, no sé qué le susurró, pero eso pareció calmarlo. Al menos un poco.
—¿Yo qué le he dicho, Gabriela?
Se cruzó de brazos. Estaba tan molesto, ya lo conocía tan bien que tuve que mentir, y en lugar de decirle a detalle lo que pasó, solo le dije que unos tipos me perseguían así que me eché a correr, me caí y en eso llegó Ethan. Cosa que él no desmintió, guardó silencio y me siguió la corriente, aunque confuso. Incluso cuando papá me preguntó por mi rostro, solo dije que me había asustado mucho y por eso lloré tanto.
—Sé que debo tener cuidado.
—Y mucho más en esas putas fiestas.
—Papi…
—Donde esos hijueputas la hubieran violado, ¿qué?
Me petrifiqué al escuchar eso. Ethan arrugó el ceño, confundido.
De esto hablaba, ni si quiera le había dicho la verdad y él ya imaginaba lo peor, solía ser muy negativo y extremista. Pero creo que lo entendía, él solo buscaba protegerme. Como lo es el deber de padre.
—Se tira su vida, porque no me imagino lo que es vivir con una violación, y de paso se tira la de todos nosotros. —Agaché la mirada—. Porque donde alguien me le llegué a hacer algo a usted soy capaz de que voy y mato a ese hijueputa. Y entonces se tira la mía porque me voy a la cárcel y no creo que a su mamá ni a sus hermanos les vaya a gustar eso, entonces de paso les amarga la vida a ellos también.
Se hizo tanto silencio que Ethan me tomó de la cintura y me acercó a su cuerpo, como si me protegiera, al menos así me sentí por su tacto y mucho más cuando acarició esa zona.
—Hablemos mañana porque no quiero pensar ni decir estupideces.
Asentí, mi labio inferior temblaba. Me vi obligada a separarme de Ethan cuando mamá me extendió los brazos. Agradecí que Steven y Santiago estaban arriba y por lo visto ya dormían.
—Gracias, Ethan —murmuró mi papá.
Él asintió muy despacio, creo que incómodo y salió por la puerta después de despedirse.
Mis ojos volvieron a formar agua molesta. Aun recordaba el olor a tabaco y el miedo que sentí en ese momento. Y la comodidad de los brazos de mi mamá me reconfortaron.
—No me vuelva a pedir permisos para esas putas fiestas porque ya sabe la respuesta.
—Sí, señor.
—Agradézcale a ese muchacho porque de no ser por él…
Se calló así mismo y suspiró. De repente me estrechó entre sus brazos y me acarició la mejilla.
—Usted es mi bebé, es mi chiquita, donde a usted me le pase algo yo me muero, así que piense muy bien antes de meterse en problemas, Gabriela. Quién sabe que me le pudieron hacer esos malparidos.
Por esto. Por esto es que no le conté la verdad. Porque todos nos amábamos tanto en mi familia que el dolor del uno era del otro. Y si él lastimaba a alguien por mí, yo me sentiría muy mal y culpable. Y si mi papá hubiera escuchado la historia completa, sin mentiras ni detalles improvisados, probablemente estaría buscando a esos tipos justo ahora.
—Perdón…
—A dormir, mi amor. —Suspiró—. Vaya a descansar.
Asentí aguantando las ganas de no llorar y me fui directo a mi habitación luego de que besara mi cabeza.